Rafael Martín Vázquez Bazán nació el 20 de agosto del 1924, tres años después que Manolo,su hermano, por lo que no es extraño que, creciendo junto a un padre que había sido torero y un hermano que ya lo era, le inspirara a querer serlo. Lo curioso es que los comienzos como novillero de Rafael coincidieron con los de su hermano Pepín, quien tenía tres años menos que él y que mientras la carrera de Pepín tomó vuelos para remontarse al cenit del toreo, la de Rafael solo revoloteó hacia el olvido. Su carrera en los ruedos puede resumirse en un par de párrafos.
Rafael después debutar como novillero en El Puerto de Santa María (Cádiz) se presentó y corto una oreja en Sevilla el 21 de junio de 1942. En la Maestranza actuó como novillero seis festejos más, ganándose a los aficionados locales con su toreo profundo y clásico, ejecutándolo con enorme valor. En la temporada del 1944 se hizo figura de los novilleros, debutando en Madrid el 15 de junio en un festejo de ocho novillos y compartiendo el cartel con El Boni, Luis Miguel Dominguín y su hermano Pepín. Sumó 26 novilladas consiguiendo triunfar en plazas importantes.
Terminó esa temporada dejando intuir que el año siguiente sería el de su consagración. Pues bien, sin sufrir una cornada y sin ningún motivo evidente, en la siguiente temporada no dio pie con bola, mostrando en sus actuaciones miedo, pánico a veces, y además una absoluta falta de interés por el toreo, como si la afición y el valor se hubieran congelado con el frígido invierno y la tibia primavera no fuera capaz de descongelarlos. Ese año actuó en solo cinco novilladas, y en el 1946 se fue a México probar suerte en un nuevo campo. Al no encontrarla, volvió a España para el 15 de mayo de 1947 tomar una alternativa de compromiso, probablemente con la intención de poder decir que era matador de toros. Esa corrida fue el único festejo mayor en el que actuó. Su padrino fue El Estudiante y el testigo Belmonteño, y lidiaron un duro encierro de la Viuda de Molero.
Al retirarse, estableció, junto con un socio, una tienda de artesanía para regalos en Caracas, Venezuela, un negocio que duró poco. Luego, con el resto de la familia ya independizada, mi primo se quedó a vivir con mi tía Dolores, sin tener que trabajar para sufragarse las necesidades diarias. Con el dinero que heredó, primero de su padre y luego de su madre, se la avió para vivir bien sin tener un trabajo regular. Siempre mantuvo muy buenos amigos y una activa vida social, y paseaba por Sevilla luciendo una gallardía torera como si fuera un Manolete, parando de vez en cuando para saludar y conversar con amigos y conocidos.
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