Marcial Villasante Riaño fue, sin
duda, una de esas figuras imprescindibles que, desde la trastienda de la
Tauromaquia, mantuvieron encendida la llama del toreo con pasión, constancia y
humildad. Sin los grandes focos de la gloria, pero con la nobleza del que no
busca más recompensa que el deber cumplido, consagró su vida entera a la Fiesta
desde todos los flancos posibles: novillero, empresario, apoderado, ganadero y,
sobre todo, incansable defensor del toreo de base.
Nacido en 1936 en Villalpando
(Zamora), un pueblo que respira campo y tradición, Marcial comenzó su andadura
taurina desde niño, en un entorno donde las capeas formaban parte esencial del
calendario popular. Durante las fiestas de San Roque, oficiando como pregonero
municipal, quedó fascinado por la cuadrilla de viejos toreros desheredados de
la gloria que recalaban en el pueblo para tentar a la suerte y pasar el guante
al terminar. Nombres como El Velas, Perules, El Poto, El Maño, Arturo, El Muertes,
o Conrado —el zamorano que acabaría convertido en leyenda de las capeas— fueron
los primeros espejos en los que Marcial empezó a mirarse.
Aquel universo romántico y
heroico encendió una pasión que jamás se apagaría. Empezó toreando de salón con
su hermano y su inseparable amigo Andrés Vázquez, “El Nono”, en los corrales
del pueblo. Más adelante, se trasladó a Madrid, donde se formó en la Escuela
Taurina de Vista Alegre bajo la tutela de maestros como Saleri II y Marquina.
Fue allí donde comenzó a gestarse su etapa como novillero.
Su primera experiencia seria
llegó con catorce años, cuando se puso delante de una vaca y recibió una
cornada grave en una finca de Casimiro Sánchez, en Benavente. Pese al susto, no
se amilanó. Mató su primer novillo en Castroverde del Campo y acumuló más de
doscientas becerradas a lo largo de su trayectoria. Aunque debutó con picadores
—incluso toreó en Almendralejo—, nunca llegó a tomar la alternativa. Con honestidad
y humildad, reconocía que el camino hacia el estrellato era muy difícil y que
debía ser consciente de sus propias limitaciones.
Obtuvo el carné de profesional y
toreó en numerosos pueblos de Castilla y otras regiones, sabiendo que su lugar
en la historia taurina no estaba en la cima del escalafón, sino en otros
terrenos no menos importantes.
La faceta en la que Marcial
Villasante dejó su huella más profunda fue la de empresario. Su debut en este
terreno fue tan simbólico como accidentado: organizó un festival en Candelario
durante las fiestas de Santiago y se anunció para matar un novillo. Durante la
lidia, al ver a varios jóvenes colarse trepando por los árboles, gritó “¡Se
está colando gente!”, se distrajo y el novillo lo volteó, fracturándole la
clavícula. No terminó la faena, pero sí quedó grabada la escena como símbolo de
su entrega, su vocación de servicio y su sentido de la responsabilidad.
A partir de entonces, comenzó una
prolífica carrera como organizador de festejos en toda la geografía española,
especialmente en Zamora, Salamanca, Segovia, Valladolid, Cáceres, Trujillo,
Olivenza, Balmaseda, Sepúlveda y la Sierra de Madrid. También promovió
espectáculos en La Alcarria, Extremadura y llegó incluso a organizar una
ambiciosa temporada en El Puerto de la Cruz, en Tenerife. Esta aventura acabó
en fracaso económico, pero no mermó su entusiasmo, como tampoco lo hicieron
otros reveses, como la caída de plazas portátiles en Pinilla de Toro o El
Pinedo, que asumió con entereza.
La ciudad de Salamanca fue mucho
más que una residencia para Marcial Villasante: se convirtió en su auténtico
cuartel general. Desde allí, con una visión estratégica y una vocación
inquebrantable, diseñó muchas de sus gestas más audaces como empresario
taurino. Fue desde la capital charra desde donde ideó y puso en marcha
iniciativas que hoy resultan memorables, como llevar corridas de toros a
Tenerife, organizar una corrida goyesca en plena Sierra de Béjar o incorporar
con naturalidad al cartel a mujeres toreras, grupos cómicos taurinos, forcados
portugueses y jóvenes promesas. Para Marcial todos tenían cabida, todos
merecían un sitio. Su obsesión era mantener viva la afición, alimentarla en
todos los rincones posibles, especialmente en aquellos municipios que apenas
tenían acceso a espectáculos taurinos de calidad.
Esa capacidad de gestión, pero
también de sensibilidad hacia el aficionado de a pie, es la que recogio su
hija, la periodista Patricia Villasante, en un libro titulado “Marcial
Villasante, una vida dedicada al toro”. En sus páginas, la autora repasa las
vivencias de su padre, primero como soñador del toreo que luchó por formar
parte del escalafón de matadores, y después como un empresario innovador, siempre
al servicio de la Fiesta.
Contrató a las máximas figuras
del momento, como El Viti, Julio Robles, El Niño de la Capea o Manzanares, pero
también supo abrir carteles a los que apenas comenzaban, conscientes de que en
ellos estaba el porvenir. Fue, como lo define su hija, “un hombre orquesta,
emprendedor, luchador, adelantado a su tiempo”. Un personaje singular que
encontró en Salamanca su tierra adoptiva desde principios de los años 60 y que
allí vivió, trabajó y soñó hasta el final de sus días. Este libro, según su
autora, “no es una biografía convencional, sino un retrato íntimo y peculiar de
alguien que vivió y sintió el toro con intensidad y entrega absolutas”.
Durante años tuvo tres plazas
portátiles con las que recorrió España. En ellas pasaron figuras como El Viti,
Manzanares, Paco Camino, Dámaso González, Julio Robles y El Niño de la Capea.
Con algunos, como Robles y Capea, tuvo una relación especial, habiéndolos
apoyado en sus primeros pasos cuando aún toreaban de tapia por las fincas
salmantinas.
Otra de sus grandes aportaciones
al toreo fue su labor como apoderado. Llevó con acierto la carrera de Julio
Norte, a quien condujo hasta la alternativa, y representó a Pepe Luis Gallego y
a Domingo Siro “El Mingo”. Además, orientó a numerosos toreros jóvenes,
incluyendo mujeres toreras en una época en la que eso aún era poco frecuente.
Su olfato taurino era proverbial: sabía detectar a quien tenía madera de figura
y no dudaba en ofrecerle su apoyo, aunque supusiera un sacrificio económico.
A diferencia de muchos
empresarios, no buscaba el beneficio rápido, sino la continuidad de la Fiesta.
Su hija, la periodista Patricia Villasante, contaba que “prefería ganar menos
si con ello ayudaba a un amigo o daba oportunidad a alguien con talento”.
En su variada trayectoria también
hubo espacio para la ganadería. Adquirió una punta de ganado a Matías Bernardos
“El Raboso”, cuya finca estaba en Fuentelapeña (Zamora). Más tarde vendió la
vacada, que actualmente sigue lidiándose bajo el nombre de “Santa María de los
Caballeros”.
Hombre atento, servicial, honesto
y sencillo, fue conocido por su cercanía y su carácter afable. En sus últimos
años, aunque retirado de la gestión directa, no se alejó nunca del mundo del
toro. Seguía acudiendo a festejos, coloquios, tertulias y actos taurinos,
acompañado siempre de su esposa Nati o su hija Patricia, con quien mantenía una
relación especialmente entrañable. Su saludo habitual —“¿Cómo estás, jefe?”— se
convirtió en seña de identidad entre los muchos amigos y aficionados que lo
recordarán por siempre.
Falleció el 7 de agosto de 2018
en Salamanca, a los 82 años. Su funeral se celebró en la Parroquia de María
Mediadora y sus restos fueron trasladados a Villalpando, su querido pueblo
natal, donde descansan bajo el cielo limpio y la tierra firme que lo vieron
nacer y soñar.
Marcial Villasante representa la
figura del romántico taurino, del luchador incansable que, lejos de los focos y
sin grandes padrinazgos, sostuvo la Fiesta desde la base. Su vida fue un
ejemplo de entrega, de amor por el toro y de compromiso con las raíces del
toreo. Fue, como bien lo definió Paco Cañamero, “un personaje menudo e
inquieto, de ojos vivarachos, que fue un luchador en todos los caminos del toro
y deja el buen recuerdo de quien supo ganarse el respeto general”.
Y quizás por todo eso, el día de
su muerte, como escribió Cañamero, “en el cielo abrieron de par en par la
puerta grande y hasta San Pedro se despojó de su capotillo para arrojárselo a
los pies de Marcial y darle la bienvenida más torera”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario