miércoles, 3 de diciembre de 2014

LOS HERRERAS, LOS ARJONAS Y SUS DERIVADOS


Dilatada ha sido la dinastía de los toreros que ostentaron esos apellidos, los cuales quedaron vinculados al contraer matrimonio el padre de Cuchares con una sobrina de Curro Guillén. El primer Herrera torero de quien hay noticias fue un tal Francisco, que existió poco después de mediado el siglo XVIII, y no debió de significarse mucho por cuanto en las obras históricas apenas se encuentran huellas de sus andanzas por los ruedos taurinos. Hijo suyo fue Francisco Herrera Guillén, apodado Curro, quien, según el libro del Marqués de Tablantes ya mencionado en estos trabajos, toreó por primera vez en Sevilla como espada en 1778, alternando con el célebre Pepe-Illo.
Dilatada ha sido la dinastía de los toreros que ostentaron esos apellidos, los cuales quedaron vinculados al contraer matrimonio el padre de Cuchares con una sobrina de Curro Guillén. El primer Herrera torero de quien hay noticias fue un tal Francisco, que existió poco después de mediado el siglo XVIII, y no debió de significarse mucho por cuanto en las obras históricas apenas se encuentran huellas de sus andanzas por los ruedos taurinos. Hijo suyo fue Francisco Herrera Guillén, apodado Curro, quien, según el libro del Marqués de Tablantes ya mencionado en estos trabajos, toreó por primera vez en Sevilla como espada en 1778, alternando con el célebre Pepe-Illo.
Padre e hijo eran sevillanos y el segundo tomó por esposa, cuando le llegó la hora de la coyunda matrimonial a una hija del espada Juan Miguel Rodríguez. De tal matrimonio nació en Utrera en el año 1783 el famoso Francisco Herrera Rodríguez, más conocido por Curro Guillén. diestro que adquirió justa nombradía, pues desaparecidas las grandes figuras de Romero, Costillares y Pepe-Illo, fue, sin duda, el torero más notable que existió hasta el año 1820, en cuyo día 20 de mayo dejó de existir en Ronda víctima de la cogida que sufrió de un toro de Cabrera. Con una sobrina de Curro Guillén se casó un tal Manuel Arjona, alías Costura, el cual figuró de banderillero en la cuadrilla de aquel infortunado espada, y fruto de dicha unión fue el celebérrimo Francisco Arjona Herrera (Cúchares), nacido en Madrid en 1818, muchacho verdaderamente precoz, pues contaba solamente diez y seis años cuando ya figuraba en la cuadrilla del notable Juan León. Juan Pastor le dio la alternativa en Madrid en 1840 y fue, sin duda de ningún género, el torero más hábil, más sabio... y más ventajista que ha existido. Murió del vómito negro, en la Habana, en 1868.
De sus hazañas, de su rivalidad con el Chiclanero y de la hegemonía que a la muerte de éste ejerció en el toreo, no es ahora ocasión de hablar, por no hacer excesivamente largo éste escrito. Hijo también de Costura, y, por consiguiente hermano de Cuchares fue Manuel Arjona Herrera, diestro de tan pocos méritos, que de no ser hermano de quien era seguramente no hubiese llegado a tomar la alternativa, la cual le fue otorgada por el repetido Cúchares en 12 de junio de 1848 en Madrid, y no el 9 de septiembre de 1849, como afirman algunas obras históricas. Manuel Arjona toreó por última vez el 25 de enero de 1878 (cuando ya se halla retirado) en una de las corridas que se dieron en la corte para solemnizar el matrimonio de Don Alfonso XII con doña Mercedes de Orleans. Hijo de Cúchares fue Francisco Arjona Reyes (Currito), nacido en Sevilla el 20 de agosto de 1845, diestro muy notable, con aptitudes según cuentan para competir con Lagartijo y Frascuelo, de quienes fue coterráneo, pero como dio en ser prototipo de la indolencia y del poder y no querer, dejó de alcanzar la celebridad que obtuvieron Rafael y Salvador. Padre e hijo eran sevillanos y el segundo tomó por esposa, cuando le llegó la hora de la coyunda matrimonial a una hija del espada Juan Miguel Rodríguez. De tal matrimonio nació en Utrera en el año 1783 el famoso Francisco Herrera Rodríguez, más conocido por Curro Guillén. diestro que adquirió justa nombradía, pues desaparecidas las grandes figuras de Romero, Costillares y Pepe-Illo, fue, sin duda, el torero más notable que existió hasta el año 1820, en cuyo día 20 de mayo dejó de existir en Ronda víctima de la cogida que sufrió de un toro de Cabrera. Con una sobrina de Curro Guillén se casó un tal Manuel Arjona, alías Costura, el cual figuró de banderillero en la cuadrilla de aquel infortunado espada, y fruto de dicha unión fue el celebérrimo Francisco Arjona Herrera (Cúchares), nacido en Madrid en 1818, muchacho verdaderamente precoz, pues contaba solamente diez y seis años cuando ya figuraba en la cuadrilla del notable Juan León. Juan Pastor le dio la alternativa en Madrid en 1840 y fue, sin duda de ningún género, el torero más hábil, más sabio... y más ventajista que ha existido. Murió del vómito negro, en la Habana, en 1868.


De sus hazañas, de su rivalidad con el Chiclanero y de la hegemonía que a la muerte de éste ejerció en el toreo, no es ahora ocasión de hablar, por no hacer excesivamente largo éste escrito. Hijo también de Costura, y, por consiguiente hermano de Cuchares fue Manuel Arjona Herrera, diestro de tan pocos méritos, que de no ser hermano de quien era seguramente no hubiese llegado a tomar la alternativa, la cual le fue otorgada por el repetido Cúchares en 12 de junio de 1848 en Madrid, y no el 9 de septiembre de 1849, como afirman algunas obras históricas. Manuel Arjona toreó por última vez el 25 de enero de 1878 (cuando ya se halla retirado) en una de las corridas que se dieron en la corte para solemnizar el matrimonio de Don Alfonso XII con doña Mercedes de Orleans. Hijo de Cúchares fue Francisco Arjona Reyes (Currito), nacido en Sevilla el 20 de agosto de 1845, diestro muy notable, con aptitudes según cuentan para competir con Lagartijo y Frascuelo, de quienes fue coterráneo, pero como dio en ser prototipo de la indolencia y del poder y no querer, dejó de alcanzar la celebridad que obtuvieron Rafael y Salvador.

viernes, 28 de noviembre de 2014

MANUEL BERNALDEZ-ZERPA "MANOLO ZERPA"


Nació en Villanueva del Ariscal (Sevilla) el 29 de septiembre de 1930. Su niñez transcurrió en su pueblo donde se inició en el mundo del toreo a finales de los años 40 en tentaderos, capeas o becerradas que él mismo organizaba ante la mirada del mismísimo Rafael "El Gallo", una afición que compaginaba con sus estudios de la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla. 


En 1951 se vistió por primera vez de luces en Huelva y al año siguiente lo hizo en Sevilla con una novillada de Lancha compartiendo cartel con Miguel Ortas y Antonio Chenel "Antoñete" y también en Madrid, tarde en la que estoqueó reses de D. Antonio Cembranos con Manolo Sevilla y Morenito de Córdoba, obteniendo un sonado éxito. Tras pasar por estas dos plazas, en el año 1953 toreó en Alicante, Huelva, Pamplona, Madrid, entre otras ferias, en Portugal y en toda España y parte de Francia y en muchas tardes hizo pareja con Antonio Borrero "Chamaco", toreando un total de 45 novilladas. En 1959 decidió tomar la alternativa en Cartagena en un cartel conformado por Cascales, Vicente Blau"El Tino" y Zerpa, con toros de Pérez de la Concha. En tal categoría toreó poco y en el año 1964 abandonó los ruedos, tras el nacimiento de su primer hijo. No obstante, toda su vida estuvo ligada al mundo de los toros hasta su fallecimiento acaecido en su ciudad natal en Junio de 2012.

jueves, 20 de noviembre de 2014

UNA RECTIFICACION,UN TELEGRAMA Y UNA NOTICIA.

caricatura de Gaona

Con motivo de una actuación de Rodolfo Gaona en Madrid, un critico taurino hizo determinadas observaciones acerca de la manera que había salido de la suerte al dar un pinchazo, y uno de los amigos del diestro replicó al critico en cuestión diciéndole por escrito que cuando el espada pin,ha en hueso no puede salir por la cola del toro, puesto que, al no agarrar los blandos, mal podía seguir el viaje. Pocos días después, yendo el diestro mejicano de Madrid a Barcelona, hubo de detenerse en Zaragoza por sentirse indispuesto, y el mismo amigo de marras telegrafió a Madrid diciendo que Gaona no podía seguir el viaje por dicha causa, circunstancia que aprovechó el mencionado critico para publicar la noticia de la indisposición del torero con los siguientes titulo subtitulo:
"Rodolfo Gaona no ha podido seguir el viaje." "Indudablemente, no habla agarrado los blandos."

SITUACIÓN INEXPLICABLE

"Machaquito"

Cierta compañía de comedias, al ir a actuar en Córdoba, hizo su presentación en el teatro del Duque de Rivas, poniendo en escena la obra "Quince millones", de Pedro Muñoz Seca. La compañía tuvo una favorable acogida; pero como en provincias había que renovar el cartel frecuentemente, a los tres días de actuación se puso en escena "Una americana para dos". Y comentando en una reunión de amigos el feliz éxito alcanzado por la compañía, dijo "Machaquito", que era uno de los contertulios:
No me explico el exitazo de los cómicos: empezaron con 15 millones... ¡y ya no tienen ropa que ponerse!

miércoles, 19 de noviembre de 2014

LORENZO SANCHEZ


Varilarguero gaditano que vio la luz en la simpática ciudad de Vejer de la Frontera --cuna de excelentes lidiadores de a caballo—, en los comienzos del año 1819. El historiador don José Sánchez de Neira, que vio trabajar a este piquero en el ruedo madrileño, al ocuparse del «tío Lorenzo”: como sus compañeros le nombraban, es «Uno de los mejores picadores que después del año 1840 se han presentado en la Plaza de Madrid. Aunque su figura no era notable, su arte sí lo era, y lució mucho en la cuadrilla que dirigió «el Chiclanero». Nadie se le puso por delante en el año de 1852, en que trabajó tan renombrado torero.» 

No poco favorecido sale este buen garrochista de la pluma del famoso crítico taurino, el autor del «Gran Diccionario Taurómaco», pues si bien es cierto que el lidiador gaditano tuvo temporadas brillantes, de gran eficacia y relieve, como esa de 1852 en Madrid y varias más en provincias, no es menos cierto que en algunas otras, por enfermedades y otras causas, descendió bastante la valía de sus labores, llegando hasta ser supeditado por compañeros menos artistas, menos hábiles, pero ,más animosos y arrojados. En unas semblanzas de lidiadores, aparecidas años después dé sus triunfos en Madrid, se le dedicaban las breves líneas que copiamos: «El tiempo: todo lo borra. 

El picador que más se distinguió en 1852 en todos conceptos ha cumplido este año bien, y nada más. Verdad es que los jefes de cuadrilla «Cúchares» y «el Chiclanero”, infundían valor y animación a todos. Es duro al trabajo y cuida mucho de su honra profesional.» Lorenzo Sánchez dedicó sus actividades primitivas a las labores del campo, trabajando en algunas fincas de su familia, regularmente acomodada. Sintió la vocación del toreo, eligiendo el caballo, por la costumbre adquirida de manejar esta clase de ganado. Sabemos que en principio limitó su radio de acción a las plazas de su provincia, desconociéndose quiénes fueron, sus maestros en el arte; lo único que se puede afirmar es que llevaba varios años en el oficio cuando alzo su presentación en Madrid 

En su tiempo, muchos de los diestros de a caballo seguían, la costumbre de los antiguos, contratándose directamente con las empresa y organizadores de las fiestas, prefiriendo este sistema de trabajo al de ingresar en las cuadrillas y estar sometidos a la voluntad y decisiones de los jefes de las mismas. Lorenzo Sánchez fue, uno de los continuadores de esta costumbre, rechazando las ofertas de varios matadores que pretendieron agregarle a su gente, pues siendo libre y dueño de sus decisiones podía trabajar más a su placer, realizándolo en los lugares que le convenía, evitando con ello las infinitas molestias de los viajes lejanos desplazamientos, que le hubiesen impedido prestar atención a unas fincas heredadas de sus mayores. Estas fueron las principales causas de que el «tío» Lorenzo Sánchez no trabajase con mayor frecuencia en la Plaza de la corte y de que hasta el año de 1851 no consiguiese su íntimo amigo José Redondo «el Chiclanero», incluirle como picador fijo en su cuadrilla. Había empresarios andaluces que al contratar lidiadores les exigían el cartel madrileño, como garantía de competencia, y para obtenerlo vino Lorenzo a la corte en 1846, logrando que la empresa facilitase su deseo, viéndose en el cartel de la octava corrida, día 1 de junio, en la que alternó con Pedro Romero, «el Habanero», y Juan Martín, picando, las reses de don Gil Flores lidiadas. Cumplió el nuevo piquero, no disgustando a la afición de la capital, y la empresa recompensó su trabajó con la suma de 800 reales, cantidad habitual fijada para varilargueros de segunda fila. Se reintegró a su tierra natal, realizando sus campañas: sin salir de las plazas regionales, en las que trabajó con los espadas de su tiempo, pero siempre como eventual y agregado, no como de plantilla. No volvió a Madrid hasta el año 1850, en que su amigo José Redondo le comprometió para torear las corridas de los días 3 y 24 de octubre, en ras que formó tanda con Pedro Romero, «el Habanero», y Juan Antonio Mondéjar, «Juaneca».
Los aficionados Madrileños celebraron su reaparición en el anillo de la Puerta de Alcalá, apreciando que Lorenzo había realizado progresos en su arte, picando con finura y buen estilo, manejando con habilidad el caballo y la garrocha, pero continuando con la no muy abundante dosis de arrojo manifestada en su presentación, cuatro años antes. Ya en la temporada de 1851, al organizar «el Chiclanero» su personal fijo para las futuras temporadas, consiguió la colaboración de su amigo Lorenzo, que tuvo por compañero a Francisco Puerto. La de 1852, en Madrid, fue la mejor temporada que nuestro piquero realizó en la corte, y tal vez la más brillante de su vida profesional. En ella luchó con garrochistas del empuje y fama de José Trigo, Puerto, «Chola», Martín, «Charpa» y Bruno Azaña, sin que su trabajo fuese supeditado, mereciendo de la crítica este laudatorio comentario a sus labores: “Lorenzo va acreditándose, y si continúa con el entusiasmo que demuestra por la profesión llegará a ser un buen diestro.» Este año, en la corrida del 21 de junio, realizó la hazaña de picar los seis toros dé Fuentes y Berrendero sin cambiar de caballo, al que sacó ileso de las treinta y siete varas que puso, escuchando grandes aplausos de los espectadores y la felicitación de los jefes de lidia, los espadas «Cúchares», Chiclanero» y «el Cano».
Con la misma cuadrilla vino a Madrid en 1853, y muerto su amigo Redondo al comienzo de la temporada, se prestó Julián Casas, «el Salamanquino», a capitanear los subordinados de su compañero fallecido, haciéndose cargo de las corridas por éste contratadas o apalabradas, lo que realizó, en regando a la viuda las cantidades que su rasgo de simpático desinterés de Casas que fue comentado y aplaudido por toda la afición española. Las faenas del piquero Lorenzo Sánchez, pese a su buena voluntad, habían desmerecido no poco de las anteriores realizadas. En parte había una justificación de este retroceso, pues al finalizar el otoño de 1852 se vio atacado por unas fiebres intermitentes que minaron su organismo. Sin estar totalmente repuesto, comenzó la campaña en Madrid el 4 de abril, corrida en la que se lidiaron ocho toros de Paredes, Hidalgo Barquero, Taviel de Andrade y Romero Balmaseda, actuando los piqueros Lorenzo, Arce, Puerto y Antonio Calderón, apreciando los espectadores la falta de salud del diestro, el que por esta causa sólo pudo tomar parte en nueve de las veintitrés corridas efectuadas, saliendo en algunas abrasado por la fiebre. Sus campañas en los años sucesivos —en que mejoró algo. — carecieron de importancia. Hubo años en que no pisó el ruedo; otros, de paso por Madrid, toreó una o dos corridas, y con la del 31 de octubre de 1858, en que alternó con «Charpa» y «el Coriano», terminaron sus labores en el circo de la corte. Continuó trabajando en su región, sin gran intensidad, hasta el año 1862, retirándose por esta fecha para continuar vigilando su hacienda, y aquí perdemos su pista, no constando en nuestras notas la fecha de su muerte. Lorenzo Sánchez puede ser situado en la categoría de garrochistas de primera fila, pero no a la cabeza de .éstos, como un Corchado, un Sevilla o un José Trigo.

viernes, 14 de noviembre de 2014

EL FRASCUELISMO DE GAYARRE

Julian Gayarre

Al ausentarse:ausentarse:una vez Gayarre Madrid, bajaron a despedirle varios amigos a la estación del Mediodía. entre ellos "Frascuelo", que le dijo al estrechar su mano: 
- Vaya "usté" con Dlos, Julián. No deseo sl no que el tren no descarrile y llegue "usté" con "salú". Porque a "usté" le pasa lo que a mi, que en llegando al terreno de la verdad..., de lo demás no hay que hablar. 
 Y Gayarre, que era un acérrimo partidario de la "verdad" en el arte, solía decir cuando se hablaba de toros; 
- Desengáñense ustedes: hoy día, todos los toreros son matadores de falsete: el único matador de pecho que existe es ml amigo Salvador.

MANUEL AMADOR CORREAS


Nació en Jumilla (Murcia) el 15 de noviembre de 1938, bautizado y criado en Albacete. En ciudad ciñó su primer vestido de luces el 15 de agosto de 1958 y tras tomar parte en una veintena de festejos económicos toreó en Cartagena su primera corrida con caballos durante la temporada de 1959. El 28 de mayo de 1964, después de haber participado en 9 novilladas, toma la alternativa en la Maestranza sevillana de manos de Curro Romero, con Carlos Corbacho de testigo de la cesión. Se corrió ganado de Joaquín Buendía y obtuvo el premio de una vuelta al ruedo en el toro de la ceremonia. Puede considerarse 1965 su mejor momento, con 36 corridas en su haber a pesar de sufrir dos percances: el 1 de julio en Barcelona, donde un astado de Sánchez Fabrés le infirió una cornada en la región abdominal de pronóstico menos grave, en presencia de Antonio Borrero Chamaco y Manuel Benítez el Cordobés y el 23 de agosto en Dax (Francia), al ser corneado gravemente en un muslo por una res de Atanasio Fernández en función que hubo de suspenderse por haber sido cogidos también sus compañeros de cartel, Fermín Murillo y el ya citado Cordobés. Anteriormente el 24 de mayo, había confirmado la alternativa en Madrid, al cederle Curro Romero –su padrino de Sevilla – la muerte del toro Flor de Jara, negro chorreado, numero 147 de 483 Kg. de peso en vivo de la divisa de Carlos Núñez.
Testificó la ceremonia el repetido Cordobés y el éxito acompañó la actuación del nuevo doctor, ya que le fue concedida la oreja de cada uno de sus toros. El año 1966 fue funesto para Amador, pues cuando actuaba en Barcelona, ante Andrés Hernando y Andrés Jiménez Torres el Monaguillo, un toro de Francisco Escudero le fracturó el húmero izquierdo, lesión que le tuvo sin torear cerca de un año.


Ya no recuperaría el puesto perdido, como se deduce de sus posteriores actuaciones, que no pasaron de siete en 1969 y de la media docena en 1970. el 25 de abril de 1971 resultó herido de gravedad en la ingle izquierda, por un novillo de Sánchez Cajo, cuando tomaba parte en un festival celebrado en la villa albacetense de Ondur. Ocho corridas al año siguiente parecieron poner punto final a la carrera torera de este espada gitano que, sin duda, hubiera alcanzado más alta cotización sin la grave fractura del brazo ya relatada. No vuelve a vestirse de luces hasta el 5 de agosto de 1978, en cuya tarde hace el paseíllo en La Roda (Albacete) junto a Dámaso González y Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea, cortando en su reaparición una oreja de su segundo toro, del hierro de Samuel Flores. Muy cercano a la cuarentena, no le sería fácil a este veterano espada ocupar un puesto destacado entre los actuales matadores de toros. En la campaña de su reaparición únicamente actuó en dos ocasiones. En el transcurso de la temporada de 1979 tan solo tomó parte en una corrida, la celebrada en Albacete el 15 de septiembre. El 18 de mayo de la siguiente campaña hace el paseíllo en el coso madrileño de Las Ventas junto a José Ortega Cano y Manuel Ruiz Manili para despachar reses de Alonso Moreno de la Cova. Su labor desacertada no es del agrado de la concurrencia y decide en el mismo momento retirarse definitivamente del toreo activo, propósito que cumpliría fielmente. Pocos años más tarde fue nombrado director de la Escuela Taurina de Albacete, actividad que viene con entusiasmo y eficacia.

ANGEL AGUDO MARTINEZ "EL GRECO"



Nacido en Zaragoza el 12 de diciembre de 1936, vivió desde su niñez en Barcelona, donde conoció la fiesta muy de cerca, ya que sus padres eran sastres de toreros. De ahí surgió su afición por los toros, y se presentó como novillero en Madrid el 6 de marzo de 1955, alternando con Antonio León y Gregorio Sánchez. Tomó la alternativa en la plaza de Egea de los Caballeros el 10 de septiembre de 1960, apadrinado por Dámaso Gómez y con Rafael Girón como testigo.Por desgracia, Ángel Agudo Martínez ("El Greco") bien puede pasar por el paradigma de esos toreros modestos que, después de superar mil obstáculos en su empeño por vestir el traje de luces, apenas reciben ofertas, por no contar con sólidos apoyos en los círculos de organización de festejos y contratación de matadores. En su caso, su trayectoria torera después de haber recibido el doctorado en tauromaquia consta de tres paseíllos en la temporada de 1961, dos en la de 1962, tres en el año siguiente, dos en la campaña de 1964, y tan sólo uno en las de 1965, 1966 y 1967. Se retiró del toreo el 3 de septiembre de 1967 en la plaza de toros de Comellá, donde compartió cartel con Juan Cabello, El Brujo, y el rejoneador José Ignacio Sánchez. Ángel Aguado siguió vinculado a la fiesta como apoderado de toreros antres de fallecer lo fue de Paco Aguilera.Murió en Barcelona a los 57 años a causa de una trombosis cerebral.

jueves, 13 de noviembre de 2014

RAFAEL CHACARTE


Rafael Echevarría Gutierrez Chacartegui nacido en Baracaldo en 1941, era hijo de Conservador, novillero en su día y hermano de Manolo, matador de alternativa ya fallecido y durante muchos años asesor de la presidencia en  Vista Alegre; estos antecedentes sin duda influyeron en su andadura taurina. Su pundonor y valor gustaban a los críticos más exigentes, pero la mala fortuna de las cogidas (recibió 18 cornadas graves) en su despegue como matador de toros, le impidieron estar en la élite. Debutó en Carranza en 1956, y con picadores en Barcelona, acompañado de Paco Camino, en 1960. Se presentó también con Paco Camino en Bilbao en 1961, al igual que en Madrid, Burgos, y la mayoría de las plazas importantes.(Alternó también en Bilbao con El Cordobés el 4 de Septiembre de 1961, última novillada celebrada antes del incendio de Vista Alegre unas horas más tarde). Toma su alternativa en Madrid el 22 de Mayo de 1962, con Diego Puerta y El Viti. Apenas un mes después, el 19 de Junio, torea en la inauguración de la Nueva Vista Alegre con Antonio Ordoñez y César Girón. Se retira en 1968, teniendo en su haber unas cincuenta corridas de toros. Hubo una tentativa de reaparición en los cosos taurinos, que quedó sólo en eso al resultar gravemente cogido en su primer intento. Fue un hombre muy castigado por los toros, con numerosas cogidas lo que además de impedirle prodigarse más, también influyó en su corta vida profesional y sin duda alcanzar mayores éxitos.


NO HAY QUE DORMIRSE

Gorete

Para torear «Gorete» en una ocasión en la Plaza francesa de Vichy, tomó la gente en Barcelona, a fin de evitarse mayores gastos; al regresar, él lo hizo por la frontera de Irún, mientras que los subalternos efectuaron el viaje, lo mismo que a la ida, por la -de Port-Bou, y como al pagarles vieron que era muy poco el dinero que les daba para comer en el camino, el picador «Carlomagno», en nombre de todos, hubo de decirle: -Manuel, seguramente se ha equivocao ustè. -¿En qué? -En el dinero para la comida, porque de aquí a Barcelona tarda el tren mucho tiempo: -Y «Gorete», sin inmutarse, dijo por toda solución: -;Pues decirle al maquinista que aligere!

FRASCUELO CON ASPECTO DE MUJER

Henryk Sienkiewicz


El novelista polaco Henryk Sienkiewicz, que alcanzó extraordinaria nombradía al publicar en 1895 su famosa novela "Quo Vadis?", estuvo en Madrid , y al narrar sus impresiones sobre las corridas de toros y describir cómo vio a "Frascuelo" al dirigirse éste a la Plaza, se expresó de esta manera : "Va arrellanado sobre almohadones de seda blanca; lleva calzones guarnecidos de encajes; finísimas blondas adornan su bolero; el mejor atleta del Hipódromo de París envidiaría sus robustas pantorrillas; el gran hombre lleva apoyada la diestra en la empuñadura de su espada catalana y con la otra mano saluda a sus admiradores; la trenza que le cae por la espalda, y la cara afeitada con tanto esmero, le dan aspecto de mujer...." ¿"Frascuelo" aspecto de mujer? ¡Apaga y vámonos!

ANTONIO LEON


Antonio León Fernández Velilla,(Arnedo, 1930), fue el primer diestro riojano en tomar la alternativa, torero que se vio anunciado en carteles de Logroño en veinte ocasiones de luces y en dos festivales de lujo. Debutó sin picadores en Logroño el 15 de junio de 1952, con novillos de Chopera, en un mano a mano con P. Herrera. Toreó posteriormente 6 novilladas con picadores y después de la alternativa, en la plaza capitalina, mató 4 corridas de toros alternando con las principales figuras del toreo. Hay que añadir 5 festivales y 5 novilladas. Se crió en una familia de agricultores con dos hermanos más y una hermana. Aunque no asistió de forma «metódica y continuada» a la escuela, sus compañeros le recuerdan como buen pintor y excelente calígrafo. Desde muy joven tuvo habilidad para disponer de dinero propio. Siendo niño fue monaguillo. Era encargado de llaves y con libertad para disponer de tiempos libres en los que las capas pluviales hacían de capotes de brega en la sacristía. Dio los primeros pasos en la ganadería de Alfaro de Nicasio Casas. Después, como tenía familia en Sevilla, se fue allí, recomendado por Pedro González Ripa. Allí fue conociendo de cera el toreo, de la mano de los riojanos Ruiz y Quemada, que lo llevan a La Maestranza para que «beba» en el buen «toreo». Tomó la alternativa en 1962, en un cartel con Curro Romero, Paco Camino y el rejoneador Fermín Bohorquez y la confirmó en Madrid en 1963 con Limeño y José Montilla. En 1966 protagonizó una fecha histórica, haciendo matador a «El Satélite» en Calahorra. Se retiró en el año 73, volvió en el 77 y aún se rumoreó una segunda reparición en el 87.Una vez retirado del circuito en activo, León siguió ligado a los toros, siendo uno de los grandes impulsores en la creación del prestigioso certamen de novilleros El Zapato de Oro de Arnedo, su localidad natal,falleció el 12 de julio de 2008 en la localidad riojana de Calahorra a los 78 años.

lunes, 10 de noviembre de 2014

MARIANO DIAZ FERNANDEZ "EL BOTICARIO"


El Boticario fue un diestro de aquellos de antaño de quienes podía decirse que lo mismo servían para un fregado que para un barrido ; igual actuaba de banderillero, que mataba toros en novilladas, o dirigía alguna capea encargándose de estoquear al toro de muerte que en la misma se jugaba. Nació en Borox (Toledo) el 9 de Septiembre de 1849 ; fue dependiente en una farmacia de Madrid, de donde le vino el apodo que ostentó ; en 1872 se dedicó a torero, demostrando buenas aptitudes, y muy pronto se vio solicitado para actuar indistintamente como matador de novillos (particularmente en los pueblos de Castilla) o como banderillero. En la corrida que se efectuó en San Martín de Valdeiglesias (Madrid) el 9 de Septiembre de 1881 se lidiaron toros serranos, moruchos sin casta; de. matador actuaba Vicente García (Villaverde), y a sus órdenes trabajaba aquella tarde el Boticario. El tercer toro saltó al callejón, donde se hallaba el mencionado diestro, y al echarse éste a la plaza fue alcanzado por la res, sufriendo una cornada profunda en la parte póstero superior del muslo derecho que le causó la muerte en la. mañana del siguiente día. Fue, pues, el Boticario un torero modesto que aunque se daba buena traza no parecía llamado a realizar grandes empresas. Al menos no lo demostró en los nueve años que fue lidiador. Y sin el fin trágico que tuvo e, lo más seguro que no hubiera pasado a la Historia.

sábado, 8 de noviembre de 2014

JULIO MARTINEZ "TEMPLAITO"


Templaíto tomó la alternativa en su ciudad natal el 29 de junio de 1904 de manos de Antonio Montes, doctorado que no llegó a confirmar en Madrid, y entre esto y lo poco que luego toreó, su nombre fue olvidado pronto por los aficionados. Hizo excursiones a América y a veces alternó con novilleros, lo que dará idea del poco relieve que tuvo como artista. En su ciudad natal, donde vivía retirado de las lides y donde murió en 1930 disfruto siempre de muchas simpatías.

viernes, 7 de noviembre de 2014

ANTONIO JOSE SUAREZ


Antonio José Suárez e Iglesias, nacido en Oviedo el 23 de abril de 1831 y trasladado a Madrid apenas cumplidos los doce, años de su edad. En la Corte ejerció en principio diversas ocupaciones, hasta que surgió su vocación por el toreo, comen ando el ensayo de sus aptitudes en los embolados para los "jóvenes principiantes" de las novilladas de 1849 y 50, y siguiendo ya de hecho la carrera del toreo hasta culminar en la alternativa, recibida en Madrid, con todos los honores, en el año 1860. Después de sus ensayos con los moruchos embolados, hizo amistad con el novillero vascongado Domingo Mendívil, quien en 1851 le incorporó a su gente. La temporada de 1852 siguió a éste en sus pueblerinas actuaciones, y con él vino a la Plaza madrileña para torear ganado de puntas la tarde del 4 de diciembre de 1853, fecha en que Mendívil hizo su primera salida en el ruedo de la Puerta de Alcalá. Antonio José Suárez, en unión del madrileño Juan Mota, pareó los novillos segundo y cuarto, de los ganaderos Villalba y Castrillón, y como lo hizo regularmente, esperó con impaciencia la salida del semanario profesional que se ocuparía de sus labores de peón y banderillero: pero, ;oh dolor!, ni se le nombra: ha era desconocido para el revistero. Era Domingo Mendívil un exaltado revolucionario, de aquellos que no están conformes ni aun con los políticos que ellos ayudan a triunfar, y pronto catequizó a su joven banderillero, que le siguió en esta clase de aventuras, con la secuela le persecuciones, huidas de su Patria, quebrantos de salud y de intereses, toda la lira de disgustos, sinsabores y fieros males. Pero concretémonos a su carrera en el toreo, que es la que ahora nos interesa para nuestro Desde su presentación en Madrid como banderillero de moruchos de puntas en esa corrida de 1853 hasta el año 1856, acompañó a cuantos novilleros le hacían proposiciones, siendo los que utilizaron su colaboración el Mendívil antes mencionado, el aragonés "Relojero", figurando también como, matador en algunas novilladas de ínfima categoría, hasta que el 6 de diciembre de 1857 logro verse como matador en los carteles madrileños, estoqueó ese día y muy guapamente por cierto, un solo novillo, "Salao”, retinto, del ganadero colmenareño don Calixto Esteban, y nuestro héroe, que aquel día vistió el primer traje de luces por él estrenado —uno modestito, carmesí y plata, adquirido tras no escasas privaciones— volvió a experimentar la segunda contrariedad con la Prensa profesional, que equivocaba hasta su nombre. 

Pero no faltó quien se fijase en el aplomo, frescura y valentía con que despachó al novillo colmenareño y quien le hizo justicia: fue nada me-nos que el propio empresario madrileño, el afamado ganadero don Justo Hernández, que le con-trató de media espada para la temporada de 1558, con lo que el novel lidiador no cabía en sí de gozo, y el suceso no era para menos. ¡Ahí era grano de anís hacer el paseíllo al lado de los maestros "Cuchares'', Sanz y "el Tato !... El gran "Curro Cuchares”, deseoso siempre de ayudar a los principiantes, quiso conocer por sí propio la cantidad de suficiencia y valor del novel media espada, y en la corrida del 12 de abril le cedió el toro quinto, "Tarin , negro, de saltillo. Suárez, que vestía su consabido traje carmesí y plata, tomó los trastos, y con mejores deseos que fortuna dio fin del morito, que hizo la pelea con mucho nervio y que no estaba como para ser lidiado por diestro de escasos recursos. La crítica, dándose cuenta de la buena voluntad del joven lidiador, le alentó al juzgar su trabajo. Véase lo que se escribió: "Este joven diestro, con más ganas de trabajar y agradar que arte, aunque desgraciado en su faena, ha estado brusco y cerca del toro, que es cuanto puede y debe exigírsele. Cuide de no encorvarse en los pases, de citar y arrancar por derecho, de no precipitarse, y podrá en su día ser matador de toros, pues reúne algunas buenas condiciones: Suárez es un chico que principia, y no del todo mal, con desahogo y gracia”. Otro toro mató en Madrid esta temporada de 1858, el de gracia del 26 de abril, “Gitano” retinto; del marqués de la Conquista, al que toreó por verónicas y navarras, pasó de muleta con brevedad y sin estrecharse y mató de una regular estocada arrancando. La crítica ya metió un poco más el escalpelo en su labor, juzgándole con alguna más severidad, terminando con estas palabras: "Como es principiante debe decírsele los defectos que se le noten para que, procurando corregirlos, se haga digno de las esperanzas que ha hecho concebir. ¡Así escribían los cronistas antaño! 

A más de sus actuaciones como sobresaliente o media espada en Madrid y provincias en esta temporada y la siguiente de 1859, mató novillos y aun alternó en provincias con matadores de cartel, y en la corrida de Madrid del 24 de septiembre de 1860, Julián Casas, "el Salamanquino", le dio la alternativa, cediéndole el toro "Trueno”, colorado, del ganadero don Agustín Salido. El nuevo doctor en tauromaquia estuvo regular en la muerte de dicho toro y muy bien en la del último de la tarde, "Vivoro”, retinto, de don Vicente Martínez. Era Antonio José Suárez, hombre de elevada estatura y dominaba bien, por buenos mozos que los toros fuesen: sus labores con el capote y la muleta no se distinguían por lo finas e inteligentes, pero solía realizarlas con valentía, y en esto fundaron los aficionados sus esperanzas para lo futuro. Tanto en el año de su alternativa, como después de ésta, continuó el diestro matando novillos de puntas, y esto, que pudiera extrañar a los aficionados del día, que no conozcan a fondo la historia de la Fiesta de toros, era cosa corriente en aquel tiempo y en espadas de segunda y tercera categoría, sin que por lo habitual llamase la atención, ni por esto perdiese su antigüedad el diestro o diestros que lo realizaban. La explicación es sencilla. Los lidiadores de aquella época eran ante todo entusiastas de la profesión que por vocación abrazaran. Gustaba de torear, y como no disponían de las facilidades de ahora para hacerlo en las vacadas, aceptaban corridas de novillos por no pasar inactivos todo el invierno. En estas funciones mataban dos novillos de puntas, reses que de novillos sólo tenían el nombre, pues solían ser de edad pasada, muchas carnicerías y nada escasa arboladura. Que los matadores no aceptaban por codicia estas corridas está demostrado con saber que solían cobrar 250 a 300 reales por fiesta, cantidad que no era para resolver ningún problema económico, aun teniendo presente el gran valor del dinero en aquel tiempo. En el año 1862, fue contratado de temporada como tercer matador con "Cuchares" y Cayetano Sanz. Su labor fue bastante desigual, en conjunto, logró tardes muy felices, como la del 16 de junio, en la que toreó de muleta y mató estupendamente al toro "Meleno”, castaño, de Miura. Hasta el año 1865, fue conservando su cartel, con mucha desigualdad, pero sin gran descenso más desde esta fecha, y por causas ajenas a la profesión, fue anulándose en tal forma que hasta perdió aquella valentía de sus mejores años. "Suárez, en vez de adelantar, marcha hacia atrás”, escribía un cronista, y de que esto era una realidad, recibía inequívocas pruebas el lidiador, olvidado casi por completo de las Empresas y del público, que en otro tiempo le alentó con sus aplausos Los asuntos políticos en que se vio metido, tal vez contra su deseo, absorbieron su tiempo y consumieron sus ahorros, recibió más disgustos que satisfacciones, y asqueado de la política y olvidado como lidiador se retiró a vivir con el producto de una taberna que había establecido en la calle del Tutor. Cuando llegaron, las fiestas reales de 1878, el que tanto había luchado, por el republicanismo solicitó trabajar en honor del rey Alfonso XII. Le fue concedido, vistió de nuevo el traje de luces, conservado desde su retirada en 1872, y estoqueo tan rematadamente mal el toro "Cachacho” negro, de Saltillo, lidiado el 26 de enero, que la silba fue de alto bordo. Recluido definitivamente en su establecimiento, allí murió el 21 de enero de 1889. Esta fue la vida en el arte del matador de toros asturiano Antonio José Suárez, a quien apodaron en sus comienzos "el Morenillo”.

viernes, 31 de octubre de 2014

ANTONIO PINTO


He aquí un lidiador de quien la afición actual apenas si tiene noticia, no obstante haber sido uno de los mejores picadores de su época, de aquella época en la que la bonita y arriesgada suerte de varas, se practicaba e i toda su pureza, según las reglas fijadas por Illo y Montes en sus tratados de tauromaquia, de aquella época en que los públicos admiraban y aplaudían el primer tercio de la lidia con tanto o más entusiasmo que la suerte suprema de aquella época, en fin, en que los picadores de toros, conscientes de su valía, se contrataban independientes del matador y, por consiguiente, salían a la plaza en condiciones de cumplir fielmente con su deber sin tener que sujetarse a las caprichosas órdenes del amo. 

Y, en realidad, nada tiene de extraño que el aficionado moderno apenas se dé cuenta de que existió tal diestro, pues los historiadores del Arte fueron parcos en demasía cuando de Antonio Pinto se ocuparon, y el que más, le dedicó en sus libros media docena de líneas y éstas no fueron ciertamente patentizadoras de sus hazañas. Nació el lidiador de quien nos ocupamos, en Utrera (Sevilla), el 14 de Noviembre de 1826. Hijo del famoso picador Juan Pinto, le venían de abolengo la gallardía y la destreza, y desde muy niño se desarrolló su afición al toreo, lo que contrarió el deseo de sus padres, que viéndole despejado y con actitudes para el estudio pretendieron apartarlo de la profesión del autor de sus días costeándole una carrera; pero la vocación imperó y desde 1845 comenzó a figurar su nombre en carteles de las plazas andaluzas actuando en novilladas y como reserva en las corridas de toros. 


En Madrid se presentó en 1850, actuando durante la temporada en tres corridas, una en tanda y dos de reserva. En estas corridas se mostró animoso y cumplió como bueno, más los aficionados acostumbrados a las magníficas faenas de Juan Gallardo, José Muñoz, Ceballos y el tío Lorenzo Sánchez, apreciaron en el joven Pinto excelentes condiciones para llegar a ser un buen picador de toros, pero al mismo tiempo comprendieron que necesitaba ejercitar más para alternar dignamente con sus compañeros Así lo entendió también él, alejándose voluntariamente de la plaza madrileña, a la que no volvió hasta pasados tres años, actuando en tanda con José Sevilla en la 21 corrida (el 30 de Octubre de 1853) para picar los toros Cocinero y Vanidoso (retintos), de Muñoz y Bañuelos, y Venao (negro), de Aleas. A estos toros les dio 26 puyazos y sólo sufrió dos caídas. ¡Lo mismo que ahora! El púbico premió con grandes aplausos su voluntad y adelantos en la carrera, y el notabilísimo crítico D. José Carmona y Jiménez hizo del picador la breve y encomiástica semblanza que sigue: «Ni alto ni bajo, ni grueso ni flaco, tiene la fuerza donde debe tenerla, en el brazo y en las rodillas. Su cuerpo y el del caballo son uno solo; busca la suerte en el terreno conveniente y hiere y castiga como el que más. Es de lo más florido que hay en su clase». 

El espada Francisco Arjona, Cúchares, le ofreció muchas corridas y tuvo con él gran amistad, pero estas relaciones se enfriaron no poco por el hecho siguiente: En la ro.» corrida de 1854 en que se lidiaron ocho toros de Aleas, Bañuelos, Rubio y Paredes, por las cuadrillas de Cúchares, Cayetano Sanz, Manuel Arjona y el Tato, salió en 5 ° lugar el toro Castaño (alchinegro, de Rubio) que se mostró cobarde en principio y costó trabajo prepararle para las varas. Pinto esperaba para entra en suerte, y Cúchares, impaciente por creer que el picador remoloneaba, indicó a Matías Muñiz que avisase al picador. Se llegó a él Matías y le dijo: — ¡, Señor Antonio, que si quiere usted picar»!, a lo que contestó el picador: – « ¡Mira, le dices, a tu maestro que a picar he salido, lo que no quiero es hacer títeres»! Arreó al caballo, entró en terreno comprometido y puso tres varas en un momento, siendo en las tres derribado. La lección no se la perdonó Cúchares en mucho tiempo. No toreó en Madrid en 1855, pero lo hizo en muchas corridas de Andalucía y Extremadura contratado por las empresas casi siempre, pues conociendo su habilidad como jinete y su pericia para salvar los caballos, los empresarios veían en él un defensor de sus intereses al propio tiempo que un entusiasta de su profesión que procuraba agradar al público. De su seriedad y pundonor da idea lo ocurrido el citado ario en Almendralejo. Para el mes de Septiembre, organizó un aficionado sevillano dos corridas en aquella ciudad extremeña, y desde luego contrató como picadores a Antonio Pinto y a un tal Sebastián Ruiz; después ajustó a Cúchares y fuese porque éste llevara su cuadrilla completa, o lo que es de presumir más acertadamente, porque aún durase la enemistad del año anterior, pretendió fuesen eliminados del cartel dichos picadores. Fácil fue convencer a Sebastián Ruiz, pero no así a Pinto, que se hizo fuerte con su contrato y no hubo más remedio que admitirle al lado de Federico Calderón y Juan de Fuentes, picadores que llevó Cúchares. 


Se lidiaron el primer día reses de Rueda (antes de Lesaca), y fueron tan certeros al herir que mataron 17 caballos de los 24 que la empresa disponía; sólo quedaban siete para el día siguiente, y aquí el conflicto, pues la cuadrilla se negaba a torear si no se aumentaba el número de jamelgos; recurrió el empresario a Antonio Pinto y éste convenció al Alcalde y a sus compañeros de que había caballos suficientes, terminando por decir: — «Y si nadie quiere acompañarme picaré yo sólo toda la corrida». No hay que decir que echó el resto, y con tal ahínco trabajó, que salían los toros de la suerte sin tropezar al caballo; los compañeros, heridos en su amor propio, hicieron lo mismo, y terminó la corrida quedando aún en la cuadra dos caballos ilesos de los siete preparados. Hay que hacer constar que Pinto sólo se dejó matar el que montaba al picar el último toro. Rasgos de este carácter podía citar muchos más si el espacio me lo permitiera, pero los estrechos límites a que tiene que reducirse el artículo hacen que se termine más a la ligera de lo que sería mi deseo Su fama de buen picador de toros se extendió por toda España y era solicitado de empresas y matadores; sostuvo competencias con algunos compañeros, siendo uno de los que más le disputaban las palmas Juan Álvarez, Chola, al que venció en noble lucha ante los toros. Su afición por el Arte le llevó hasta estoquear algunos toros sin despejarse del incómodo y pesado traje de picador. Llegó a cobrar por su trabajo 1.200 y 1.400 reales, cantidad fabulosa en aquellos tiempos. Percances tuvo muy pocos de importancia en su largo tiempo de picar toros. Agregado a la cuadrilla de Manuel Arjona Guillén tomó parte en las Corridas Reales de 1878 y 1879. Figuró en la cuadrilla de Antonio Carmona, el Gordito, y con él trabajó durante las temporadas de 1880 a 84, después continuó contratándose suelto para las corridas de Andalucía, y Luis Mazzantini le llevó a torear a Cádiz el 26 de Abril de 1885. Desde esta fecha toreó poco; ya viejo y arrumbado se fue retirando de las plazas hasta que lo hizo definitivamente, falleciendo en su pueblo natal, Utrera, el 27 de Diciembre de 1890. Fue el último sobreviviente de aquella pléyade de jinetes que tanto brillo dieron al primer tercio de la lidia en la segunda mitad del siglo pasado, contribuyendo con sus arrestos y voluntad a fomentar la afición al espectáculo.

jueves, 30 de octubre de 2014

ENRIQUE SALINERO GONZALEZ «ALPARGATERITO»


Valencia fue siempre cuna dé subalternos de categoría. Díganlo, si no, los nombres de «Morenito de Valencia», de Blanquet, de David, de Rosalito.... A la mejor solera valenciana pertenece este banderillero y notable peón que figuraba en los, carteles con el apodo de «Alpargaterito». Dotado de poderosas facultades físicas y de extraordinaria inteligencia, «Alpargaterito» fue utilísimo en las plantillas de los toreros de firma durante mas de cuarenta años. Se llamaba Enrique Salinero González. La fecha de su nacimiento es la del 3 de octubre de 1897. Aunque su aspecto fuerte y su talante jovial y optimista no lo pregonen. Los padres de Enrique poseían una fábrica de alpargatas en la calle de Cuarte, de la ciudad levantina. A este hecho debe el hijo el apodo que ya nunca ha de abandonarle en los carteles. El barrio donde nació «Alpargaterito» viene a ser en Valencia lo que es en Sevilla el de San Bernardo. Y así vemos que en el barrio de las Torres de Cuarte muere el malogrado Fabrilo el mismo ario que viene al mundo «Alpargaterito». Y en este mismo barrio nace Vicente Barrera, arios más tarde. Valencia, por no ser menos que Sevilla tuvo también su cuadrilla juvenil de Niños., formada por «Majito» y Andresito. En ella actúan de banderilleros varios muchachos nacidos a la sombra del Miquelet, de los que tan sólo «Rosalito de Valencia» y «Alpargaterito» llegaron a alcanzar renombre. El 2 de julio de 1911 debutó la cuadrilla en una corrida que se toreó en Valencia a beneficio de los empleados del Ayuntamiento; el ganado lidiado pertenecía a la vacada de don Damián Flores, y para ser del todo veraces tendremos que decir que ni «Bajito» ni su compañero Andresito» hicieron nada de particular. Con ellos estuvo Enrique Salinero dos años.


Durante este tiempo se anunció como «Espardeñeret». Al disolverse la cuadrilla pasó a ingresar en la plantilla de su paisano el novillero Emilio Cortell, «Cortijano», y con él torea el año 13, en Nimes, la primera corrida con picadores. En esta ocasión, fue donde templó sus arrestos. Les tocó bregar con dos sobreros, duros y difíciles, de Santa Coloma, que habían quedado de una corrida lidiada por silla chaquito y «Punteret» Como por su corta edad no le dejasen actuar las autoridades francesas, el «Cortijano» hubo de alegar que se trataba de un sobrino suyo, de cuya suerte se hacía responsable. Durante los años 1914, 15 y 16 torea en Valencia y Barcelona en calidad de peón fijo por cuenta de la Empresa. Durante este trienio actúa a las órdenes de, los entonces novilleros de postín, Zarco; Amnedo, «Fortuna» y Florentino Ballesteros. Salinero vistió en Madrid por primera vez su vestido de Plata en el mes de abril de 1917 como subalterno de José Roger, «Valencia I». Por su forma de correr y de banderillear a los dos toros de Terrones qué le correspondieron a su matador, obtuvo él unánime aplauso de público y Este éxito vino a «Alpargaterito» como llovido .del cielo, en momentos en que su situación económica no podía ser más apurada. Se habían anunciado en Madrid, mi mes antes, incluido en la plantilla del novillero aragonés Manolo Gracia. Fijar los carteles de esta corrida y abrirse las cataratas del cielo fue todo uno. Y el agua, que no cesó de caer durante doce días, se llevó los cinco duros que por todo capital había traído de Valencia el peón en pare forzoso. Por el éxito en la corrida de Terrones le incluyeron en maya del mismo año en el cartel de la corrida de la Prensa. El «Gallo, Francisco Martín Vázquez, «Joselito» y Belmonte despacharon cuatro toros de Murube y cuatro dé Pablo Romero.
«Alpargaterito», que esta vez obedecía las consignas del señor Curro Vázquez, obtuvo la consagración de su vida taurina, teniendo que destocarse la montera en los dos toros. Pero su tarde triunfal había de venir a los pocos días en la misma Plaza de Madrid. Salió a torear para «Torquito» que con Rafael el «Gallo» y Belmonte lidiaron ganado de Saltillo. «Armillita», banderillero de Juan, fue a foguear al tercero de la tarde, teniendo la desgracia de caer en la cara de la res. Fue un momento de máxima tensión ver cómo el capote del valenciano hurtaba de los pitones el cuerpo del compañero cuando la cornada parecía inevitable... En 1919 ingresa en la nómina de «Carnicerito de Málaga», y con Bernardo está hasta el 22, tres años, en los que el malagueño no bajaba de las 60 corridas. Hacía dos años que Manolo Granero le venía solicitando para que se pasara a su cuadrilla — ¡aquella cuadrilla hecha y sería que formaban Rodas, Blanquet, «Manos Duras», «Camero« y Barana!—, y que, impotentes, vieron morir a su maestro el 7 de mayo de 1922. Catorce corridas llevaba Alpargaterito» toreadas en su nuevo destino. Era la cuarta de abono. A «Pocapena» —quinto de la tarde— lo banderillearon Rodas y «Alpargaterito» como pudieron, porque el bicho, gazapón, se aquerenció, desde un principio, en los terrenos de adentro. . Y cuando ambos subalternos acababan de recoger sus capotes, un alarido les advirtió que la A, tragedia .se había consumado. « Pasó después a torear con Luis Freg el resto de la temporada. También de este año• trágico para el toreo data una de las corridas más difíciles que le ha tocado pechar al gran peón valenciano. Ocurrió en una corrida de Miura, para Paco Madrid, Freg y «Valencia II» en el ruedo de la Plaza de Toros de Castellón. El primero envió al «Chato» a la enfermería. A Freg le tocaron los tres avisos en el suyo, y si el toro no volvió vivo a los corrales se debió a que el mexicano, cerrándole el paso, lo apuntilló en la misma puerta de chiqueros. Del desconcierto general se salvaron «David» y Alpargaterito, que con su brega incansable y oportuna llevaron la tranquilidad a todos.
Los años 23, 24 y 25 Enrique se coloca con «Gitanillo de Ricla». El 26, con «Chaves.; el 27 con «Niño de la Palma.; el 28.y 29 actúa para Villalta; el 30, con Agüero. Durante 1931 y 32 integra la plantilla de Domingo Ortega. El 33 y 34 está con La Serna y el siguiente con Fernando Domínguez. Inicia la temporada de 1936 en- la cuadrilla de Jaime Pericás. El 18 de julio le sorprende en Valencia, y ya no se viste el traje de luces hasta 1939. Durante1940 y el siguiente banderillea a las órdenes de «Rafaelillo». Con «Morenito de Talavera» va los años 42 y 43; el 44 vuelve con Ortega, y ya, desde 1945, no se separa del grupo que torea para el «Andaluz... A todos sirve con su inagotable entusiasmo y vocación, y de todos sus maestros recibe «Alpargaterito» señaladas muestras de reconocimiento. Pero hoy, al hacer este peón repaso de su brillante hoja de servicios, no puede refrenar su emoción cuando le recordamos uno de sus mejores capítulos; el de los siete años consecutivos que, llevando de compañero a Cástulo Martín, integraban la pareja de banderilleros más compenetrada que ha pisado los ruedos en las últimas décadas. Se retiró en 1957 después de más de 40 años de profesión, dedicándose a llevar una vida apacible en el campo hasta su muerte.

miércoles, 29 de octubre de 2014

JOSE CANTOS "BARANA"


Hombre de elevada talla, de complexión fuerte, de nervudo brazo, recuerda este picador valenciano a aquellos varilargueros que, como Bruno Azaña, el Naranjero, Antonio Osuna, Antonio Arce y otros, por su estatura y su vigorosa constitución física acreditaron ese tipo del picador de toros que tan bien cuadra al duro ejercicio de tal profesión. Nació Barana en Valencia en el año 1885 (cuenta cuarenta y cinco años a la sazón) y aprendió el oficio de carpintero, al que se dedicó por espacio de bastantes años, pues cuando ya no era ningún chico y comenzó a actuar como picador de reserva en la plaza valenciana, al dejar la vara y despojarse del calzón de ante se ponía el mandil y empuñaba la garlopa. Su talla, su poderoso brazo y sus buenas disposiciones, sobre todo, para ejercer el toreo a caballo, le hicieron dedicarse exclusivamente a esta actividad cuando siendo todavía matador de novillos su infortunado paisano Manuel Granero lo incorporó a su cuadrilla. A ella perteneció Barana hasta la trágica muerte de aquel gran torero valenciano en la plaza de Madrid la inolvidable tarde del 7 de mayo de 1922, y desaparecido su jefe, picó durante aquella temporada a las órdenes del espada vasco Diego Mazquiarán (Fortuna). Las aptitudes de José Cantos requerían más amplio campo, y así, en el año 1923 le vemos ingresar en la cuadrilla de Chicuelo, con quien permaneció aquella temporada y la siguiente, haciendo con el mismo espada la campaña de México en el invierno de 1924-25. De regreso de aquel viaje entra a formar parte de las huestes de Marcial Lalanda y con éste toreó durante las temporadas de 1925 y 1926. Sale de la cuadrilla de Marcial Lalanda e ingresa en 1927 en la del espada bilbaíno Martín Agüero quien por entonces se aproxima a las 60 corridas anuales, hace una nueva expedición a México con dicho matador para torear en la temporada de 1927-28 y con él sigue toreando durante este último año en España. Desciende Agüero en el número de corridas toreadas, debido en gran parte a los percances que sufre, y Barana pasa a las órdenes de su paisano Enrique Torres, con quien toreó en la temporada de 1929. En 1930, perteneció a la cuadrilla de otro espada valenciano, a la del valiente Manolo Martínez, el torero de Ruzafa.

ANTONIO OSUNA


Antonio Osuna, vio la luz en aquella privilegiada tierra en el año de 1822. Tenía en su familia antecedentes taurinos, pues era sobrino del también varilarguero Francisco Osuna, lidiador del primer tercio del siglo XIX, traído a Madrid por Cristóbal Ortiz, para que se hiciese con el cartel de la Corte —exigido como garantía en muchas capitales de provincia—, conquistándolo en buena lid al lado de Míguez, Orellana, Herrera y Cano, José Pinto y otros de nombradía de aquel tiempo, logrando, ya que no superarles, mantenerse en un plano de inferioridad no muy marcada. Lo propio que al tío le ocurrió al sobrino, que al elevarse de categoría, pasado el periodo de aprendizaje en las novilladas, tuvo precisión de medir su valía con la de varilargueros de justa fama como Trigo, su cuñado Charpa, su sobrino Barrera Trigo y los no menos renombrados Puerto, Calderón, Chola, Arce, "el Coriano" y Bruno Azaña, diestros que ejercieron el oficio en la mitad del siglo XIX, época en que aun el primer tercio de la lidia conservaba no poco del prestigio de tiempos anteriores, cuando los toreros de a caballo no estaban a sueldo de los espadas ni se sometían a la disciplina de cuadrilla, servidumbre ésta que inició la decadencia de la estupenda suerte de vara. Antonio Osuna, diestro valiente, con entusiasmo y buen estilo, pero de escasa fortaleza de brazo, se situó en la línea de las segundas figuras y allí permaneció hasta su retirada. Hubo algunas temporadas que trabajó con gran-des deseos de elevarse a mayor altura, pero sus esfuerzos no lograron el éxito ambicionado y en medianía quedó, lo que no es obstáculo para que nosotros le dediquemos este breve estudio, pues sería injusto desfilasen por estas páginas únicamente los nombres de los diestros de gran altura profesional. Entendemos que los artistas de toda categoría forman el conjunto de mantenedores de la Fiesta, y, por tanto, los de segunda y tercera fila son igualmente dignos de recordación por cuantos nos interesamos por estudiar y conocer la historia del arte del toreo. Antonio Osuna Sánchez, que este era el nombre del piquero de que hoy nos ocupamos comenzó a trabajar en Andalucía, en plazas de menor esfera, en los años 1846 y 1847; en la siguiente de 1848 ya lo hizo, en otras de mayor rango, como la de Cádiz, el Puerto y Jerez de la Frontera. Vino a Madrid en 1849, figurando en algunas corridas de toros como último reserva, que era lo que en el argot taurino se llamaba estar en la buhardilla. Hizo su primera salida oficial en la novillada del 30 de diciembre de dicho año, en la que en tanda con el también novel Antonio Arce, picó los moruchos de puntas, percibiendo como gratificación por su trabajo la cantidad de 160 reales.


Continuó su labor en las corridas de esta clase los años 1850 y 51, en que le fue elevado el haber a 200 reales, y estos años salió también como reserva en algunas corridas de toros. Se ofreció para la corrida de Beneficencia de 1852 fueron aceptados sus servicios, y el 4 de julio formó con "el Pelón" y Míguez la cuarta terna de picadores, siendo 'Rabilargo" (castaño), de Aleas, el primer toro picado por Osuna en este día. No hubo ceremonia de cesión de garrocha, pero el hecho de ser admitido por dos varilargueros de alternativa equivalía a considerarle como tal, lo que no fue obstáculo para que volviese a trabajar en las novilladas invernales, costumbre generalizada en los diestros de segunda y tercera fila, pues de este modo no pasaban inactivos todo el invierno y también por mirar por sus intereses, ya que las modestas remuneraciones sólo permitían descansar esos meses a los compañeros de alto bordo. Desde ese año, 1852, toreó bastante en provincias con espadas y novilleros, en Madrid lo hizo en corridas sueltas, con alguna asiduidad en las novilladas y debido a su simpatía y buen carácter, ni empresas ni espadas se olvidaban de cuando combinaban sus próximas campañas. Antonio Osuna —escribía un cronista en 1857—sabe picar, es modesto y animoso, lástima que su brazo sea tan endeble.
La vida profesional de este piquero registra un hecho sin trascendencia, pero patentizador de la atención que los aficionados de antaño prestaban a los sucesos del toreo. Manuel Lerma, "el Coriano", alternó con Osuna en Madrid el 16 de junio de 1862 y como era la primera vez, le cedió la garrocha y preferencia para picar el toro "Gavioto" (retinto), de Miura. Algunos cronistas señalaron el acto como la alternativa, lo que dio lugar a una serie de cartas de aficionados solicitando rectificasen las revistas, ya que lo realizado por "el Coriano" debió considerarse únicamente como galantería, pues la alternativa de Osuna la tenía desde el año 1852, en que alternó con "el Pelón" y Míguez. Fue un picador poco castigada por los toros y tuvo suerte las veces que se vio en peligro, como le ocurrió en Madrid el 29 de junio de 1862, en que el toro "Jaquetón", de Suárez, le tuvo entre la vida y la muerte en una caída al descubierto. Pablo Herráiz, el gran peón de brega, le hizo un quite tan soberbio, que cierto aficionado se entusiasmó, y llamando al banderillero le obsequió con tres onzas de oro. También el salvado piquero le abrazó agradecido y el público le dio una enorme ovación. ¡Buena jornada para el gran Pablito! El percance más grave de su vida lo tuvo con el toro "Escribano" (colorado), de Aleas, lidiado en Madrid el 1 de mayo de 1864: le rompió la pierna izquierda en una caída y le tuvo sin torear el resto de la temporada. La curación consumió todos sus ahorros, y merced al desprendimiento del "Tato" pudo reponerse.
En el año de 1868 toreó unas corridas en El Havre (Francia), y en ellas manifestó su destreza clavando rejoncillos a dos toros, suerte que agradó mucho a la gente del país. Hasta el año de 1870 toreó asiduamente: luego se dedicó al tráfico de ganado, y sólo alguna que otra vez tomaba la garrocha. Al llegar las fiestas reales de 1878, su amigo Gonzalo Mora le animó para que en ellas tomase parte, lo que Osuna realizó, figurando con "el Morondo" y "el Negri”, en la séptima tanda de piqueros, que lidió en la segunda corrida, 26 de enero, siendo el toro "Comisario" (retinto); de don Félix Gómez, el último que picó en su carrera del toreo. Definitivamente retirado de la profesión, continuó residiendo en Madrid varios años: después se trasladó a Sevilla, y perdemos su pista, ignorándose la fecha de su muerte. Como antes decimos fue Osuna un diestro valiente y trabajador, a quien su constitución física impidió elevarse a la cumbre del arte, quedando en un apreciable lugar de la segunda categoría. De su seriedad y hombría de bien nos da idea el hecho siguiente: Con el matador Domingo Mendívil fue a torear dos corridas en cierta plaza levantina. Por disgustos con el ganadero pretendió el espada que en la segunda fiesta se fogueasen los más toros posibles. lo que indicó a los varilargueros. En la mañana de la corrida dijo Osuna a jefe: --Prepare usted quien me sustituya esta tarde. — ¿Por qué motivo? —Por uno muy claro: lo que usted pretende es una judiada, y yo no se la hago ni a ese ganadero ni a mi mayor enemigo. Así fue el varilarguero Sevillano Antonio Osuna.

RAMON FERNANDEZ "EL ESTERERO"


Nació Ramón Fernández en Madrid el 2 de octubre de 1833, cursó las primeras letras en las escuelas municipales, y, cuando contaba los doce años de edad, comenzó a trabajar en unos talleres de reposición de esteras, situados en lugar próximo a las Vistillas y San Francisco el Grande. Era el muchacho de recia complexión, la que alcanzó máximo desarrollo y fortaleza con el rudo trabajo del oficio. Hay indicios de que su vocación surgió de la relación y amistad que tuvo con el picador Gil Gallego, pariente del dueño del taller donde Ramón trabajaba, quien le animó para que se hiciese profesional, le aleccionó en el manejo del caballo y la garrocha, presentándole a los arrendatarios de las novilladas invernales, que lo admitieron para trabajar en las mojigangas,lo pusieron como reserva en año, y, para picar los bichos menores, debuto el 18 de enero de 1857 picando las reses «Conquista» y «Coral» (retinto, cornipaso), de don José Maldonado.
Trabajó con deseos, agradando al público y mereciendo que la crítica elogiase su labor como la mejor del tercio. A partir de esta fecha trabajó con frecuencia en Madrid, acompañó a provincias a varios novilleros, especialmente a Gregorio López Calderón y Domingo Mendívil, y a los tres años de actuaciones en esta categoría decidió recibir la alternativa, lo que realizó en la madrileña Plaza ((vieja» el 30 de septiembre —no de noviembre, como aparece por esos libros históricos--de 1860. En este día alternó con Francisco Calderón, picando el primer toro, «Boticario» (berrendo en negro), de don Ramón Romero Balmaseda. A este toro le puso siete buenas varas, teniendo la desgracia de ser herido en el muslo derecho, por lo que pasó a la enfermería, ocupando su puesto en la lidia su compañero Andrés Álvarez. Esta tarde fue aplaudido por el público y después por la crítica. La lesión revistió mayor importancia de la que se creyó en principio, y no pudo tomar parte en ninguna de las corridas restantes de la temporada, reapareciendo en el coso de su pueblo en la segunda corrida de la siguiente temporada (1861), en la que, alternando con Antonio Pinto, picó los cuatros toros de don Vicente Martínez y dos de don Francisco Arjona, en dicha corrida lidiados. Demostró plenamente el novel picador de toros que poseía tanta afición como voluntad y valentía, no perdiendo la serenidad ni aun cuando estuvo unos instantes en la nada cómo da cuna del magnífico toro «Bordador» (retinto), de don Vicente Martínez. El cronista de la fiesta reconoció la buena voluntad y colocación de este piquero, recomendándole que se agarre más al caballo y castigue con mayor eficacia. Seis corridas trabajó este año en la Plaza madrileña, visitó dos veces la enfermería, y la crítica, sin dejar de aplaudirle, volvió a recomendarle mejor reunión con el caballo y más energía al clavar la puya.
Al lado de Cayetano Sanz, de «Cúchares». Julián Casas y otros matadores, tomó parte en corridas provincianas, siempre como eventual, sin ir con ellos de plantilla. En Madrid, ajustado por las empresas, toreó en diez o doce temporadas, si bien es cierto que lo realizó con intermitencias y algunos años con escaso número de actuaciones, pues, como antes hicimos constar, sus faenas gustaban, pero no despertaban entusiasmos. Al finalizar el año de 1876 contrajo una enfermedad a la laringe, (“tisis laríngea”) la que se complicó con otro padecimiento y le causó la muerte el 30 de abril del siguiente año 1877. A su fallecimiento dejó viuda y cuatro hijos, en favor de los que se abrió una suscripción entre los compañeros, la que produjo unos seis mil reales.

sábado, 25 de octubre de 2014

JUAN JOSE BEDIA "EL GUANTERO"


Al que apodaron así sin duda por haber sido ésa su primitiva ocupación y oficio. No debió de pasar en él del aprendizaje, pues ya en 1844, cuando sólo contaba diecisiete de edad, picaba novillos embolados, aunque tal vez simultanease ambos oficios, pues, aun en aquellos económicos tiempos, pocos milagros podían realizarse con los treinta reales que cobraba los domingos que salía al anillo. Veamos las referencias de tal piquero. «Picador de toros de mediados del siglo va.» Un momento, amigos tratadistas. No eleven ustedes su categoría, pues oficialmente sólo picó novillos; no llegó a picar en tanda; cuando picó algún toro lo hizo como tercera o cuarta reserva; es decir, de los que siempre estaban en la buhardilla. según frase feliz de aquellos varilargueros. Perteneció a la cuadrilla de Manuel Arjona. Manolito Arjona, el hermano del gran «Curro Cúchares», y sobrino del formidable «Curro Guillén», no tuvo picadores en su cuadrilla. Sus toros los picaban los contratados por las empresas. Tal vez en provincias trabajase Bedia como reserva en alguna corrida en que fuese Manolo matador; fuera de esto, no. Como picador de tanda en corridas forma, les no figuró en carteles hasta 1857. En esa categoría no picó toros, al menos en Madrid, ni ese año ni otro alguno. A partir de ese año, consta su nombre en carteles madrileños de 1858, 1862 a 1866. Cierto, pero como picador novillero. Aún lo hizo en algún año más de esos indicados, pero siempre con muy escasa brillantez; pese a sus buenos deseos, el pobre «Guantero» no logró rebasar la tercera categoría. Se retiró poco después de 1866 y murió en 1881.

JOSE ANTONIO AMAYA


Nació en Sevilla en 1832 y era sobrino en primer grado del picador de toros del mismo apellido. Hijo de familia de industriales regularmente acomodados, surgió su vocación taurina de la amistad con toreros de su barrio —San Bernardo—, no saliendo a las plazas hasta el año de 1855, figurando de banderillero con los hermanos Machío y con Agustín Perera, y años más tarde acompañó en corridas sueltas a Manuel Domínguez, «el Gordito», y «Pepete». En el año de 1867 toreó como novillero algunas corridas alternando con su amigo Ricardo Osed, «el Madrileño». No debió de resultar bien la prueba, por cuanto abandonó el estoque, aplicándose a las banderillas, que manejaba con finura y garbo, como lo prueba el que, habiendo ido a Portugal con José Lara, «Chicorro», en 1870, le salieron ventajosos contratos, no regresando hasta dos meses después que su maestro. No tomó el toreo como medio de vida, trabajando con intermitencias y siempre a su capricho; debió de retirarse definitivamente por el año 1875. Es cuanto podemos referir en relación con este rehiletero.

miércoles, 22 de octubre de 2014

ANTONIO RODRIGUEZ OLIVARES "ANTOÑIN"


Es axiomático que el "ángel", la simpatía personal, contribuye en no pequeña parte al encumbramiento de todo artista, y de manera especialísima en los dedicados a la profesión taurómaca. Aparte del indiscutible valor de sus labores, una atractiva simpatía contribuyó al encumbramiento y nombradía de lidiadores como "Yllo", "Curro Guillén", "Montes", "Cúchares", el "Tato", Sanz y Ángel Pastor, y lo propio que ocurrió con los espadas podemos referir de muchos subalterno,, en que se dio el caso de superar la simpatía de que hablamos al valor de sus faenas con los astados. Uno de éstos fue el varilarguero de que hoy vamos a ocuparnos, quien de modo tal llegó a compenetrarse con los madrileños que aquí fijó su residencia, cautivando con su atractivo carácter a público y Empresas de tal modo que trabajó en el ruedo de la corte con asiduidad no justificada por su categoría como lidiador, la que nunca logró pasar de la segunda fila. Antonio Rodríguez Olivares, que tal era el nombre del héroe de nuestra historia, vio la luz en Málaga, en la última decena del siglo dieciocho. Su primitiva ocupación, la que parece ejerció en sus años mozos, fue la de contrabandista, la que abandonó, a poco de terminar la guerra de la Independencia, para dedicarse al toreo a caballo. Familiarmente fue conocido con el apodo de "Antoñín" —con el que nunca apareció en los carteles—, y en verdad que no nos explicamos el motivo del diminutivo, propio tal vez de persona enjuta de carnes y pequeña estatura, cuando Antonio Rodríguez acusaba lo contrario, ya que era buen mozo, robusto de cuerpo y desarrollada musculatura. El historiador don José Sánchez de Neira, que le vio trabajar, lo retrata así: "Buen mozo, y usando siempre costosos y bonitos trajes. 

Fue un picador aceptable, que si bien no tomaba grande empeño en buscar las suertes, no las rehuía cuando se presentaban. Se ignoran los comienzos de su carrera en el toreo, que es de suponer serían los de todos los del oficio, adiestrándose en faenas de campo y corridas de menor cuantía en plazas secundarias de la región andaluza. Vamos a concretar nuestro estudio a sus actuaciones en el ruedo de la corte, que es donde adquirió nombradía y destacó su personalidad. Algún historiador señala como presentación de Antonio Rodríguez, en Madrid, la novillada del 26 de febrero de 1823, fecha que dudamos sea cierta, pues en la relación de varilargueros que figuran en nuestros apuntes de ese año, no aparece el nombre de este diestro. Según nuestras notas, que tenemos por exactas, hizo su primera salida en la plaza madrileña el 17 de octubre de 1831, corrida extraordinaria, en la que figuraba de reserva y picó dos toros. De paso por Madrid, toma parte en la 16 corrida del siguiente año, 1832, en la que forma tanda con el sevillano Manuel González, picando los toros de Domínguez Ortiz, Vera y Lesaca, que estoquean Montes y José de los Santos. No toma parte en ninguna más de las corridas de toros de este año, sin duda por sus compromisos en Andalucía, pero el empresario de las novilladas le compromete para picar en éstas los toros de puntas, y Antonio Rodríguez vuelve a salir al ruedo en la primera fiesta de esta clase, 25 de noviembre, en la que alterna con José Zapata. 

No se contrata en 1833 de temporada en Madrid, pero la Empresa le ajusta por un número determinado de corridas, inaugurando sus actuaciones en la extraordinaria del 19 de febrero, en la que alternó con Manuel Cartón, superando a éste en su trabajo. Continuó este año trabajando, generalmente, como reserva y en sustitución de compañeros heridos, siendo ajustado por la comisión organizadora de las fiestas reales, en las que tomó parte. En esta temporada trabajó también en Madrid otro picador del mismo nombre y apellido, que figuraba entre los reservas, lo que se prestaba a confusiones lamentables, como ocurrió en la tercera corrida —29 de abril— en que heridos los de tanda, González y Botella, fueron sustituidos por los dos Antonio Rodríguez, y en el quinto toro el presidente mandó retirar a uno de ellos por impericia y cobardía, siendo sustituido por José Zapata. Parece que el retirado fue Antonio Rodríguez Cadenas, picador algo más moderno que "Antoñín". Continúa el año 1834 contratado como eventual y reserva, figurando en tanda en sólo dos corridas, las de 16 de julio y 20 de octubre —novena y decimonona de la temporada—, en las que alterna con Cristóbal Merchante y Francisco Sevilla, escribiendo el cronista: "Antoñín picó bien, le aplauden sus muchos amigos." No logra destacar y, por méritos, ser contratado de temporada en 1835: bien es verdad que para competir con Sevilla, Pinto y Hormiga, base del cartel de picadores, se requiere alguna mayor categoría de la conquistada por Antonio Rodríguez, quien continúa en su situación de segunda fila y hasta 1837 trabaja en reducido número en la tanda, siendo más frecuentes sus salidas como reserva. 

Por esta fecha se avecinda en Madrid, trabaja en las novilladas invernales y hace un ensayo como diestro de a pie, figurando de matador en la novillada de 10 de diciembre. No debió ser satisfactoria la prueba, pues el cronista de la fiesta lo hace constar en esta forma: "Tanto "Antoñín" como Zapata —éste era el otro matador. — deben continuar con la vara y dejar el estoque, para el que no muestran disposiciones." Dos buenas temporadas fueron para el piquero las de 1840 y 1842, tanto por el número de corridas toreadas como por el buen resultado de su trabajo, logrando elevar su categoría y honorarios, hasta el punto que, de seiscientos y ochocientos reales que cobraba por corrida, llegó a percibir mil ciento, suma equivalente a las de primera categoría. En la primera corrida de este ario 1842 —4 de abril—, en la que formó tanda can José Trigo, sufrió una fuerte caída en el quinto toro, pasando a la enfermería y siendo sustituido por Juan Gutiérrez, "el Montañés". Figuró como reserva en la corrida siguiente —11 de abril—, en la que no llegó a salir al ruedo: pero al verse anunciado en tanda para la tercera —18 de abril—, alegó no poder trabajar por re-sentirse de las lesiones sufridas en el brazo derecho en la primera corrida de la temporada. El empresario, don Juan Murcia, le sustituyó con José Trigo, pero no muy convencido de que el motivo alegado por el piquero fuese cierto, ordenó fuese reconocido por el facultativo de la plaza, que lo era el doctor Manuel Pereda, quien certificó que las lesiones del varilarguero carecían de importancia y hallábase en condiciones de trabajar en su oficio, certificación que sirvió a la Empresa para no abonarle su honorarios, pues el contrato marcaba que cobraría cuantas corridas dejase de trabajar por estar lesionado. 

 Ausente de nuestra plaza los años 1843 a 45, éste último tomó parte en una sola corrida, la del 28 de diciembre, en la que alternó con Antonio Fernández. Ya en esta época debía estar en franca decadencia, pues un cronista, al reseñar esta corrida, escribió: "Antoñín" muy mediano, viene desconocido, lo que se explica teniendo noticias de que ha pasado una larga enfermedad." Así fue en efecto, padeció unas fiebres intermitentes que le tuvieren varias veces a las puertas de la muerte, de las que se repuso algo en su tierra, donde pasó largo tiempo ^sin trabajar. En 1847 se contrató aquí de temporada, tomó parte en seis corridas en tanda, sufrió una cogida en la del 17 de mayo, no pudiendo volver al ruedo hasta el 28 de junio, en que volvió a ser herido. La última corrida en que tomó parte fue la del 31 de octubre, con ella terminó su contrato y se retiró de la profesión, falleciendo tres años después, el 18 de diciembre de 1850. Según queda dicho, Antonio Rodríguez no llegó a primera figura entre los varilargueros de su tiempo, quedó en un aceptable segundo plano: solía cumplir y en ocasiones se apretaba con los toros. No era fino en su trabajo, distinguiéndose más como caballista que en el manejo de la garrocha. Hombre serio en sus relaciones de sociedad y de corazón sencillo y generoso, se creé, entre la afición un gran ambiente de simpatía, lo que repercutía en su favor en el ruedo. En Madrid fue uno de los diestros más populares de su tiempo.

sábado, 18 de octubre de 2014

CORRIDA A BENEFICIO DE EL TATO

Antonio Sánchez "El Tato" y Francisco Ortega "Cuco"


El día 7 de Junio de 1869, el toro «Peregrino», de don Vicente Martínez, hirió al espada Antonio Sánchez (El Tato). A los siete días hubo necesidad de amputarle la pierna. Con objeto de aliviar la triste situación en que quedó el diestro, se organizó ea Madrid una corrida extraordinaria, que se verificó el 31 de Octubre de aquel año, y en la que se lidiaron ocho toros de las siguientes ganaderías donados por sus dueños: Primero. De don Ildefonso Núñez de Prado, vecino de Arcos. Segundo. De don José María Benjumea, regalado por don José Bermúdez Reina, de Sevilla. Tercero. De don Joaquín Pérez de la Concha, de íd. Cuarto. De la señora viuda de den Anastasio Martín, I de íd. Quinto. De don Rafael Laffitte, de id. Sexto. De don Antonio Miura, de íd. Séptimo. Del marqués del Saltillo, de íd. Octavo. De don Jerónimo Angulo, de Jerez. Picaron: los toros primero y segundo, Francisco y Antonio Calderón. Tercero y cuarto, José Marqueti y José Calderón. Quinto y sexto, Juan Antonio Mondéjar y Domingo Granda. Séptimo y octavo, Manual Sacanelles y Ramón Agujetas. Reservas: Joaquín Chico, Francisco Anaya y Gregorio Jordán. Espadas: José Ponce, Antonio Luque (Cuchareo de Córdoba), Rafael Molina (Lagartijo), Salvador Sánchez (Frascuelo), Jacinto Machío y José de Lara (Chicorro). Banderilleros: Matías Muñiz, Francisco Ortega (Cuco), Mariano Antón, Pablo Fierráiz, .Juan Yust, Benito Garrido (Villaviciosa), José Gómez (Gallito), Esteban Argüelles (Armilla) y Julián Sánchez. Antonio salió al redondel, vestido de paisano, en un coche, siendo ovacionado y recibiendo una corona que le arrojaron desde un tendido.

En Sevilla, el 24 de Septiembre do 1871, se organizó otro beneficio. Se lidiaron seis toros do la ganadería de la señora doña Manuela Suárez, viuda de don Anastasio Martín, vecina de Sevilla. Director de cuadrillas: Antonio Sánchez (Tato). Matadores: Manuel Fuentes (Bocanegra), de Córdoba; José Gíráldez (Jaqueta) y José Cinco (Cirineo), ambos de Sevilla. El día de la corrida estuvo lluvioso; a pesar de ello la concurrencia fue numerosa. Antonio trató de capear a uno de los toros; pero en el momento de citarlo, el bicho volvió la cara, como compadecido de aquel hombre inútil, a quien le engañaba el corazón. Una atronadora salva de aplausos premió los deseos del torero, y un griterío inmenso pidió que no toreara, a fin do evitar una desgracia. El Tato, con lágrimas en los ojos, desistió de torear. Antonio Sánchez "El Tato" y Francisco Ortega "El Cuco"

EL VOLAPIE DE "EL TATO"


La fama que de Antonio Sánchez, el "Tato.", ha llegado hasta nosotros es la de que fue un formidable matador de toros, y con arreglo a ella, naturalmente, las gentes suponen que ejecutaba la suerte—de la estocada a volapié se trata—con estricta sujeción a unos principios... que en la mente de los preceptistas en candelero se forjan y quedan, durante su época—la época de privanza de los tales preceptistas—como dogmas. Pues bien Antonio Sánchez, el "Tato", como todos y cada uno de los grandes matadores que en la tauromaquia han sido, tenía su forma y manera de matar a volapié, y esa forma y manera da la casualidad de que nada tiene que ver con la clásica. Como poner en evidencia estas cosas es siempre útil, pues nunca se insistirá bastante en que en el ejercicio del toreo, descontadas unas cuantas reglas que impone el toro por su peculiar y constante modo de proceder en el ruedo en virtud de su construcción anatómica y de sus instintos, todas las demás son circunstanciales y obedecen a la idiosincrasia del torero, a la moda y a la rutina ; y de ahí que en cada período los "principios inmutables" que el aficionado 'proclama hoy se "muden" en dos temporadas y lo que ayer no se le podía hacer al toro, sea lo que mañana sea obligatorio hacerle. Todo el mundo sabe que al "Tato" lo inutilizó para su profesión el toro "Peregrino" de don Vicente Martínez, el día 7 de junio de 1869, en la plaza de Madrid; pero no es tan sabido que la cogida que le costó la pierna fue debida a esa su manera de ejecutar el volapié. Y para los que lo ignoran he creído oportuno reproducir una carta del duque de Veragua (don Cristóbal Colón) que presenció el accidente y contiene enseñanzas que no está de más difundir. Dice así el curioso documento: 

“Sr. D. José Pérez de Guzmán.Madrid, 1 de julio de 1869 Querido amigo: Mucho he agradecido el recuerdo de amistad enviándome el grupo que contenía su grata del 23 del pasado. La cuadrilla me parece que corresponde en su apariencia al justo crédito que goza. Únicamente sería de desear llenara el banderillero un poco de las taleguillas sobrantes. Con mucho gusto reuniré para enviar a usted cuanto se publique con motivo de la cogida del "Tato". Hasta ahora sólo tengo noticia de la adjunta hoja suelta, escrita muy en tonto, según verá. He encargado a Carmona me envíe lo que él conozca acerca del particular; no hago mérito de lo publicado por el antiguo "Enano", pues no dudo en considerar a usted como suscriptor; y por cierto que como detalles y escrupulosidad en reunir partes facultativos, no puede mejorarse. En cuanto al juicio y observaciones que a un aficionado debe sugerir la cogida, crea usted que no ha habido más que lo siguiente: El toro era muy noble, estaba menos aburrido de lo que generalmente llegan a la muerte los toros del Colmenar, y nada tenía que inspirase cuidado, pues su condición de blando alejaba aún más todo peligro. El pobre "Tato" lo había toreado sin ninguna dificultad a pesar de su poca defensa; y habiéndole cogido los huesos dos veces, quiso asegurarlo con uno de esos volapiés que le valían tantos aplausos, y que ponían siempre a riesgo su vida. 

En aquella ocasión no intervino el primer elemento que le salvaba y era el dolor de la estocada; pues resultó .un poco al lado contrario y fuera de la cavidad. El motivo de estar la estocada ida, fui haber hecho el toro un poco más de lo que el matador creía, a consecuencia de la colocación del toril, arrancando en suerte natural. También—añade--estuvo demasiado tiempo delante de la cabeza, cosa hoy muy frecuente en los matadores actuales, y que desvirtúa el principal efecto de los, volapiés, verdaderas sorpresas, y como tales, recursos grandes para toros tunantes. Lo que no advertí fue tener el toro la cabeza baja. En fin, fue una desgracia imprevista, por haber corrido el mismo "Tato" riesgos mucho mayores sin que le engancharan los toros. Además, creo que la cornada bien cuidada desde un principio, no hubiese tenido consecuencias tan lamentables. Hemos perdido al único matador de vergüenza, pues los otros consienten que se les echen vivos los toros, sin apelar al recurso de la puntilla. En punto a destreza, todos son iguales Se ha hecho una litografía del lance, pero no tiene 'nada que merezca atención; sin embargo, la enviaré a usted cuando haya oportunidad, pues es muy grande para ir con el correo. Tuve mucho gusto en leer sus artículos publicados por el "Enano" con motivo de la obra de la tauromaquia. Todos los amigos me encargan afectuosos recuerdos para usted, de quien se repite suyo verdadero amigo, El Duque de Veragua" 

Y sin un solo comentario, pues de hacerlos sería para decir únicamente que el "Tato" gran matador, lo era a su "estilo", como lo han sido todos y lo seguirán siendo, con lo que queda confirmada toda la exactitud de la frase taurina "encontrar la muerte de los toros", pues efectivamente se "encuentra" y no se aprende, por la razón obvia de que intervienen más el "instinto" o si se quiere la "intuición" que la inteligencia y la reflexión ; sin un solo comentario, repito, acabaré recordando que alrededor del torero inválido se creó una leyenda que lo presentaba pobre y miserable, desempeñando un bajo oficio en el matadero de Sevilla para poder comer. Y eso no era la verdad. La verdad verdadera es, como dice Peña y Goñi, que aquel ser miserable y andrajoso murió dejando en alhajas más de diez mil duros, en papel del Estado treinta mil, y una casa en el barrio de San Bernardo, calle Ancha, frente a la parroquia, valorada en ocho mil. Total: un millón de reales mal contado. Esta es la verdad; pero cómo sustituirla por esa leyenda que nos pinta el triunfador de ayer transformado en vencido y nos permite exclamar Sic transit gloria mundi?