lunes, 21 de abril de 2025

BERNARDO GAVIÑO RUEDA

 


 

Bernardo Gaviño Rueda nació un 20 de agosto de 1812 en la marinera población de Puerto Real (Cádiz) hijo de Juan Gaviño y María de las Nieves Rueda, cuando contaba con un año de edad quedó huérfano de padre y a los diez, de madre por lo que fue criado bajo los auspicios y protección del obispo de Cádiz Don Francisco Javier Cienfuegos quien le procuro sus estudios primarios y secundarios, así como la posibilidad de una futura carrera eclesiástica.

Gaviño se trasladó a Sevilla algunos años después al ascender en la jerarquía eclesiástica su mentor, que fue nombrado arzobispo en la ciudad hispalense. En Sevilla, ya andaba de seminarista cuando descubre su afición taurina, al parecer mucha culpa la tuvo el diestro Juan León “Leoncillo” primo de su madre a quien le agradó el muchacho por su viveza y las reses que para su consumo llegaban al matadero de palacio, poco tiempo después el joven Gaviño se fugó después de un encierro de quince días que le impuso el sr. Arzobispo, en ese tiempo se colocó en una cuadrilla y debuto por primera vez en la plaza de toros de San Roque (Cádiz) a las órdenes de un espada llamado Francisco Benítez y apodado panaderillo o panadero, toreando días después en Algeciras, Vejer y Puerto Real, su pueblo. Enterado un hermano de su madre, D. Francisco Rueda, lo amenazo con meterlo en la cárcel.

Harto de tantas contrariedades se embarcó para América en el puerto de Cádiz, después de una larga travesía llego a Cuba no agradándole el ambiente y embarcando para Montevideo en 1829 donde actuó como banderillero y medio espada las temporadas de 1829-1830 regresando a la Cuba en 1831.

Por tres años hizo campañas aceptables en la isla en compañía de un tal Rebollo natural de Huelva  los gaditanos Bartolo Mejigosa y José  Díaz “Mosquita” y el mexicano Manuel Bravo, en 1834 precedido por su fama y ayudado por las amistades de Manuel Bravo fue contratado para actuar en México y en México se quedó desde 1835 y hasta su muerte, 51 años después.

 “Es aceptado a tal punto que lo hizo suyo la afición que aprendió a ver toros como se estilaba por entonces en España. Gaviño entendió muy pronto que apropiarse del control, no significaba ser el estereotipo de un español repudiado por la reciente estela de condiciones establecidas por un país que ha expulsado a un grupo importante de hispanos a quienes se les aplicó cargo de culpa sobre todo aquello que significó la presencia de factores de coloniaje” (J.F. Coello Ugalde)

En una corrida de toros de la época, pues, tenía indiscutible cabida cualquier manera de enfrentarse el hombre con el bovino, a pie o a caballo, con tal de que significara empeño gracioso o gala de valentía. A nadie se le ocurría, entonces, pretender restar méritos a la labor del diestro si éste no se ceñía muy estrictamente a formas preestablecidas.

Gaviño se ajustó a los gustos del público y creo una manera especial de toreo. Los picadores montaban a caballo con el pecho y las ancas cubiertos de cuero y no picaban a los toros sino que los pinchaban en cualquier sitio, los banderilleros clavaban invariablemente tres pares repartidos por todo el cuerpo de la res y cuando sonaba el clarín salía Gaviño con un capote arrollado a un palo en la mano izquierda y después de dar tres o cuatro lances, se colocaba a la derecha del toro con el capote extendido, hacía con este un movimiento hacia la derecha del toro y al tiempo que el toro embestía al trapo le introducía en la tabla del cuello, casi siempre bajo, el estoque que sacaba inmediatamente dando la vuelta sobre los talones y mostrando al aire el acero victorioso al tiempo que la degollada res rodaba.

Tanto arraigó el sistema que cuando José Machío fue y estoqueo dejando el acero en su sitio en lugar de emplear el metisaca (que tampoco era invención de Gaviño, simplemente lo adoptó), oyó muchos insultos y hasta tuvo que aguantar que lo apedrearan en no pocas ocasiones. Fue Mazzantini en 1887-1888 quien pudo hacer comprender la superioridad del sistema español, con lo cual vino a menos la escuela mexicana de Gaviño.

Bernardo Gaviño aporta, entre otras cosas, la ceremonia de alternativa, en México no se acostumbraba. Es Bernardo Gaviño quien empieza a poner orden y jerarquías entre los toreros. Gaviño concede la primera alternativa en el país, fue a Ponciano Díaz, miembro de su cuadrilla. Tal acto tiene lugar en abril de 1879.

El trabajo de Gaviño para fomentar, innovar  y promocionar el toreo en México fue duro, trabajó en  las plazas de todos los departamentos o provincias, dio funciones de toros improvisando plazas donde jamás se había celebrado una corrida, organizó cuadrillas con aficionados del país, selecciono las vacadas dirigiendo las tientas para afinar la bravura del ganado…

Y a pesar de todo su esfuerzo no consta que recibiese alternativa alguna, hecho que queda empequeñecido al compararse con su titánica y longeva labor en pro de la fiesta en México, se mantuvo activo por más de 50 años y al finalizar la temporada de 1880 en la que había pasado algún tiempo enfermo muchos amigos y admiradores le aconsejaron abandonar las lides al verlo ya anciano y escaso de facultades, a nadie hizo caso.

El 31 de Enero de 1886 y con motivo de la feria de Texcoco se organizó una corrida en la que figuraban Gaviño (74 años) y la cuadrilla de muchachos del país, discípulos suyos.

Estoqueados los dos primeros toros por el diestro español, que vestía de negro con adornos de seda, y el mexicano José de la Luz Gavidia, salió en tercer lugar un toro del ganadero mexicano D.Vicente Pueyo y Carmona “Ayala”, negro zaino que tomo ocho puyazos y mato dos caballos de nombre “Listonero” ,en algunos sitios se nombra como “Chicharrón”, al presentar Gaviño la muleta le infiere una cornada en la región perianal hueco isquio, la enfermería de la plaza solo tiene una cama, un montón de heno, allí fue curado y una hora después se le infectó la herida, no llegando a recuperarse de aquella herida y falleciendo en su domicilio al que fue trasladado el 11 de febrero de 1887, a las 9,30 de la noche.

Hierro de Ayala


“El 31 de enero de 1886, al estoquear un toro de la vacada de Ayala en la plaza de Texcoco, (México). fue cogido y volteado, resultando con una herida de cuatro centímetros de extensión, en la margen derecha del ano, que le perforó el recto, y otra en la entrepierna, que le causaron la muerte, el 11 de febrero” J.Carralero Burgos “La fiesta nacional” 1905

Cromolitografia de “La Muleta” cuyo autor es Carlos Noriega, integrante de la publicacion “tres picos” Mexico 1888 de la colección de D, Julio Tellez.



El Arte de la Lidia  año II, N° 9, del 28 de febrero de 1886.

PARTE FACULTATIVO de las heridas que recibió Bernardo Gaviño en Texcoco la tarde del domingo 31 de enero de 1886 por un toro de la ganadería de Ayala, que ocasionaron su muerte. Bernardo Gaviño tiene una herida de bordes irregulares contusos de cuatro centímetros de extensión situada en la margen derecha del ano hasta la parte posterior que interesa en algunos puntos la piel y el tejido celular y en otras la mucosa y dicho tejido. En la parte posterior de la herida penetra en la fosa isquio-rectal a una altura de 10 centímetros perforando el recto en una obertura superior de un centímetro y 1/2 de diámetro. Tiene en la parte anterior e izquierda de la margen del ano otra herida de bordes irregulares de 2 centímetros 1/2 de extensión que interesa la piel y la mucosa hasta el tejido celular. Al nivel de los trocánteres sobre todo en el izquierdo, grandes equimosis como de 20 centímetros de diámetro. La primera curación se la hizo en Texcoco el Dr. Osorio y el día 1° de Febrero y 1, los Doctores Osorio Icaza y Casasola.

Traje de torear que llevaba Bernardo Gaviño

                                                                        



El periódico EL SIGLO XIX reporta la noticia de la siguiente manera: “El Capitán Bernardo Gaviño fue herido por el tercer toro y parece que de gravedad; igualmente lo fue un torero en el momento de clavar unas banderillas, quien probablemente perderá el brazo que le hizo pedazos el animal; y por último, una mujer cuyo nombre se desconoce, quien recibió una ligera cornada también en el momento de banderillar. El toro “Chicharrón” fue despachado “a la difuntería por el intrépido torero Carlos Sánchez”. Bernardo murió a las nueve y media de la noche del jueves 11 de febrero”

“Dio muerte a 2,756 bichos. Se dice que murió pobre, pero hay quien asegura que testó una gran fortuna. Gaviño a última hora recibió los auxilios espirituales”.                                                                                                            (LA VOZ DE MÉXICO).

Jorge Gaviño Ambríz (descendiente directo): “Semblanza de un torero en el siglo XIX” (Trabajo Académico Recepcional en la Academia Mexicana de Geografía e Historia), (pp.353-375), p. 365-367.

Desde que salió del toril reveló su ley y viveza. Perseguía con feroz encarnizamiento al bulto y se disparaba furioso contra el encuentro de los caballos de los picadores y persistía en la garrocha hasta tocar los ijares, no dejando con vida a ninguno de los flacos resistentes que salieron a la plaza.

Se tocó a banderillas y al ponerle el primer par persigue al banderillero, lo alcanza cerca del burladero, pega la embestida y le quiebra un brazo que le agarra contra la pared de la plaza donde el cuerno deja una profunda huella.

Faja que llevaba puesta el día de la cogida



La compañía continúa banderillando al bicho con gran temor.

Bernardo decía satisfecho: este toro sí es de los buenos. Toma la espada y la muleta, lo cita muy cerca de la valla y el toro le da una cogida causándole una herida profunda y peligrosa.

Se mandó lazar a la fiera pero el público insistió en que la matara Carlos, hubo que ceder, tomó la espada y le dio muerte con una estocada en que le dejó puesta el arma.

Gaviño “todavía caminó por su propio pie hasta el cuartucho de adobe improvisado para enfermería, dejando un reguero de sangre pálida. La herida cerca del ano era profunda, incurable… sobre el camastro el pobre Gaviño respiraba dificultosamente después de la curación bárbara, en un cuarto mal oliente, un montón de heno en el rincón, unos frascos y unas vendas… sobre la silla de tule, los treinta pesos que cobró por actuar en esa tarde gris y polvorienta”.

El periódico “El Siglo XIX” del día 8 de febrero publica el estado de gravedad y las condiciones miserables en que se encontraba:

“El decano de los toreros en México, el octogenario Bernardo Gaviño, sabido es que no ha muerto, pero sí se halla grave y casi al borde de la tumba. Algunos amigos que hemos estado en su casa a informarnos de su salud, nos conmovimos profundamente por la miseria horrorosa en que se encuentra. La pieza en que está es baja, oscura, húmeda, casi es un sótano El Dr. Vicente Morales lo asiste con ese empeño y solicitud que todos le conocemos y más los exagera, tratándose de heridos en lides tauromáquicas. Dados los sentimientos humanitarios que ha mostrado el buen viejo con propios y con extraños en iguales circunstancias las que hoy lo agobian, así como el deseo de algunos de sus buenos amigos para favorecerle, ahora que carece de los indispensables elementos para su curación, no hemos vacilado en promover una suscripción que pudiera acaso servirle de mucho en estos momentos.

 “Es un deber de humanidad el que invocamos, así de sus paisanos los españoles, como de sus amigos del país. Los donativos se reciben en la peluquería de la calle de los Rebeldes, junto al baño”.

El día 11 de febrero a las 9:30 de la noche en el Callejón de Tarasquillo número 5 1/2 bajos, falleció de gangrena del recto el célebre torero Bernardo Gaviño a los 73 años de edad, durante su carrera dio muerte a 2950 bichos.

Fue inhumado en el Panteón Civil, en una fosa de tercera clase, ocupando la Nº 1763, línea 23, sepulcro 2.

Juan Pellicer Cámara (Cartas Taurinas 1973, México) escribe al respecto: “su estancia aquí dejó una huella profunda, fue un patriarca incansable en el ejercicio de su profesión. El repertorio de suertes y aún de la manera de vestir tuvieron en Gaviño un poderoso transmisor. De lo que Gaviño impuso y de lo que a él le impuso nuestro medio, nació el mestizaje, que tuvo su afirmación y evolucionó más a más, hasta adquirir un tipo perfectamente definido, con sello y personalidad muy propios”.

 

Bibliografía:

José Francisco Coello Ugalde “Registros Taurinos en Texcoco durante el siglo XIX”

“Cosas del pasado: música, literatura y tauromaquia” Carmena y Millán, Luis, 1845-1903 Madrid: Librería de Fernando Fé, 1905 (Imprenta Ducazcal, 1904)

“La Fiesta nacional” : semanario taurino: La Fiesta nacional : semanario taurino - Año II Número 53 - 1905 abril 1 (01/04/1905)

“Los toros”: revista taurina: Los toros : revista taurina - Año II Número 48 - 1910 abril 8 (08/04/1910)

El Ruedo: suplemento taurino de Marca: Año IV Número 163 - 1947 Agosto 07, Año VII Número 338 - 1950 Diciembre 14.

 

 

 

domingo, 13 de abril de 2025

AGUSTÍN GARCÍA-MIER

 



Natural de Jerez de la Frontera, donde nació el 19 de marzo de 1932, Agustín García-Mier Zorrilla fue un rejoneador singular, elegante y dotado de una especial sensibilidad artística para la monta y el toreo a caballo. Su nombre comenzó a sonar con fuerza en los círculos taurinos a mediados del siglo XX, gracias a su depurada técnica y a su dominio de los ejercicios de alta escuela, entre los que destacaban los saltos de corveta, que ejecutaba con precisión y estética. 

Debutó como rejoneador en la plaza sevillana de Osuna el 24 de junio de 1954, en un festejo mixto en el que compartió cartel con los espadas Mariano Martín “Carriles”, Bartolomé Jiménez Torres y Juan Gálvez. Aquella tarde lidió un novillo de la ganadería de
Algarra, dejando ya muestras de su personalidad ecuestre. Se presentó en la Real Maestranza de Sevilla el 8 de diciembre de 1960, con motivo del Festival de la Vejez del Toreo, enfrentándose a un astado de González Sanromán. Su actuación le valió repetir en la novillada del 15 de agosto de 1961, en el mismo coso, con un ejemplar de Núñez. 

Uno de los hitos de su carrera fue su presentación en la Plaza de Las Ventas de Madrid, el 22 de octubre de 1961. En un festejo de rejones en el que alternó con Mariano Cristóbal, Antonio Moreda, José María López Ferrero, Manuel Vidrié y Francisco Mancebo, destacó por su temple y elegancia frente a un encierro variado compuesto por reses de Juan Cobaleda, Escudero Calvo Hermanos, Clemente Tassara y El Pizarral de Casatejada. Su faena fue premiada con una vuelta al ruedo, testimonio del aprecio del público madrileño a su estilo fino y caballeresco. 




Agustín García-Mier desarrolló su trayectoria entre los años 1955 y 1964, si bien algunos registros lo sitúan en activo desde principios de la década de 1950. Fue un rejoneador que no se prodigó demasiado fuera de su tierra, pero que gozó de un profundo respeto entre los aficionados jerezanos y andaluces, por su conocimiento del caballo, su amor por la tradición ecuestre y su cuidada expresión artística en la plaza. Falleció en 1989, dejando el recuerdo de una figura que supo fundir el clasicismo del rejoneo con la pasión jerezana por el caballo, y cuyo nombre sigue resonando entre quienes valoran la elegancia y la autenticidad en la lidia a caballo.

jueves, 3 de abril de 2025

ANTONIO MARCET

 


                                                 

Antonio Hernández Marcet, nacido en Algeciras el 3 de agosto de 1898, fue una figura singular en el mundo del toreo a caballo. Desde joven, mostró un innegable talento para la equitación, herencia de su padre, un teniente coronel de Caballería. A los cinco años, cabalgaba en secreto los potros que enen "El Ruedo", actuaba con humildad, consciente de ocupar un lugar secundario frente a Rafael Cañero, el gran precursor del rejoneo moderno. Marcet fue conocido por su habilidad para lidiar sobreros en todas las plazas de España, destacando su versatilidad con diferentes hierros. Su carrera como rejoneador alcanzó más de una década de éxitos, desde 1924 hasta su retirada en 1936. 

Actuó en numerosas plazas de renombre, tanto en España como en el extranjero, incluyendo ciudades como Granada, Algeciras, Málaga, Barcelona, Madrid, Sevilla, Marsella y Nimes, entre muchas otras. Entre sus logros más destacados, fue el primer rejoneador en banderillear a dos manos en la plaza de Gerona en 1925, una hazaña que dejó una profunda impresión. También debutó con gran éxito en "Las Arenas" de Barcelona en 1926, y un año más tarde se presentó en Madrid, en la histórica plaza de Vista Alegre. En 1930, Marcet alcanzó uno de sus picos de popularidad, toreando en 23 corridas y ganando la considerable suma de 6000 pesetas por actuación. 

Sin embargo, la vida en los ruedos no estuvo exenta de riesgos. Sufrió varias cogidas graves a lo largo de su carrera, destacando la que vivió frente a un toro de Veragua, que le atravesó la boca con el pitón, haciéndole perder tres dientes y provocándole serias heridas en el paladar, aunque manteniéndose estoico sobre su montura. Otras heridas las sufrió en Málaga en 1924, Nimes en 1927 y Barcelona en 1929. Marcet también tuvo momentos difíciles, como su sonado fracaso en Madrid en 1933, cuando no pudo dar muerte a un toro, hecho que quedó en la memoria de la afición. Finalmente, en 1936, atendiendo la solicitud de su esposa, Blanca Guardiola Ruidor, decidió retirarse de los ruedos. Establecido en Barcelona, continuó vinculado a su pasión por los caballos como profesor de equitación, dejando una huella indeleble tanto en el toreo como en el arte de la equitación. 


Marcet falleció en Barcelona el día 10 de enero de 1961.contraba, alimentando una pasión que más tarde lo llevaría a convertirse en rejoneador. Inició su carrera como matador de novillos, toreando en plazas andaluzas como Cádiz, Algeciras, La Línea, Tarifa y Ronda entre 1919 y 1921. Sin embargo, su verdadera vocación se materializó en el rejoneo. Su debut como rejoneador tuvo lugar en la emblemática plaza de toros de Jerez, donde, según confesó en una entrevista