Nombre artístico de Antonio Ortega y Ramírez, matador de toros nacido en la calle Sopranis en Cádiz el 11 de octubre de 1857. Hijo del banderillero Manuel Ortega, Lillo. En él se une la afición a los toros con el embrujo del mar, en principio para ganar el sustento y más tarde como medio para alegrar los cosos del otro lado del océano. De ahí el sobrenombre con que se le distingue en la bibliografía taurina: El Marinero. Pudo haber sido otra cosa y, sin embargo, sólo fue torero y de renombre, lo que aprendió con dilección en las estancias de Puerta de Tierra, en el Matadero, y viendo banderillear a su padre.
A la edad de doce años, formando parte de la tripulación de un barco, (trabajo que le había buscado su padre para apartarlo del mundo taurino), al hacer escala en Málaga, participó en una novillada en la que triunfó rotundamente. A partir de entonces siguió su trayectoria en el mundo de los toros con grandes éxitos y con el apodo de "El Marinero".
En 1875 se embarca para Lima, como banderillero de Paco de Oro. Tiene gran éxito y abandona las banderillas por el estoque. En 1882 alterna en varias plazas españolas con Hermosilla y Manzzantini. Inaugura con el Gordito y con Frascuelo la nueva plaza de la Linea (Cádiz).
Toma la alternativa en la Real Maestranza de Sevilla el 14 de mayo de 1885 de manos de El Gallo, confirmándola en Madrid, el 4 de junio de 1886, al concederle Bocanegra la muerte del toro Caballero de Aleas.
A El Marinero se le puede calificar como el torero de la mala suerte. Los revolcones que sufre son dignos de tenerse en cuenta, por cuanto repercuten en su integridad física. Sobre todo la plaza de Madrid parecía que le hacía mal de ojo, puesto que casi siempre que toreó en ella sucedió algún contratiempo desagradable (se hirió la mano derecha al dar una estocada, se suspendió una corrida por un impresionante aguacero y que volvió a repetirse el mismo día en que se había decidido celebrar de nuevo, etc.). Era un torero muy valiente, lo que le perjudicó en numerosas ocasiones, puesto que fue objeto de muy frecuentes cogidas. Una vez estuvo a punto de que le amputaran la pierna derecha. En otra, un toro de Pablo Romero saltó la barrera y, corneándole, le produjo heridas de tal consideración que le quedó mutilada la mano izquierda.
El Marinero tuvo un amplio cartel en América, donde se le admiraba y era requerido con bastante frecuencia, sobre todo en las plazas de solera de Cuba, Colombia y Perú. Se cuenta que en una de estas plazas americanas se anucnió que banderillearía un toro dando el cambio y teniendo colocado entre las piernas a un compañero del oficio. Y no se trata de que El Marinero fuera payaso del toreo, como se ha llegado a calificar a Laví, sino que por su innata valentía, su conocimiento de los toros y su intuición para acoplarse a los mismos se podía permitir la realización de faenas, más que estrictamente artísticas, extraordinariamente valientes.
Se retiró del toreo en su ciudad natal el 12 de agosto de 1900. Posteriormente se dedicó a la profesión de comisionista en reses, sin descuidar su industria de tablajero, ni la inspección de carnes del Ayuntamiento. Falleció en Cádiz el 15 de febrero de 1910.
Antonio Ortega "El Marinero" mató un toro en El Puerto, ofendido en su honor y en total oscuridad
Todo ello ocurrió un 28 de agosto de 1.881. Se lidiaba una corrida de Dª Teresa Núñez de Prado, para un cartel compuesto por Francisco Arjona "Currito", Manuel Hermosilla y el mencionado Antonio Ortega "El Marinero".
Debido a lo largo y extenso de los tercios de varas, y una vez que el presidente dio salida al último de la tarde, la plaza se encontraba en total oscuridad, ya la noche se se había vencido sobre la ciudad.
Bajo propuesta del público por la nula visión desde los tendidos, y para que no ocurriera ningún accidente en el ruedo, el presidente envió el toro a los corrales. En aquellos momentos, "El Marinero" no entendió tal postura y enormemente ofendido en su honor, (ya que pensó que nadie le enviaba un toro vivo a los corrales), tomó camino de los chiqueros, y en la misma puerta esperó la llegada de la res devuelta. Allí, al paso, le recetó una gran estocada de la que hizo rodar al animal.
Mientras tanto, unos espectadores aplaudían, otros silbaban y abandonó la plaza mascando frases no muy gratas hacia el público y presidente.
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