Lo cuenta así el extraordinario picador Epifanio Mozo: "Hay un río que hacía frontera entre la Francia taurina y la antitaurina. Se organizó en un pueblo pequeño, Vallauris, donde vivía el barbero de Picasso, que era de Buitrago, en cuya casa nos vestimos. La plaza era portátil. Era tierra prohibida. Picasso cumplía 80 años, y le dieron un homenaje internacional; había banderas suspendidas de globos en el aire. El festival debió de ocurrírsele a Luis Miguel, en connivencia con el gobierno de Franco. Se llevaron dos novillos para Domingo Ortega y otros dos para Luis Miguel. Las gendarmes se negaban a autorizar la corrida, pero las influencias de Picasso consiguieron que se permitiera, aunque sin sangre. Por ese motivo no podía haber picadores. Así que la policía nos tomó la filiación, y trataron de impedir que salieran los caballos. Yo salí en el primer novillo de Luis Miguel, con Picasso de presidente en el palco, y a su lado su mujer Jacqueline y Lucía Bosé. La entrada era gratis y la plaza se llenó, y eso que agrandaron el ruedo. Cuando llegó la hora de matar, que se había prohibido tajantemente, Luis Miguel miró a Picasso y éste hizo el gesto del César, con el pulgar hacia abajo, ordenando la muerte del toro. Yo, que por aquel entonces estaba en la cuadrilla de El Viti, fui citado por un juzgado francés; se lo dije a Luis Miguel, porque mi problema no era que si no me presentaba no me dejasen entrar en Francia a ejercer mi oficio, sino que no me dejaran salir. Luis Miguel contestó que se lo llevaría a su administrador, don Servando, éste se lo mandó a Picasso, y nunca más me volvieron a molestar con este tema. Esto fue en octubre o noviembre de 1961".
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