jueves, 5 de enero de 2017

DE COMO "EL PESCADERO" SE LIBRO DE MORIR APLASTADO ENTRE DOS TOROS.



Vicente Méndez "El Pescadero", fue un banderillero de toros excelente, muy buen peón de brega y apreciable matador de novillos hacia la mitad del siglo XIX. Figuró en la cuadrilla del Gordito mucho tiempo y con él estuvo casi hasta que el célebre Carmona se retiró. Cuando esto sucedió ya no contaba "El Pescadero" con las facultades necesarias para seguir la lucha en las plazas de España, pues lo muy, obeso que estaba y la edad un tanto madura le privaban de la agilidad y resistencia precisas para tan difíciles tareas.
Por estas razones se marchó el hombre al vecino Portugal, donde era muy conocido por la frecuencia con la que había trabajado allí con su maestro, y fijo su residencia en Lisboa. Muy pronto hizo amistades con los buenos aficionados portugueses y fue elemento indispensable en casi todas las fiestas de algún fuste como peón de inteligencia para ayudar a los caballeros rejoneadores. Con los toros embolados era más relativo el peligro y podía tirar unos cuantos años más trabajando. No había corrida de importancia en la que no tomase parte el banderillero español, y por esta razón para una fiesta que celebró en la plaza de Cintra el caballero rejoneador Fernando de Oliveira, el día 15 de Septiembre de 1892. llevó como utilísimo auxiliar a Vicente Méndez.
La corrida fue como la generalidad de las que se celebran en Portugal. Hubo numerosos toros, unos para ser rejoneados y otros en los que los diestros de a pie ponían banderillas "El Pescadero" salió a banderillear a uno de ellos, y ya cuando estaba preparado el toro, fija la vista en el torero, éste, dando la espalda a la puerta del chiquero, avanzó con los palos hacia el embolado cornúpeta, que a su Vez arrancó hacia el banderillero. En aquel preciso instante un griterío general resonó en la plaza; el diestro se dio cuenta de las exclamaciones del público, pero no supuso la causa, y atento solo al éxito de su empresa, pensó que la intensa emoción de los espectadores tenía por causa la proximidad del momento en que había de verle clavar un gran par de banderillas al encuentro y siguió su viaje llegando hasta la cara, clavando el par y saliendo por el lado derecho con suma tranquilidad. No bien había salido se explicó el motivo de las aterradoras voces de aquella multitud.
En el momento en que Vicente había iniciado el viaje, otro toro de los encerrados en los chiqueros rompió la puerta de su encierro y súbitamente se presentó en la plaza y arrancó tras el diestro, que era lo que más cerca tenía, sin que nadie pudiera evitarlo la emoción de los espectadores fue grandísima, pues consideraron, y con razón, que lo iban a aplastar entre las dos cabezas aquellas dos fieras en el impetuoso arranque, y la terrible ansiedad se trocó en satisfacción cuando vieron que el lidiador salía intacto de aquel peligroso trance, y, casi al mismo tiempo chocaban las dos testuces produciendo un fuerte chasquido y en los dos toros algo parecido a conmoción cerebral. Aterrorizado al pensar lo que le podía haber ocurrido recibió la ovación con que premiaron los testigos de la fiesta su milagrosa suerte. Indudablemente, le salvó la ignorancia del peligro, que ha sido la que ha producido la mayor parte de los héroes.

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