martes, 23 de junio de 2015

ANTONIO MARTINEZ


Antonio Martinez Torrecillas nació en Hellin (Albacete) el 27 de noviembre de 1926,residió desde los 8 años en Barcelona y en esta ciudad vistió por primera vez el traje de luces, durante el verano de 1944, en una novillada nocturna sin caballos. Se presentó como novillero en Madrid el 3 de octubre de 1948. para estoquear ganado de don Arcadio Albarrán, con "Morenito de Talavera Chico" y Alejandro García, y tomó la alternativa en Hellin el 25 de septiembre de 1949. de manos de Luis Miguel Domiguin, con toros del conde de la Corte y actuando como segundo matador Paco Muñoz, cuyo grado le fue confirmado en Madrid por "Gitanillo de Triana" el 25 de junio de 1950, con Manuel Navarro de testigo, en cuya corrida se lidiaron cuatro toros de doña Maria Amparo Gonzalez y dos de Aleas. El toro de la cesión fue de esta segunda vacada. Murió en Madrid el 22.09.2006.

lunes, 22 de junio de 2015

ACOPIO DE PROYECTILES


José García «el Algabeño» fue a torear a Lorca,y la víspera de la corrida, por la tarde salió a dar un paseo con su cuadrilla por las afueras de la ciudad, donde encontraron a muchos vecinos que regresaban del campo llevando en cestos y canastas unas peras hermosas, enormes y duras que hicieron sentir a los diestros el deseo de probarlas. Decididos a abordar al primer labriego que pasara,así lo hicieron,pero les contesto que no llevaba esa fruta a venderla. Lo mismo dijo luego otro, y después otro ¿Para qué podían ser, pues, aquellas descomunales peras? ¿Para exportarlas al Extranjero? Un tanto intrigados, uno de la cuadrilla tomó la firme resolución de averiguarlo, y exclamó: ,Pues yo lo he de saber, Y al encontrarse con otro hombre cargado de peras, proponerle que le vendiera algunas y obtener la respuesta prevista, pregunto:
—Pero ¿por que no las venden ustedes?
—Porque son para tirárselas mañana a los toreros como no se arrimen.

!QUE DURE LA FUNCION¡


Esto era lo que deseaban los aficionados de Molina de Aragón (Guadalajara) al comenzar la novillada del 15 de septiembre de 1872. Se anunció con varias reses de capea y dos novillos de muerte, siendo contratado para éstos,el espada Miguel Ballart, "el Catalan", diestro de buen cartel en aquel tiempo. Toreó bien y mató pronto "el Catalán" a su primer novillo, y cuando esperaba la ovación consiguiente al buen trabajo realizado, vio con sorpresa, rayana en asombro, que los mozos se arrojaban a la Plaza y, rodeándole en actitud nada tranquilizadora, le amenazaron con la gran paliza si mataba al segundo bicho con la rapidez del primero. Ya, antes de ir a la Plaza, se habían presentado algunos en la posada para advertirle que debla tardar en matar los moruchos, pero él lo tomó a broma. Despejada la Plaza,se dio suelta al segundo novillo, que fue capeado por el matador. El presidente trató de evitar la somanta que esperaba al pobre novillero, y mandó encerrar de nuevo el novillo, ordenando la salida de los destinados a la capea, en cuya lidia por los aficionados se invirtió hora y media, dando lugar a que fuese anocheciendo. Ya casi entre dos luces volvió a salir el de muerte, y como también el diestro lo despachó brevemente, por temor a que, la noche cerrase por completo, intervino la Guardia Civil, librando a Miguel de la paliza que le tenían preparada aquellos mozos por el enorme delito de haber estoqueado pronto y bien los dos moruchos contratados.

!A LA CÁRCEL CON EL¡


Menuda fue la escandalera que armaron parte de los concurrentes al encierro del ganado que había de lidiarse en Ubeda por las cuadrillas de «Cara-ancha» y «El Gallo», el 29 de septiembre de 1875 El quinto de los toros, del ganadero don Gil Flores, no quiso enchiquerarse, siendo molido a palos y pedradas por los enardecidos aficionados. No paró en esto el suceso, sino que el pueblo soberano se empeñó en que el toro fuese a la cárcel. Las personas sensatas y autoridades se opusieron a que se realizase tamaña barbaridad, pero no pudieron impedir que abriesen las puertas de la plaza y saliesen con el toro camino de la prisión, siendo escoltado el animal por unos cuantos energúmenos, que, armados de pistolas y navajas, amenazaban a los que se oponían a tal brutalidad. Por suerte, un teniente alcalde se hizo fuerte en una de las calles al populacho y sacudiendo estacazos a diestro y siniestro logró despejar el campo; entonces tomó el sable de uno de los guardias y mató al toro de dos estocadas en el codillo, con lo cual evitó que el toro hiciese compañía a la población penal, como pretendía una turba de «alumbrados».