sábado, 11 de noviembre de 2017

"SAGAÑON"



Cierto que el gran torero cordobés lleva el mismo alias que su padre, del que lo heredó; pero no es menos cierto que, de no haber intervenido Machaquito, el diestro cordobés no se apodaría Manolete, sino Sagañón, lo que hubiera sido horrible para traerle y llevarlo con ditirambo en letras de molde. Mucho trabajo costó a Cagancho imponer su mote, y la serie de inventivas con que se le quiso explicar... Que sí al padre le llamaban así porque cantando se parecía a un pájaro conocido por tal nombre que si era porque, cuando forjaba ganchos para pozos, hacia apócope del adverbio de cantidad el indicar a los compradores el precio que sí era porque... Pero nada de esto hace al caso; lo que queremos poner de relieve, al hacer referencia al apodo del famoso gitano—que algunos cronistas, por sensibilidad pituitaria, trataron de transformar prosódicamente para que fuese menos malsonante—, es cuánto habría tenido que luchar Manuel Rodríguez para hacer respetar el Sagañón y que no se lo lanzaran a la cara en una de esas tardes en que el público se le pone de uñas porque no da más que media docena de estatuarios y veinte naturales sin moverse. Mas contemos las circunstancias históricas por las que —en virtud de la ley de herencia tauromáquica—
  pudo librarse Manolete de cargar con alias tan feo.

Fue en 1898 cuando Rafael Gómez (que entonces se apodaba Gallito y que a la sazón no contaba más que quince años) puso un telegrama a Machaco invitándole a salir al tren en Córdoba, para formar con él pareja, por haberse disuelto la que con Revertito había constituido hasta entonces. Rafael González, que nunca pecó de hablador, estuvo aquel día de lo más elocuente: «Buenas tardes. ¿Está usté bueno? ¿La famlia buena? Usté es El Gallo, ¿verdad? Pues yo soy Machaquito». Se estrecharon, como dos hombres formales; las manos, y Gallito hizo a su futuro compañero los honores del vagón de tercera en que viajaban.

 —Y yo, ¿no podría ir con ustées?
—dijo a El Gallo un chiquillo de unos trece años, vestido con guayabera de dril, pantalón ajustado y gorrilla
—. Le arvierto a usté que yo banderilleo mu bien y soy mu valiente. ¿Verdá, Rafael? 
—añadió, solicitende, can una ansiosa mirada, de aprobación de su amiga 
—¿Y tú quién «íes?—le preguntó El Gallo. 
—Manué Rodriguez, er Sagañón. 
—¿Y qué eso ? 
—No lo sé; así me yaman. 

Pero Rafael no se prestaba a complacerle porque ya tenía completos los equipos. Tanto suplicó y lloró el chaval que, al fin, se compadeció de él y consintió en que les acompañase. Ya el tren en marcha. El Gallo volvió a preguntar al muchacho: 
—¿Cómo dices que te yaman? 
—Sagañón. 
—No me gusta pa el cartel Y tu apeyío es poco pa torero. Habría que ponerte otro mote... 
—Podríamos ponerle
—intervino Machaquito
—Manolete, como yaman a su podre... 
—Sí. señó: Manolete Eso sera mejó. 

Y así quedó convenido. Y al debutar en Valladolid, o los tres días de ocurrir esto, ya Manuel Rodríguez—padre del monstruo de la tauromaquia y tercero en su familia llamándose Manolete —, en vez de figurar con su apodo de Sagañón, lo hizo con el que ahora se pronuncia con admiración reverente en todas las tertulias y corrillos taurinos.

DIAGNOSTICO


Cuentan en los mentidero taurinos y a Rafael Garcia Escudero "Rafael Albaicin" se lo atribuyen que fue volteado y herido por un toro. Entre cuatro Io trasladaron a la enfermería, suponiendo que la lesión era de gravedad. En la barrera número 1 estaban tres o cuatro amigos íntimos del herido, los cuales llamaron a un monosabio, y dándole propina le encargaron que fuera a averiguar la importancia de la herida. Fue el hombre a cumplir el encargo, y penetró en la enfermería al mismo tiempo que exclamaba el médico, reconociendo al diestro: —No hay cuidado; es un ligero puntazo cerca del esófago. El mono volvió a salir satisfecho con el dictamen facultativo, y se dirigió a donde esperaban los amigos del herido.
—¿Qué hay,..
—Preguntó con entusiasmo uno de ellos. .
—¡Total ná!—contestó el mozo.
—Una corná en el sarcósfago.

UN CONSEJO


Se celebraba una corrida en la plaza de toros del Puerto de Santa Marla. Uno de los picadores era Jose Trigo "Lechero", al que hicieron montar sobre un jamelgo imposible, huesoso,derrengado y Ileno de alifafes, con la circunstancia de que el animalito debía saber latín y olla a los toros a media legua de distancia. Cuantos esfuerzos hicieron los monos para acercarlo A la fiera resultaron inútiles; el esqueleto, animado principiaba a recular,—como diría cualquier baturro,—y no paraba hasta que se lo impedía la barrera. Trigo hacia los imposibles: el publico brutal, que en todas partes. abunda, achacaba a trabajos y amaños del jinete lo que solo era resabios del caballo. Por fin, el animal pareció olvidar su vicio y fue derecho al toro; pero cuando este lba a meter la cabeza, el potro principio a retroceder sin que bastaran a detenerlo los estacazos furibundos de los monos. Dominando los mil ruidos de esta clase de espectáculos, grito un gañan, después de colocar sobre su boca las dos manos en forma de bocina,
—Camarada, amontese ustè al reves y Ilega usté de gorpe a San Bernardo...

ANCHO AL PRIMER TORO


Asi lo contaba Natalio Rivas Santiago, politico,Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, escritor (entre otros Toreros del Romanticismo: (Anecdotario taurino) (1947),La Escuela de Tauromaquia de Sevilla y otras curiosidades taurinas (1939) y abogado. Padre del arquitecto Pedro Rivas Ruiz.
"En 1914, con motivo de la feria de septiembre en Albacete, me trasladé a la capital de la Mancha con mi hijo Pedro, niño entonces de catorce años, que tuvo la ilusión de acompañarme para ver torear a nuestro amigo. Hospedados en la misma fonda que Juan, quiso ml chico satisfacer una curiosidad tnuy corriente: la de ver al torero vestirse de luces. Juan, encantado, accedio al deseo de mi muchacho y se vistió ante él. Yo estaba Presente La curiosidad de mi Pedro crecia con los detalles de la complicada ceremonia: pero cuando llegó al limite de su asombro fue en el momento en que le vio ceñirse la faja. Usted sabe que la faja, fuertemente sujeta por un extremo al talle del matador, es atirantada en toda su extensión por el otro en manos del mozo de espadas.El torero gira sobre si mismo, da unas vueltas veloces. y al cabo de ellas queda ceñido, preso y envarado en una seda más eficaz para el caso que el .acero mismo. Mi chico le contemplaba pasmado, sin comprender cómo podia respirar dentro de aquel cilicio, y mucho menos cómo podia correr en la brega de los loros. Juan le dijo entonces:
-Pues todo esto, Perico, se nos queda ancho a los toreros cuando sale el primer toro.
Lo sorprendente de esta afirmacion en labios de un torero tan bravo me hizo Intervenir: - ¿Lo dices en serio o en broma? - Lo digo con toda mi alma! El torero que le diga a usted que en su oficio no siente el miedo, le engaña. La gente dice que yo no lo conozco; y yo le digo, lisa y llanamente. que de camisa para dentro lucho con él y le puedo".
Asi desnudaba Juan Belmonte su alma valerosa ante, un niño de catorce años.

REBONZANITO Y LA MALA SUERTE.


Domingo Uriarte "Rebonzanito". -en su primera época- salia a la Plaza últimamente con el parietal Izquierdo resguardado por una placa de plata. recubierta de pelo, para proteger el temporal de dicho lado donde le faltaba gran cantidad de hueso a consecuencia de una cornada. Siendo novillero y toreando en Mondejar un novillo saltó al tendido y del tendido al callejon, la gente en su huida hizo caer a Rebonzanito con tan mala fortuna que se clavo una banderilla en el muslo, varios individuos tiraron de ella para quitarsela con tanta fuerza que al sacar el palo le partieron la femoral. Al dia siguiente a Rebonzanito le dieron los sagrados sacramentos, afortunadamente escapó de las garras de la parca y fallecio en Madrid el 26 de junio de 1971 a los 77 años.

ANTIS EN 1909






Sí esto que voy a referir hubiese sucedido años después de aquél de 1909, nada de particular tendría que. desde la idea hasta la «puesta en marcha», fuesen todo obra del propio Eugenio Noel escritor sobradamente conocido entre los viejos aficionados a la fiesta nacional. Para quienes no alcanzaron aquella época, se hace necesario decir que Noel dedicó una gran parte de su vida a defender, desde la tribuna y la letra impresa, la abolición de las corridas de toros, «provocando a veces sus Conferencias apasionadas controversias, que. en ocasiones, llegaron hasta producir disturbios locales (Eugenio Noel, seudónimo de Eugenio Muñoz Díaz, fue un novelista, ensayista y publicista español, que se significó como un enconado detractor de la tauromaquia y el «flamenquismo»). 

Asi, a primera vista, nada dice esta foto que sirve para ilustrar las lineas que siguen, y de no ser por el estandarte que se alza sobre el centro del grupo, en el que en grandes caracteres puede leerse COMISION ABOLICIONISTA, cabría suponer si estos señores acaban de salir de presenciar algún espectáculo matinal, o están viendo actuar a los bomberos en los trabajos de extinción de un incendio en la acera de enfrente. Pero aun cuando ambas suposiciones entran de lleno en el terreno de lo verosímil, ni salían de ninguna seda, ni frente a ellos las llamas había a efectuar el recorrido que se propusieron, optaron por retirarse a sus domicilios en busca del almuerzo, dejándonos como recuerdo de aquella mañana del domingo 18 de julio esta foto que tiene la fuerza de lo extraordinario, de lo inhabitual, por lo que bien merece figurar en el Museo Taurino. 

Aquella tarde, la Plaza de la Barceloneta casi se llenó de público para ver lidiar por Guerrerito y Gaona seis astados de Solis. Y el lleno hubiese sido toted de no encontrarse enfermo el Gallo y herido Machaquito. que eran los matadores contratados en un principio para despachar esta corrida, en la que. a poco de comenzar, apareció en uno de los tendidos de sombra un gran letrero en el que se decía: «¡Viva la fiesta nacional!». Elocuente respuesta —dijo un cronista—. que algunos aficionados daban a la abortada manifestación que los abolicionistas habían intentado aquella mañana. Dos meses antes, en día de trabajo y con tiempo muy inseguro, se había celebrado en el coso madrileño la tradicional corrida de Beneficencia que produjo un ingreso de más de ochenta mil pesetas para los pobres qué reciben asistencia diaria en estos hospitales de la capital de España.