sábado, 7 de junio de 2014

RAFAEL GUERRA "GUERRITA" COBRABA EN 1896, 5000 PESETAS POR CORRIDA (EL EQUIVALENTE HOY DIA A 60 o 70 MIL EUROS)


Con bastante frecuencia se suscitan en las peñas taurinas conversaciones acerca de las diferencias existentes entre las antiguas corridas de toros y las que se celebran en la actualidad. Los aficionados jóvenes se embelesan oyendo a los de antaño referir proezas de sus ídolos taurinos y de cuanto se relaciona con la Fiesta nacional en la época evocada, más esplendorosa, sin duda alguna, que la que estamos viviendo. En estos coloquios se suele sacar también a relucir el tema referente a loe haberes que percibían matadores de más fama, para establecer comparaciones entre aquellos que para reunir algún dinero tenían que ejercer la profesión hasta que las fuerzas físicas se le agotaban Y los que ahora se retiran en plena juventud con muchos millones de pesetas. ¿Cuánto ganaba un torero a fines del siglo 19?

Para evitar fantasías en la contestación a esta pregunta, tenemos a nuestra disposición un valiosísimo documento. Se trata nada menos que de un contrato de Rafael Guerra, «Guerrita», y para responder de su autenticidad acompañamos una reproducción de su primera página, que es la más Interesante. El contrato se refiere a la Plaza de Palencia de le que era empresario don Luis Saavedra y Rodríguez, y lleva la fecha de 4 de agosto de 1896, o sea cuando el espada cordobés se hallaba en todo su apogeo, tres años antes de su retirada. Según lo convenido, «Guerrita» quedaba obligado a torear en la mencionada Plaza los días 2 y 3 de septiembre del mencionado año, acompañado de su media cuadrilla, compuesta de dos picadores y tres banderilleros. Las corridas hablan de ser de seis toros, no pudiéndole corresponder matar más de tres toros ni menos de dos en cada una de ellas. Por lo que se refiere a los haberes que habla de percibir, se estipulaban 3.000 pesetas por cada corrida, 2.000 para gastos de viaje y fonda, y otras 125 en concepto de «propina para las cuadrillas».

Es decir, que cada subalterno habría de percibir, además de su sueldo un regalo de cinco duritos, cantidad que entonces acaso fuera hasta espléndida, pero que hoy nos parece risible. El dinero habla de ser entregado «en oro o plata gruesa». Los toros hablan de ser «naturales del Reino, conocidos como de casta, vírgenes para le lidia, sin defecto alguno, y de cuyas ganaderías se haya jugado en la Plaza de Madrid, cuando menos una corrida entera, de abonos. Esta cláusula viene a desmentir el sambenito de ventajista que en este aspecto colgaron al «Guerras» sus enemigos. El gran torero no imponía las ganaderías, sino que se limitaba a exigir, en uso de su derecho y en defensa de la Fiesta, las condiciones que debía reunir el ganado. También establece el contrato que al encerrar y enchiquerar la corrida «se prohíbe terminantemente a los encargados de hacerlo, toquen a los toros con las garrochas o los castiguen en los pitones, cabezas o morrillos». SI el espada lo creía oportuno, Podía poner a una persona de su confianza en los corrales para que vigilara e impidiera que se molestara al ganado. En el caso en que hubiese algún toro tuerto o se quedara en los corrales sin enchiquerar, «Guerrita» no estaría obligado a darle muerte. Por lo que atañe a los picadores, cada uno de ellos debía tener a su disposición tres caballos de primera y dos «de la comunidad». El contrato a que venimos refiriéndonos, contiene otras cláusulas de bastante interés, pero ante la imposibilidad de hacernos eco de todas ellas, recogemos las que considerarnos de más importancia en la creencia de que satisfará la curiosidad de propios y ajenos.




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