viernes, 13 de junio de 2014

MANUEL FUENTES RODRIGUEZ "BOCANEGRA"


Entra por mucho; para la celebridad de este lidiador, el entusiasmo con que sus paisanos le vieron aparecer como matador, precisamente en el mismo año en que murió Pepete, considerándole, digámonos así, como heredero de sus glorias y continuador de la representación cordobesa en el arte taurino. Los sevillanos, por otro lado, tampoco podían recibir mal a un hombre que, sobre ser bravo en extremo, era además en cierto modo apadrinado por Domínguez, a cuyas órdenes habla trabajado en clase de banderillero. Pero estas favorables disposiciones del público andaluz para con Manuel Fuentes, ¿le fueron de provecho o le perjudicaron? No nos atreveríamos a contestar la pregunta rotundamente, ni en sentido afirmativo, ni negando en absoluto: Es indudable que por el pronto le alzaron en el concepto público, y que su presentación en la arena hizo concebir esperanzas, que no diremos hayan sido defraudadas, .pero sí que no se han realizado por completo. El aficionado veía en él un joven fuerte de grandes facultades, valiente hasta rayar en temerario, que había recibido buena educación taurina, con excelentes ejemplos que imitar, y era muy lógico creer que; dados estos antecedentes, Bocanegra había de ser buen torero y mejor espada; mas el inteligente observador advertía que faltaba al joven torero esa calma, esa serenidad que constituye la base de la seguridad en el toreo; que sus movimientos eran pausados, sí, como deben serlo los del espada en la mayoría de las suertes, pero no tan rápidos como algunas veces lo exige la índole del toro, la colocación del torero o algún incidente inesperado.
Ello es que, a pesar de reconocerse en Manuel Fuentes un torero de cartel, ni consiguió que ningún pueblo le tuviese un año entero toreando, ni que de una temporada para otra se le ajustase por empresarios; y nosotros, que sabemos hasta dónde ha alcanzado siempre el mérito de Bocanegra, nos explicamos esta circunstancia, porque toda empresa se retrae mucho en ajustar un espada cuyas cogidas son más frecuentes en él que en otros, sin duda por efecto de temerario arrojo y excesivo pundonor. Madrid, que da, carta de suficiencia a," los toreros, no se la dio a Manuel Fuentes en el grado que la recibió de sus paisanos; en Córdoba se le dio título de sobresaliente, en Sevilla de notable, y Madrid sólo le calificó de bueno. Quién ha sido más justo no queremos decirlo; pero conste que Sevilla y Madrid no han necesitado modificar su dictamen. Pasemos ahora a dar a nuestros lectores noticias biográficas de este acreditado lidiador: Era más bien alto que bajo; sin llamarle grueso en demasía, podemos decir que era más corpulento que flaco, y en él se encontraba mejor la viril fealdad que la hermosura, sin que pudiera llamársele antipático. Nació en Córdoba en Marzo de 1837, un año antes de la desgraciada muerte del caballero matador de toros cordobés D. Rafael Pérez de Guzmán, siendo el mayor de los hijos de Manuel Fuentes conocido por el mote de Canuto. Desde muy pequeño, y en una cuadrilla de toreros infantiles, empezó a distinguirse por su atrevimiento, y más tarde, gracias a las lecciones de Antonio Luque (El Cámara), hizo pareja al notable banderillero Rodríguez (Caniqui), en la cuadrilla de su paisano José Rodríguez (Pepete). Antes de morir éste, pasó a formar parte Bocanegra de la cuadrilla de Manuel Domínguez, en la que, si no se distinguió pareando con gracia, se le vio siempre poner muchos y buenos pares de castigo, aplaudidos con frenético entusiasmo. Su nuevo maestro Domínguez, cuya fama se había consolidado como matador; concedió al joven Fuentes la, alternativa de espada en la plaza del Puerto de Santa María el día de la Natividad de la Virgen, 8 de Septiembre de 1862, y desde entonces ha sido varia la fortuna del lidiador de que nos ocupamos, si bien en un principio, como llevamos dicho, hizo concebir grandísimas esperanzas.
Recibía toros a imitación de su maestro, y esto ya era motivo de aplauso en una época en que casi se iba olvidando tan difícil y atrevida suerte; y si bien el manejo de muleta dejaba que desear, este era defecto que se presumió había de corregir con el tiempo. Por la falta de previsión antes indicada, recibió en 1863, toreando en la plaza de Sevilla, una grave herida al hacer un quite á, su picador en la suerte de vara, y más adelante otra gravísima en un muslo el día 16 de Agosto al matar un toro en la plaza de Ciudad Real. No se enfrió por eso la afición de Bocanegra, ni su valor decayó un instante, y en cuanto se repuso de su dolencia volvió a, trabajar en casi todas las plazas de Andalucía, cuyas empresas buscaban al bravo matador que, si bravo había sido, bravo seguía y con crecientes deseos de agradar y complacer. En este particular nunca ha reparado en nada, con tal de que el público se mostrase con él contento y satisfecho, y eso que en 1864, si no nos es la memoria infiel, esta complacencia pudo costarle muy cara. Trabajaba en Cádiz con general aceptación y se presentó en la arena un toro de la famosa ganadería andaluza de Andrade, de muchos pies, abanto y receloso, que conforme fue tomando varas se creció en voluntad y en malicia, en términos de que a la media docena de garrochazos entraba desarmando y a los peones los perseguía sobre seguro y cortando terreno. Pidió la muchedumbre que Bocanegra pusiese banderillas a aquel toro, y en vez de esquivar el hacerlo, puesto que no tenía obligación de verificarlo, y con un toro de tanto sentido era seguro cuando menos deslucirse, tomó los palos y se fue al bicho, que se quedó en el centro de la suerte, enganchó a nuestro matador y le dio una cornada en el cuello que le interesó la arteria carótida y puso su vida en gravísimo peligro. Todo esto significa que re-flexionaba poco, y corrobora cuanto llevamos dicho al principio. Un hombre como Manuel Fuentes, cuya reputación no había de crecer más de lo que ya lo estaba no debió intentar nunca lucirse, ni por dad ni por exigencias ridículas. Bocanegra fue el primero de los espadas que inauguraron, en 4 de Septiembre de 1874, la nueva y magnífica plaza de toros de Madrid.
En cierta época, ya muy lejana, sus paisanos los cordobeses dividieron sus afecciones taurómacas entre Bocanegra y Lagartijo, llegando a éstos esa división en la práctica del toreo en términos de que, más que competencia, podría llamarse envidiosa emulación la que ambos sostuvieron. Esto duró poco en verdad, porque ambos diestros, siguiendo los nobles impulsos de paisanaje y compañerismo, renovaron su antigua y cordial amistad, desoyendo pérfidos consejos de gente mal avenida con la paz y hasta cariño que en el ruedo deben tenerse los toreros. Murió en la plaza de Baeza (Jaén) el día del Corpus, 1889, en una corrida de novillos, en la que por, toda cuadrilla, estaban encargados de la lidia unos cuantos muchachos mal llamados «niños de Málaga,» cuyo espíritu se apocó ante el ganado grande y pasado de años. Hubo de sustituirse el ganado por becerros erales, pero alguno de los primitivos quedó, perteneciente a D. Agustín Hernández, que al presentarse en cuarto lugar sembró el pánico entre los adolescentes diestros. En esta situación y ante las manifestaciones del público, Bocanegra y Ramos (El Melo), su sobrino, después de conferenciar con la autoridad, bajaron al redondel a continuar la corrida, a fin de evitar un conflicto. El bicho, evitando pelea en principio, acudió luego a un picador, dándole un tumbo. Manuel acudió con oportunidad al quite, pero perseguido por la res entró en un burladero, y ya, fuese porque éste se hallase lleno de gente o porque el diestro no tuviese tiempo de penetrar más, el derrote del bicho alcanzó a Bocanegra, causándole una herida en la, ingle, derecha y contusión en el costado izquierdo, falleciendo en la enfermería de la plaza el siguiente día 21.

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