sábado, 26 de julio de 2025

DOLORES SÁNCHEZ “LA FRAGOSA”

 



Dolores Sánchez “La Fragosa” fue una figura emblemática del toreo femenino en la España del siglo XIX, pionera audaz que desafió las normas sociales y estéticas de su tiempo para forjarse un nombre en uno de los espacios más cerrados para las mujeres: el ruedo. Nació en el barrio de Triana, en Sevilla, el 25 de septiembre de 1866 —aunque algunas fuentes apuntan a 1864—, en la calle Larga nº 24. Hija de Juan y Francisca, comerciantes ambulantes, su infancia transcurrió entre su ciudad natal y La Línea de la Concepción (Cádiz), adonde la familia se trasladó cuando ella tenía apenas doce años.

 

Fue en La Línea donde Dolores comenzó a relacionarse con el mundo del caballo, ayudando en las caballerizas familiares que eran utilizadas para el transporte de mercancías. Este vínculo temprano con la equitación no solo forjó su destreza física, sino también su carácter decidido, que más adelante afloraría en los ruedos. Su afición por el toreo nació entre capeas populares en los alrededores de Sevilla, donde se inició como torilera y sobresalió por su habilidad. Años después, cantaba en cafés cantantes, pero su atracción por la tauromaquia la empujó a convertirse en novillera, guiada por una vocación que desbordaba los espacios tradicionalmente reservados a las mujeres.

 

Debutó como torera en 1885 en Constantina (Sevilla), enfrentándose a un becerro, y comenzó a ganar notoriedad al actuar en localidades como El Arahal, Alcalá de Guadaíra, Jaén y Linares. Su actuación del 13 de junio de 1886 en esta última plaza fue especialmente celebrada. Ese mismo año, el 22 de julio, alcanzó su consagración en una corrida histórica en Sevilla: encabezó un cartel compuesto únicamente por mujeres, y tras ser herida por el primer becerro, continuó la lidia enfrentándose a otros cinco, con bravura y dominio técnico, hasta ser sacada en hombros entre el entusiasmo general. Esta faena fue objeto de abundantes crónicas, poemas y coplas que circularon en la prensa taurina de la época, consolidando su fama.

 

La Fragosa fue la primera mujer torera que se atrevió a sustituir la falda tradicional por la taleguilla, vistiendo el traje de luces masculino en un acto profundamente transgresor. También rompió con la convención de formar parte de cuadrillas exclusivamente femeninas, al integrar una cuadrilla de hombres, lo que causó escándalo en los sectores más conservadores de la afición y la crítica taurina. Su figura, sin embargo, logró traspasar el estigma de su género. En 1886, fue retratada en la portada del semanario taurino La Nueva Lidia, un gesto que evidenció tanto su popularidad como la controversia que generaba. La prensa conservadora la atacó sin clemencia. Ángel Caamaño, el célebre crítico taurino apodado “El Barquero”, le dedicó un poema condescendiente y misógino:

 

    “En vez de dedicarse a planchadora

    o hacerse lavandera

    se dedicó al toreo esta señora

    y, al fin, se hizo torera.

    Cada cual tiene un gusto diferente

    y así vamos tirando:

    pero yo lo que opino es, francamente,

    que estaría mejor Lola fregando”.

 

Estas críticas no mermaron su determinación. A lo largo de cinco o seis años de carrera, toreó en plazas importantes de Andalucía, como Cádiz, Córdoba, Jerez, Sanlúcar y Linares, así como en localidades madrileñas como Vallecas. Su estilo fue descrito como valiente hasta la temeridad, y su entrega le costó numerosas cogidas. A pesar de los riesgos, logró ganar lo suficiente para retirarse con tranquilidad, según fuentes de la época, lo que confirma el impacto económico de su popularidad.

 



Su trayectoria se inscribe en un contexto singular: durante las últimas décadas del siglo XIX, el toreo femenino vivió un breve periodo de efervescencia con cuadrillas como “Las Noyas” —procedentes de Cataluña— que se presentaron en España y América entre 1895 y 1900. Sin embargo, la presión del gremio masculino no tardó en traducirse en medidas institucionales. En 1908, el ministro de Gobernación Juan de la Cierva promulgó una Real Orden que prohibía a las mujeres actuar a pie en los ruedos españoles, consolidando un veto que ya venía aplicándose de manera extraoficial por empresarios y matadores que se negaban a compartir cartel con ellas.

 

El legado de Dolores Sánchez sobrevivió a la prohibición. Su influencia fue directa en figuras como María Salomé Rodríguez, conocida como “La Reverte”, quien decidió hacerse torera tras verla actuar. Para eludir la normativa de 1908, La Reverte adoptó la identidad masculina de “Agustín Rodríguez” y continuó toreando disfrazada de hombre, heredando así el espíritu desafiante que La Fragosa había encarnado años atrás.

 

En lo personal, Dolores se casó con su banderillero Rafael Sánchez, apodado “El Bebe”, y fue madre de “Bebe chico”, quien también incursionó en el mundo taurino. A pesar de su fama, los detalles sobre su retiro y su muerte permanecen en la penumbra. No se conoce con certeza la fecha ni las circunstancias de su fallecimiento, lo que contribuye a envolver su figura en una bruma de leyenda.

 

Dolores Sánchez “La Fragosa” no fue solo una torera destacada, sino una transgresora radical en una España marcada por rígidas convenciones de género. Su paso por los ruedos fue tan fulgurante como incómodo para la estructura patriarcal del toreo, pero abrió caminos para otras mujeres que, inspiradas por su ejemplo, encontraron el valor de enfrentarse al toro —y a la sociedad— a su manera. Su nombre, aunque durante años relegado a los márgenes de la historia oficial, hoy brilla con justicia como símbolo fundacional del toreo femenino moderno.


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