viernes, 29 de enero de 2016

LORENZO LUCENA RABANILLO


Lorenzo Lucena Balmaseda, matador de novillos, nacido en Écija (Sevilla) el (10-08-1936), del que don José María de Cossío dice no tener noticia de que llegara a intervenir en festejos de categoría. El (08-08-1962).actuó como único espada en la Plaza de Toros de Santa Cruz del Valle (Ávila), para estoquear reses de Buendía Hermanos. 

Cortó una oreja a su primer enemigo, pero tuvo la desgracia de ser volteado en su segundo, contan mala fortuna que, al caer de cabeza, se produjo la fractura de la columna vertebral a la altura de la cuarta vértebra cervical. Se le trasladó inmediatamente al Sanatorio de Toreros de Madrid, donde ingresó ya sin vida, cuando contaba 26 años de edad.

martes, 19 de enero de 2016

ANTONIO MARTINEZ "COBIJANO"


Nacido en 1930 en la localidad almeriense de El Ejido, Antonio Martínez Cobos pasó por Huelva antes de establecerse en Valencia, ciudad a la que llegó a los 16 años. El día 6 de abril de 1958 debutó con picadores en Linares. Este triunfo le abrió las puertas para torear dieciséis novilladas esa temporada. En una de ellas, sin embargo, resultó cogido por un novillo del Conde de la Maza que le asestó una cornada que le hizo perder gran cantidad de las novilladas previstas. 


El Cobijano vivió una truncada carrera como novillero, que se vio interrumpida abruptamente una tarde de 1959. En el mes de octubre de aquel año, en la plaza de toros de Valencia, un astado cogió gravemente a El Cobijano, causándole una profunda herida de la que ya no se recuperaría. Tras un mes de infructuosas atenciones médicas, la extremidad le tuvo que ser amputada, acabando para siempre con su carrera en el albero. 


Tras aquella desgracia, el ayuntamiento dirigido entonces por Adolfo Rincón de Arellano le concedió su emblemático quiosco en la calle Xàtiva, el único que, durante años, vendió entradas para los toros y los cines cuando, en las grandes tardes, eran imposibles de encontrar en cualquier otro lugar de la ciudad. El Cobijano falleció el 06 de Febrero de 2009 en Sagunt, tras una larga lucha contra el cáncer. El Cobijano era un personaje ampliamente conocido en los círculos taurinos valencianos, ya que durante cerca de medio siglo regentó el quiosco situado en la calle Xàtiva, justo frente a la plaza de toros, y en el que era posible encontrar entradas para todo tipo de espectáculos, principalmente los relacionados con los toros, además de prensa o revistas.

MANOLO ESCUDERO GOMEZ


Nacido en Madrid el 13 de febrero de 1917 y fallecido en Agosto de 1999. Tras un período de formación novilleril que pasó sin pena ni gloria, el día 15 de agosto de 1941 compareció ante la severa afición que llenaba los tendidos de la plaza Monumental de Las Ventas, deseoso de que el criterio de sus paisanos -tenido desde siempre como el más autorizado a la hora de juzgar el Arte de Cúchares- aprobara la finura de su toreo e impulsara su incipiente carrera. Había dejado atrás, con gran pesar de su familia, unos brillantes estudios de bachillerato.
No tardó mucho en reparar la sabia afición de la Villa y Corte en que las elegantes maneras que apuntaba Manuel Escudero Gómez no eran moneda corriente en el toreo triste y desvirtuado de aquellos primeros años de posguerra, juicio que reportó al joven novillero un considerable aumento en el número de contratos que, a partir de entonces, se le fueron ofreciendo. Tal era, a la sazón, el peso del dictamen emitido por la primera plaza del mundo: en el argot taurino de entonces, Madrid “daba y quitaba” todo lo que un torero de aquellos tiempos tenía.
Arropado, pues, por el visto bueno de los madrileños, Manuel Escudero pulió aún más la finura de su estilo en una larga serie de novilladas de preparación, “noviciado” que vino a culminar en su esperada toma de alternativa. Para protagonizar dicha ceremonia, el joven novillero madrileño hizo el paseíllo en las arenas de la plaza de Murcia el día 2 de mayo de 1943, acompañado en los carteles por el famoso matador de toros cordobés Manuel Rodríguez Sánchez (“Manolete”); el cual, en presencia del coletudo murciano Pedro Barrera Elbal -que hacía las veces de testigo-, cumplió con su cometido de padrino cediendo al toricantano los trastos con los que había de dar lidia y muerte a estoque al toro Bienvenido, que había pastado en las dehesas del Conde de la Corte. Sin darse apenas tregua, el día 29 de mayo de aquella misma temporada Manuel Escudero Gómez volvió a visitar, vestido de luces, la plaza Monumental de Las Ventas, dispuesto a confirmar ante sus paisanos su grado de doctor en tauromaquia. Para este evento, contó con el concurso del espada madrileño Juan Belmonte Campoy (hijo del nunca bien ponderado “Pasmo de Triana), quien asumió el padrinazgo de su paisano y le facultó para lidiar y estoquear un morlaco del hierro de Galache que atendía a la voz de Castañito. En aquella ocasión, compareció en calidad de testigo el susodicho “Manolete”, que había apadrinado en Murcia a Escudero.
Una vez situado por derecho propio en el escalafón de los matadores de toros, Manuel Escudero Gómez no logró satisfacer plenamente las expectativas que había depositado en él los aficionados más exigentes. Buena culpa de ello la tuvo su acusada indecisión, que le llevaba a pasar inadvertido cuando estaba llamado a ser uno de los más grandes estilistas del toreo del siglo XX, especialmente en el manejo del capote; pero también fue causa de su declive una gravísima cornada que recibió en la plaza de San Sebastián (Guipúzcoa) en 1944. Tras varias campañas en las que no recibió demasiadas ofertas (a pesar de que pudo cruzar el Atlántico para exhibir su toreo en México y en Venezuela), dejó pasar toda la temporada de 1950 sin vestirse en una sola ocasión el terno de luces, lo que le forzó a despedirse del ejercicio activo del toreo en la campaña siguiente. Sin embargo, el gusanillo de la afición le movió a reaparecer el 21 de agosto de 1960 en el hoy desaparecido ruedo de San Sebastián (Guipúzcoa). Se enfrentó a reses de la ganadería de Clemente Tasara, y cortó una oreja de su segundo enemigo, trofeo que paseó entre ovaciones y lágrimas de emoción. Pero no debía de andar muy seguro sobre el alcance de esta su vuelta a los ruedos, cuando el día 28 de aquel mismo mes, en las arenas del coso mallorquín, hizo su último paseíllo, para enfrentarse con un encierro de don Juan Pedro Domecq. Aquella tarde en que se cortó definitivamente la coleta, Manuel Escudero estuvo acompañado en los carteles por el madrileño Julio Aparicio Martínez y el albaceteño Pedro Martínez González (“Pedrés”). Posteriormente, siguió ligado al mundo del toro merced a su condición de apoderado de toreros.

lunes, 18 de enero de 2016

MANUEL BELLON "EL AFRICANO"


Nació en el primer tercio del siglo XVIII. Una trágica historia de amores motivó su expatriación. Enamorado de una hermosa sevillana cuando aún no había cumplido veinte años, otro hombre le disputó su cariño. Manuel Bellón lo mató y para huir de la justicia, se marchó a África, donde permaneció doce años sin que de él se supiera una palabra.Otras versiones dice que se dedicó al negocio de provisiones en Orán y que hubo de venirse a España despues de que lo acusaran de la muerte de un "baratero de los moros" e incluso que fue mozo de provisiones en la prisión de Orán. 


Esta larga estancia en aquel continente fue la que dio origen a su apodo, pues Bellón había nacido en Sevilla. Corno todos los desterrados, sólo ansiaba volver a su patria. El tiempo transcurrido influyó en que se olvidara el delito que cometió. Además, y para facilitar la realización de sus propósitos, parece ser que obtuvo promesas de protección (le alguna persona de muy alta influencia, y ya en estas condiciones se determinó a regresar a su pueblo. Volvió en la época en que los diestros Pedro Romero y Juan Palomo, Juan Romero, José Leguregui y Juan Esteller eran los ídolos de la afición taurina; compitió con ellos y supo hacerse lugar primero y luego llegar a la primera fila, captándose simpatías cada vez más numerosas y más entusiásticas, hasta el punto de que acerca de su valor sereno y constante se creó una leyenda, según la cual, el Africano despreciaba la vida, amargado por el recuerdo de su primer amor y del trágico suceso que le puso fin. Como jinete no hubo caballo que se le resistiera, pues dominaba fácilmente aun a los más indómitos; enlazando derribando a caballo, no tuvo igual; asombraba a todos practicando estas suertes con una pericia de que no había ejemplo. 


Este fue el fundamento de su fama. Luego, cuando comenzó a torear a pie demostrando en ello tanto valor y tantas aptitudes como para el toreo a caballo, creció aún más su reputación. No había transcurrido mucho tiempo desde el día en que, causando general sorpresa, se presentó como lidiador entre los que acaparaban las simpatías del público, cuando disputaba a estos la popularidad y la lograba tan alta o más que casi todos ellos. Manuel Bellón no se dedicó al toreo para ganarse la vida, pues cuando volvió de su extrañamiento era ya un hombre bien acomodado. De no ser así, de haber buscado en la lidia de las reses bravas una fuente de ingresos, es seguro que el africano se hubiese prodigado más y su fama eclipsaría a la de la mayor parte de sus colegas de entonces. Pero como hemos dicho, solo toreaba por afición, tal vez por lograr el aplauso de la muchedumbre, y en vez de buscar contratas, las rehuía, pues sólo siendo muy buscado, por compromiso y merced a recomendaciones insistentes, accedia a  presentarse en algunas plazas de primer orden. En la década de I760 a 1770 logró sus mayores éxitos y su mayor renombre. Su arte y su valentía, siempre iguales ante toda clase de toros, producían insuperable admiración, Afirmase que él fue el primero que practicar la suerte de matar con los terrenos cambiados, que, como es sabido, consiste en ocupar el torero el terreno de la res, y que es de gran exposición, pues si el diestro no logra salir hacia el centro del redondel, rozando los costillares con precisión matemática, se expone a ser cogido en las peores condiciones , esto es, clavado por el toro en la barrera. Solía matar enrollándose el capote en la mano izquierda, a modo de rodela y aguardando a los toros o yéndose a ellos según los casos. Otra de sus habilidades era la de derribar reses a brazo, cogiéndolas por la cola. Se dice que él inventó este procedimiento, que ya se comprende lo arriesgado que debe de ser por lo poco que se ejecuta. Bellón se retiró pronto del toreo; mejor dicho, se retiró a tiempo, en la plenitud de sus facultades y cuando aún podía haber sostenido la competencia con los diestros de entonces, con muy buen sentido, prefirió que solo quedasen de él buenos recuerdos, y antes de que decayera su fama, renuncio a torear. Su fortuna era más que suficiente para vivir con regalo el resto de sus días,desapareció en forma tan sorprendente como su presentación a la vuelta de Africa. Nadie le vuelve a ver vivo ni a saber a ciencia cierta qué ha sido del ya famoso lidiador. Corren por Sevilla los más extraños y contradictorias rumores, pero no es posible confirmar o negar ninguno. Lo único indudable es que un buen día parece esfumarse sin dejar tras de sí el menor rastro.Fue maestro de Joaquin Rodriguez "Costillares" al que dio la alternativa. 


Creó las cuadrillas organizandolas con: "un medio espada, picadores,rehileteros,chulos,arponeros,parchero y cachetero". 
Poco más se sabe de su vida y aun menos de su muerte, aunque los curiosos que tratan de aclarar los misterios que envuelven al Africano, y esencialmente su desaparición, Ninguno consigue nada. En cambio, algunos folletinistas de exaltada imaginación se despachan a su gusto inventando truculentas y pintorescas explicaciones. Según la que alcanza mayor difusión en la época romántica —sin que nadie acierte a probar que tenga un fundamento sólido— Manuel Bellón, detenido en secreto por la Inquisición en virtud de una grave denuncia presentada contra él. es conducido y encerrado —también en el más riguroso secreto— en la cárcel de Córdoba, donde muere. Pero ni siquiera esta versión tan problemática de los hechos, acierta a decirnos en qué año ni de qué perece el maestro de Costillares.

JOSE DE LA HABA "ZURITO"


José de la Haba Torreras «Zurito». Hijo de Manuel, nació el 10 de abril de 1898 entre capotes de brega y ambiente torero. Con 16 años se inició en serio con la puya en la plaza de Osuna (Sevilla) y a renglón seguido acompaña a su hermano Antonio en la cuadrilla. El prestigio que le seguía a cada actuación, le hizo ser reclamado por Belmonte (1926), «Chicuelo» (1928), «Cagancho» (1930), «El Gallo» (1934) y Venturita (1935). Tras el paréntesis de la Guerra Civil, le reclaman «Bienvenida», Curro Caro, Jaime Noaín, Vicente Barrera, Eduardo Liceaga, Rafael Soria «Lagartijo», Calerito, Alfonso «Chiquilín» y su sobrino Manolo de la Haba Vargas hasta su retirada el 1 de enero de 1959. Jinete excepcional, cotizado por los matadores más prestigiosos, querido por los públicos y admirado por la afición, fallecióel 10 de febrero de 1977

MANUEL DE LA HABA "ZURITO"


Manuel de la Haba Bejarano «Zurito». Hijo de José de la Haba y Manuela Bejarano, nació el 6 de octubre de 1868. El criarse en la finca en donde su padre trabajaba de «conocedor», le llevó a aficionarse muy pronto a los caballos y tomar confianza con las reses bravas. Atlético y valiente, se inició muy joven en novilladas, aunque no despuntó en el manejo de los trastos de torear, y tuvo el acierto de dejarlos para, aprovechando su buena condición de jinete, dedicarse de lleno al oficio de varilarguero, en julio de 1884. Va de fijo en las cuadrillas de «Bebe Chico» (1892), 

Antonio Fuentes (1893) y «Guerrita» (1894) hasta la retirada de éste (el 5 de octubre de 1899). Le siguen después las cuadrillas de «Algabeño», «Conejito», «Machaquito», Manolete (padre), Curro Posada y Rafael Gómez «El Gallo» entre otros. Se retira en 1926, y fallece en Córdoba el 16 de julio de 1936. Completo jinete y picador sin par, fue de éxito en éxito toda su etapa de varilarguero, hasta el punto de ser codiciado por matadores y aprobado hasta la exaltación por los públicos. Casó con Antonia Torreras Molina, quien le dio nueve hijos. El trabajo con el fuego «más seguro» que los cuernos, dejó en el joven Manuel de la Haba unos círculos blanquecinos en torno a los ojos, defendidos por las gafas de forja, lo que le daba un (lejano) aspecto a los de los palomos zuritos.


En una de las corridas de sus inicios, cuando ya se había granjeado una cierta fama entre la afición, y visto que su compañero de terna no se las entendía con el bicho que le había tocado en suerte, se oyó desde el graderío una voz estentórea que gritaba: ¡Eso es mucho bicho «pa» ti; que lo acabe el «zurito»! Y con ese apodo quedó el chaval que lo dejó a sus descendientes como es habitual en Andalucía, quienes como toreros, peones y varilargueros, le han dado lustre y sabor de buen hacer frente a los toros. Con él nace una dinastía de toreos y picadores de recio abolengo, llamada de los "Zuritos" , tanto en sus hijos como nietos.

jueves, 14 de enero de 2016

JOSE CINNEO "CIRINEO"


En la barroca Sevilla del siglo XIX, nació, el 2 de febrero de 1841, un niño que respondía al nombre de José Cinneo, quien reunía vocación en la embarazosa profesión de la lidia de reses bravas; valor, elegancia y hechuras inmaculadas que se manifestaban de inmediato y, con ese don que no todos son tocados por esa varita mágica, penetraba de inmediato en el ánimo de la concurrencia. Ser torero, un honor En los albores del siglo XIX, los toreros emergían en España por racimos, el querer serlo significaba todo un honor, como ocurre en la actualidad, máxime cuando el matador se coloca en el pecho la etiqueta de ser una figura del espectáculo. José Cinneo empezó a torear muy joven a los 17 años, por aquella época a esa edad se consideraba un niño, en capeas, y a partir de 1861 hasta 1863, actúa ya como banderillero a las órdenes de Agustín Pareira. Camina como tal en forma dinámica, pues en 1864 pasa a la cuadrilla de Francisco Arjona Herrera Cúchares y lo mismo en la de Manuel Domínguez Desperdicios y otra cuadrilla de menos talante: la de Nili. Recorre la región andaluza como Cádiz, Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera, cosos de indudable jerarquía. 

Ese mismo año, el 17 de julio, por una casualidad del destino estoqueó un toro, primera vez que lo hacía, en la plaza de Sevilla y con un triunfo definitivo y convincente. Al concluir la temporada de ese 1864, se inició una terrible competencia entre Cirineo y su tocayo José Giráldez Jaqueta. Los revisteros de la época advierten que es de las más encarnizadas que hayan existido entre toreros, dado que, en más de una ocasión, se vio obligada a intervenir la autoridad para que no hubiese derramamiento de sangre entre los partidarios de ambos diestros. Es menester señalar que en ese lapso José Cinneo era media espada, novillero. La rivalidad provocó que tanto Cirineo como Jaqueta toreasen con continuidad varios años... ¡Salían a comerse uno y otro! Hasta que llegó el año de 1869, el 30 de mayo, y en la mismísima Sevilla, cuando se consuma la ceremonia de la alternativa. Su padrino es el maestro Antonio Carmona El Gordito y Manuel Fuentes Bocanegra el testigo. No había un doctorado con más jerarquía en ese romántico lapso. Sin embargo, hablan las enciclopedias de que -suponemos fue la confirmación de la alternativa- la que prevaleció fue la que le confirió en Madrid, nada menos que un figurón, Salvador Sánchez Frascuelo, el 24 de mayo de 1874. 
José Cinneo realizó temporada en América. Lo hizo en Montevideo, Uruguay, donde la fiesta ya había germinado y crecía con fuerza. No hubo mucha suerte y regresó a España. Corría el año de 1875 cuando, notoriamente, se observó que las facultades en el fino matador iban a la baja, se mermaban. Sí, el brandy y el tintorro le habían causado estragos muy serios en su organismo. La incongruencia, los toros, aunque le hirieron, nunca le causaron nada de lo normal; en cambio, los virtuosos caldos lo llevaron a una decadencia prematura... al fracaso. 
En esos años, profesionalmente hablando, hasta la década de 1890 actúa en novilladas y corridas de poca importancia, sin categoría. El revistero Manuel de la Riva, esbozó de Cinneo: "Un torero de corto repertorio, pero de elegante factura. Su especialidad fue siempre el torear de capa, en cuyas suertes era una semejanza de su maestro Manuel Domínguez Desperdicios... De los toreros antiguos de mi tiempo, éste y José Sánchez del Campo Cara-Ancha han sido los que más me han satisfecho a mí toreando de capa". Todavía, señala la leyenda, se le programó en Sevilla a las órdenes de Manuel García y Cuesta El Espartero. Cirineo banderilleó al cuarto de la tarde. Aquella fue su última actuación en la que tomó parte. El maestro le auxilió constantemente, sin olvidar que fue discípulo de Cirineo cuando el señó Manuel empezaba en sus andanzas dentro del mundo del toro. La vida le jugó otro mala broma a José Cinneo, cuando, el 27 de mayo de 1894 Perdigón de Miura mata a El Espartero en Madrid. Esa protección que recibía Cirineo se esfumó como sus bienes. Los últimos años de su vida los pasó sufriendo toda clase de privaciones como consecuencia del alcoholismo, hasta que murió el 13 de diciembre de 1899 en su adorada Sevilla.

Acompañó a Antonio Carmona "El Gordito" en la Feria de Algeciras de 1868, matando un toro de una extraordinaria estocada, por lo que recibió el astado como regalo. 

viernes, 8 de enero de 2016

DACIO MARTIN "PONTONERO"


Dos santos hay con este nombre; uno de ellos, obispo de Milán, conmemorado por la Iglesia el 14 de enero, en cuyo día del año 1885 nació el Pontonero en Granja de Muedra, un pequeño agregado de la villa de Valoría la Buena (Valladolid). Hijo de unos humildes hortelanos, vivió hasta los doce años en dicho caserío, y trasladado a la capital de la provincia, aprendió allí el oficio de albañil, que practicó hasta que fue soldado. Prestó el servicio militar en Zaragoza, en el regimiento de Ingenieros Pontoneros, origen de su apodo, y como sentía mucha afición a ser torero, la permanencia en un cuerpo montado le sugirió la idea de hacerse picador. Licenciado que fue y vuelto a su tierra, resolvió agarrar la puya, y sin previos ensayos salió a picar por vez primera, allá por el año 1910. en Palencia. En aquella misma temporada actuó de reserva en las corridas de Gijón y Aranda de Duero, continuó adiestrándose cuándo y dónde tenía ocasión y podía y en 1912 se fue a Madrid, donde empezó a actuar de "entra y sal". Su primer jefe fue Serafín Vigióla (Torquito) ; después, Agustín García Malla; más tarde, su paisano Pacomio Peribáñez, y luego Dominguín (Domingo González). Pero ha picado a las órdenes de numerosos matadores, tanto de toros como de novillos; antes y después de su estancia con el mencionado Dommguín, el Pontonero ha toreado suelto con muchísimos espadas, tantos, que ni él mismo los recuerda. Los años 1923, 24, 25 y 26 perteneció a la cuadrilla de Braulio Lausin {Gitanillo, el de Ricla); en 1927 y 1928 tuvo por jefe a Valencia II , y en 1929, 30 y 31 al mejicano Armillita - chico. El 16 de julio del año 1912 presenciaba Dacio Martín y Torres, como mero espectador, en Burgos, una corrida en la que tomaba parte Vicente Pastor y el Gallo y se lidiaban toros de Anastasio Martin, reses que salieron pegando fuerte a los picadores y en un dos por tres mandaron a la enfermería a Pegote (Pedro Fernández), Alejo y Cochero. Alguíen se enteró de que allí estaba el Pontonero, fue reclamada su ayuda por el contratista de caballos, se vistió con el traje de uno de los compañeros heridos y salió a picar. Nunca lo hiciera. En una caída sufrió la rotura de la clavícula izquierda y la pérdida de varios dientes. Otra vez, en Murcia, el 4 de abril de 1926, un toro de los Herederos de Esteban Hernández le rompió la pierna izquierda en otra caída. Además, cuando empezaba a ser picador, sufrió la fractura del brazo izquierdo en Valladolid. Los percances de menor cuantía han sido numerosos. Es un hombre sencillo y cordial. Se retiró de los ruedos el 22 de Febrero de 1945,La corrida era de Pablo Romero y fue lidiada por los diestros, “Andaluz”, Fermín Rivera y Montani.

ANGEL PARRA "PARRITA"


Ángel Parra y Pérez era hijo de unos labradores de Huércal-Overa, villa y cabeza de partido judicial de la provincia de Almería. En dicha villa nació el 27 de noviembre de 1898, y en cuanto tuvo edad para trabajar, le dedicaron sus padres a las faenas del campo, a las que se entregó hasta que. cumplidos los diez y nueve años, se sintió invadido por la afición al toreo y comenzó a rodar de pueblo en pueblo como lidiador de a pie en funciones de humilde banderillero. No le dieron gloria ni provecho aquellos principios; ejerciendo aquella actividad, es seguro que no hubiera salido nunca del montón anónimo; pero su ingreso en filas determinó un cambio en el desarrollo de sus aficiones, como luego veremos. Soldado de artillería en Palma de Mallorca, una vez licenciado se trasladó a Madrid en busca de alguna ocupación y trabajó como peón de albañil, logrando luego, con ayuda del picador Lobatón, servir como mozo de plaza en aquel circo taurino, servicio que fue inclinando su ánimo a hacerse picador de toros y realizar así sus ilusiones de ser torero, aunque no de infantería, como en-un principio pretendió. En el año 1924 hizo la prueba en la plaza de Tetuán, actuando una sola vez como reserva, y con igual carácter picó aquel mismo año en Vista Alegre (Carabanchel) en diversas novilladas. Contó siempre con el apoyo de Lobatón, y entre éste la buena traza que él demostraba, consiguió darse a conocer, tanto es así que en 1925 le dio un puesto en su cuadrilla el infortunado novillero Pedro Montes. Trabajó luego suelto, sin matador fijo, y con Luis Freg, Emilio Méndez, Barajas y otros fue toreando lo que pudo y destacándose más de día en día, hasta que ya avanzada la temporada taurina de 1929 se incorporó a la cuadrilla de Nicanor Villalta, habiendo pertenecido a la misma hasta la terminación de la de 1930. En 1931 ha entro a las órdenes de Domingo Ortega,Pepe Luis Vázquez, Manolete, su sobrino Parrita y Antoñete.El picador encabezaba una larga estirpe torera, que Integran su sobrino, Agustín, matador de toros; sus hijos, Emilio, Angel y Luis, los dos primeros picadores y el tercero matador de toros y ahora banderillero, que actúo a las órdenes de Paco Camino, y su sóbrino-nieto, Agustín. Falleció en Madrid a los 80 años de edad en Febrero de 1977.

jueves, 7 de enero de 2016

LA CICATRIZ DE MANOLETE


Cuando Manuel Rodríguez recibió en Murcia el puntazo que le dejó en uno de los carrillos de la cara la señal para siempre , fue visitado en la enfermería donde era curado por el eminente doctor Sánchez Parra , por el representante de la Empresa , don Antonio Saura .Como éste sabía que Camará le había indicado a Manolete darle las «afueras » al toro causante de la desgracia , le preguntó al cordobés : 
—¿No le habrá ocurrido esto por no haberle hecho caso a Camará ? 
Manuel Rodríguez contestó : El toro mé había «avisado » dos veces, pero yo tenía que estarme quieto . Inconvenientes de llamarse Manolete . 
Hizo una pausa y continuó : —Quería hacer una buen a faena , pues en Murcia nunca he tenido mucha suerte .

ANDRES HERNANDO GARCIA


Nació en La Velilla de Pedrajas (Segovia) el 26 de febrero de 1938. Hizo su presentación con picadores en la madrileña plaza de Chinchón, un 24 de junio de 1956. Dos años después, el 6 de julio de 1958, hizo su debut en el ruedo de la plaza Monumental de Las Ventas (Madrid); pero no tomó la alternativa hasta el 1 de julio de 1962, fecha en que compareció en la plaza de toros de Segovia para, apadrinado por el madrileño Victoriano Cuevas Roger (“Victoriano Valencia”), dar lidia y muerte a estoque al toro Generoso, perteneciente al hierro de Arranz. En aquella ocasión, hizo las veces de testigo el matador salmantino Santiago Martín Sánchez (“El Viti”). Para confimar este doctorado taurino, el 29 de marzo de 1964 Andrés Hernando García compareció ante la severa afición de la Villa y Corte. Venía apadrinado por el coletudo Antonio Medina, quien, ante el testigo José Antonio Montilla, le cedió los trastos con los que había de enfrentarse al astado Bellaquito, perteneciente a la vacada de don Salvador Guardiola. Aunque se mantuvo en el ejercicio ininterrumpido de la profesión hasta la temporada de 1972, se destacó sobre todo por los festivales benéficos que organizaba en pro del Asilo de Ancianos de Morata de Tajuña (Madrid), festejos que llegaron a convertirse en un punto de obligada referencia dentro de la temporada regional madrileña. Tras apartarse del toreo activo en 1973, volvió a pisar los ruedos en la temporada de 1974. El día 5 de octubre de aquel año, rodeado por sus paisanos en la plaza de toros de Segovia, se cortó la coleta tras haber lidiado y estoqueado reses de la ganadería de Ramos Matías. Le acompañaron en el cartel de su despedida el espada salmantino Santiago Martín Sánchez (“El Viti”) y el coletudo vallisoletano Roberto Domínguez Díaz.

JOSE HUGUET "MELLAITO"


Formó parte como segundo espada de la cuadrilla de niños Barceloneses bajo la dirección de Mariano Armengol, actuó como novillero,banderillero y sobresaliente según la ocasión y el interés del momento. En 1897 viajo a México como banderillero de la cuadrilla de Diego Prieto "Cuatro dedos". En 1899 en Bilbao fue cogido al entrar a matar al novillo Escapulario de la ganadería de Palha, causándole una grave cornada en el pecho que el Doctor Castro en su parte facultativo definía como "herida penetrante en la parte lateral derecha inferior de la región torácica, interesando el sexto espacio intercostal de pronostico grave". 


Después de una lenta recuperación llego el retiro, se sabe que en 1927 trabajaba como "Cap de collá" (jefe de grupo) en los muelles del puerto de Barcelona.


viernes, 1 de enero de 2016

EL QUIEBRO DE LA LEVITA


Erase el año 1858. El día no podía ser más hermoso. El sol lucía esplendorosamente,  dejando sentir los efectos de sus rayos del mes de junio. Toda Sevilla rebosaba fiesta: las fachadas de las casas recién blanqueadas hacían resaltar los mil colores de las colgaduras y pañolones de Manila que pendían de sus balcones, de los cuales formaban digno marco el verde de las tupidas enredaderas y el color violáceo de sus flores. Las calles no podían contener aquel simpático bullicio. La procesión del Corpus no tardaría en recorrer las vías que se hallaban entoldadas para resguardar del sol a tanto ser humano. Se veia a las mujeres pasar airosamente, haciendo crujir sus blancas enaguas; luciendo sus hermosas cabezas adornadas con la rica mantilla de blanca blonda, su grupo de vistosas flores en el sedoso cabello y abultado seno, en busca de la casa amiga, en que habían de presenciar el paso de aquellas imágenes tan netamente andaluzas. 

Las flores y piropos que de los grupos de gente bulliciosa salían, eran contestados por ellas con alguna frase ingeniosa que delataba el buen humor de la persona agraciada. Mientras esto ocurría en la calle, en uno de los colmados más concurridos de la capital, y en tomo de una mesa en cuyo centro se veía un plantel de cañas de olorosa manzanilla, exponían su opinión un buen número de aficionadas sobre el hermoso trapío de las ocho reses de don Anastasio Martín, que la noche anterior habían sido encerradas en los corrales de la Plaza y que aquella tarde debían ser lidiadas por Manuel Domínguez y otro matador de los que por aquel entonces compartía con éste los aplausos. Los más entusiastas elogiaban la buena presentación de la corrida, pues que todas las reses eran muy iguales y todas de pelo negro, color dominante en la ganadería de don Anastasio. Para que nada faltase a aquella animada conversación taurina, entraron en tela de juicio los quiebros de Antonio Carmona Gordito, que en aquella época valieron a este diestro tantas y tan merecidas ovaciones. Los alegres pasodobles anunciaron a este grupo de entusiastas que la procesión había terminado y las tropas que cubrían la carrera se retiraban a sus cuarteles. Con la esperanza de presenciar una superior corrida por lo que de la discusión se dedujo, se despidieron, no sin antes acordar que a la terminación del espectáculo y en aquella misma mesa se cambiarían las impresiones y se discutiría la labor ejecutada por los diestros que habían tomado parte. La Plaza rebosaba de gente. 

Presenciaba la corrida el Sermo. Infante Duque de Montpensier. Se habían lidiado tres toros con general aplauso. El cuarto, de nombre Limeto, de mucho poder y bravura, había tomado 26 varas de Francisco y Antonio Calderón y del Corvino, a los cuales mató ocho caballos. El público se apercibió que en uno de los palcos y presenciando la corrida, se hallába el joven Antonio Carmona (entonces contaba veinte años) y, como movido por un resorte, pidió que el muchacho ejecutara su suerte favorita. El Gordito, siempre tan galante con los públicos, no iba a serlo menos para con sus paisanos, y entre una delirante salva de aplausos bajó al redondel dispuesto a enloquecerlos. Tomó los palos y citó al de don Anastasio, que se íe arrancó veloz como el rayo. Carmona le cambió; pero tan ceñido pasó el toro a su cuerpo, que en el asta derecha llevóse, a guisa de bandera, el faldón derecho de la levita que vestía. El aplauso con que el público premió aquel par de banderillas debe repercutir aún en los oídos de tan aplaudido diestro. Manuel Domínguez dio muerte a este hermoso toro de una superior estocada recibiendo, muerte tan noble cual su nobleza merecía. 

Media hora después de la corrida celebraban en el colmado los dos quiebros: el del par puesto por Carmona al cuarto toro y el quiebro de la levita.