Antonio Fuentes, toreó en el verano del año 1893, en Zaragoza, actuando como único matador en la lidia de cuatro novillos de don Pedro Galo Elorz, y a quienes elogiaron su elegante estilo, clásico y reposado, hubo de decirles: -¿Pero cómo les gusto yo tanto, si tienen ustedes aquí a «Bernalillo», que es mejor torero que yo? El diestro sevillano había visto torear mucho a Paco Bernal, en Valladolid, y disparaba en conceptos breves el juicio laudatorio que le merecía el mencionado torero aragonés. Francisco Bernal y Raldúa, «Bernalillo», nació en Zaragoza el 13 de febrero del año 1868; su padre, Manuel Bernal, buen aficionado a la fiesta taurina, fomentó las inclinaciones toreras, que muy pronto se manifestaron en su retoño, y ya que a él no le fue posible vestir el traje de luces, procuró por todos los medios que su hijo lo consiguiera. Para complacer a éste y poder apreciar sus aptitudes, organizó fiestas a puerta cerrada; no hubo capea en los pueblos inmediatos a Zaragoza en la que faltara «Bernalillo»; desde los diecisiete años empezó a sonar su nombre como banderillero; en 1886, hallándose de espectador en la Plaza de Huesca, y como los aficionados que tomaban parte activa en la fiesta no pudieran con el ganado que se lidiaba, bajó al redondel a petición del público, y tanto toreando de capa como banderilleando, pasando de muleta y jugando el estoque, satisfizo cumplidamente a los espectadores y escuchó incesantes aplausos.
Trabajó de banderillero con José Ruiz, «Joseíto», y Tomás Parrondo, «el Manchao»; después lo hizo a las órdenes de Juan Jiménez, «el Ecijano»; cuantas veces tenla ocasión de ejercitarse, estaba pronto a enfrentarse con las reses; en el año 189o, aceptó un puesto en la cuadrilla de Raimundo Rodríguez, «Valladolid» -novillero que estuvo muy en boga-, con el que empezó sus tareas en Bilbao, el 25 de mayo del año 1890, y si hasta entonces se había apodado «Minuto», se despojó de este mote y se hizo anunciar con el diminutivo de su apellido paterno. En aquel mismo año 1890, dispuesto definitivamente a ser matador, cayó en Valladolid, donde toreó una serie de ocho o diez funciones y llamó desde el primer día la atención de los aficionados inteligentes, por su manera de practicar todas las suertes del toreo; pero un día, en la misma capital castellana, a consecuencia de un enfriamiento, se vio atacado de unos dolores reumáticos que, por lo persistentes, no sólo retrasaron su carrera artística, sino que sembraron en su ánimo la desconfianza.
En las novilladas que toreó durante el ario 1891, condenado por el juego de las circunstancias --su falta de seguridad en las piernas-, sintió vacilar sus entusiasmos; el reuma iba haciéndose crónico y no podía manifestarse su arte en lozanos brotes; por esta causa estuvo inactivo casi todo el año 1892; más aliviado en 1893, hizo algunas llamadas a la atención; el 28 de agosto, en Tafalla, alcanza un brillante éxito, del que se habla mucho en Zaragoza, y el año 1894 registra en su historia algunos hechos que permiten fundar esperanzas halagüeñas, acentuadas al ver el feliz resultado de su trabajo en la novillada que, como único espada, toreó en dicha capital aragonesa, el día 3 de junio. Naciente entonces la popularidad de su paisano «Villita», se organizó en Zaragoza, con visos de competencia, una novillada para el día 25 de julio, en la que los dos novilleros zaragozanos habrían de estoquear seis astados de don Francisco Gastón, ganadería aragonesa de vida efímera por carecer de casta, y el fiasco que hicieron los toros se tradujo en una gran decepción, en lo atinente al trabajo de los matadores.
No tuvo mejor suerte «Bernalillo» con el ganado, al torear en la misma Plaza zaragozana, con «Manene», el de Almadén, el 8 de septiembre de aquel mismo año 1894, pues los bichos de Cabriada que se jugaron, resultaron ilidiables y cogieron, aunque sin graves consecuencias, a los dos matadores. No mejoraban las facultades físicas de «Bernalillo» en el grado que éste apetecía, porque el reuma no cesaba de molestarle y le privaba del vigor necesario, sobre todo en la suerte de matar, y las precauciones que ponía en un momento tan decisivo se interpretaba por todos como desconfianza.
Pero decidido a darse a conocer en Madrid, hizo su presentación el día 21 de octubre, p estoquear con Manuel Ruiz, «Nene», y Joaquín García, «Picalimas» —nuevos también—, un toco de Miura, otro, de Moreno Santamaría, y nato de don Tiburcio Arroyo. Uno de éstos, el jugado en segundo lugar, llamado «Gitano», cogió al mentado «Picalimas» —un muchacho de Aranjuez— y la produjo una herida gravísima en el muslo derecho, y El Toreo, al ocuparse del trabajo de «Bernalillo, —que solamente dio muerte al toro tercero, «Colchonero», colorado, del repetido Arroyo—, se expresó en estos términos: «"Bernalillo" es un muchacho aragonés, bastante simpático, que torea algo más de lo que suponíamos, y se acerca hasta donde se debe llegar. Por hacerse de noche no mató más que un toro, y en éste pasó con mucho desahogo y entró a matar bien, dejando dos pinchazos y una buena estocada. En banderillas quedó bien y bregando ocupó puesto con conocimiento.» Le repitieron el día 18 de noviembre siguiente, esta vez con «Villita» y reses de Bertólez, y el mismo semanario formuló el juicio siguiente, «Tanto manejando el percal como toreando de muleta, puso de relieve que es un torerito muy compuesto, elegante y serio; pero a la hora de meter el brazo resulta su trabajo deficiente porra poca decisión».
Y con sus desconfianzas y sus dolores reumáticos fue arrastrando su existencia. Con las facilidad;' que hoy hacen el aprendizaje los que empiezan, Y sin la dolencia que le aquejó constantemente, otro gallo le cantara.
En el año 1896, le dio «Villita» un puesto de banderillero en su cuadrilla; en temporadas sucesivas, vencido ya en la lucha, toreó en repetidas ocasiones en Zaragoza como sobresaliente, banderillero y, a veces, como matador; sus pasos en el toreo son ya tan blandos, que casi nadie se entera que «Bernalillo» existe todavía, y retirado estaba cuando el 25 de julio de 1913 estoqueó un novillo de Zalduendo, en la Plaza zaragozana, de la despedida de Ramón Laborda “Chato”, popularísimo banderillero. Con fecha 30 de marzo de 1924 se celebró, en la misma Plaza de Zaragoza un festival a beneficio suyo; años después, fue asesor del presidente en dicho coso taurino, y dejó de existir en la expresada capital en el mes de marzo del año 1938 a los setenta años de edad.
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