La tauromaquia, arraigada en la
historia y la tradición de España y América Latina, ha sido por siglos una
expresión de arte, coraje y ritual. Sin embargo, más allá del albero, las
banderillas y el paseíllo, existe un universo menos visible que circula entre
bastidores y burladeros: un mundo de sombras, presagios y relatos que
trascienden la lógica. Apariciones, maldiciones, rituales misteriosos y toreros
que, según cuentan, no han abandonado del todo la plaza, alimentan una
mitología paralela que convive con la Fiesta.
Apariciones y presencias: espíritus entre los tendidos
Uno de los casos más conocidos
ocurrió en la Plaza de Toros Santamaría de Bogotá. En 2014, durante una
protesta de novilleros en huelga de hambre, se tomó una fotografía donde
aparece una figura espectral con cabeza de cerdo. La imagen, que circuló
ampliamente en blogs y foros como Toros y Faenas y El Rincón Paranormal, fue
interpretada como una manifestación sobrenatural. A partir de entonces,
vigilantes nocturnos y empleados han reportado gritos, pasos y murmullos en
zonas vacías del coso colombiano, especialmente en los pasillos cercanos al
toril.
Similares historias se cuentan
sobre la Maestranza de Sevilla, donde el torero Blanquet, días antes de morir
repentinamente de un infarto, afirmó oler cera quemada durante dos faenas
distintas. Para muchos, ese aroma fue un presagio funesto, asociado a las velas
y la muerte.
Toreros que no descansan: tragedias y retornos
Los casos de toreros fallecidos
que siguen "presentes" en espíritu han cobrado fuerza a través de
testimonios orales y leyendas urbanas. En plazas ya clausuradas o ganaderías
antiguas, algunos aseguran ver sombras vestidas de luces en la madrugada o
escuchar voces que entonan pases sin público. No hay grabaciones concluyentes,
pero sí una persistente narrativa que habla de figuras que se resisten a
abandonar el ruedo.
Un caso célebre es el del llamado
“Cartel Maldito de Pozoblanco”. El 26 de septiembre de 1984, Francisco Rivera
“Paquirri” murió en la plaza de Córdoba al ser corneado por el toro Avispado.
Apenas un año después, José Cubero “El Yiyo”, quien había sustituido a Paquirri
en diversas corridas, falleció en Madrid por una cornada en el corazón. El
tercero del cartel, Vicente Ruiz “El Soro”, sufrió una lesión que casi le costó
la pierna y lo apartó durante décadas del toreo. El destino trágico de los tres
protagonistas alimentó la idea de una maldición, atribuida por algunos a la
cabeza disecada de Avispado, expuesta como trofeo en la finca de Paquirri.
Toros espectrales: entre lo físico y lo simbólico
En redes sociales como TikTok,
han circulado videos virales sobre el llamado "Toro Fantasma" en
Azángaro, Perú, y en una finca llamada Rancho La Estrella. Se trata de imágenes
donde se escuchan mugidos lejanos y se muestra la silueta oscura de un toro sin
dueño. Aunque estas grabaciones suelen ser de baja calidad, acumulan millones
de vistas y generan debates sobre su autenticidad. En estos relatos, lo visual
se mezcla con lo ancestral: el toro como símbolo de fuerza y misterio,
convertido ahora en ente espectral.
Otra figura asociada al
misticismo taurino es el Toro de Fuego, especialmente en fiestas como el Toro
de Júbilo en Medinaceli (Soria). Allí, un toro recorre la plaza con bolas de
brea encendidas en los cuernos. Aunque esta práctica tiene raíces paganas y
prerromanas, el fuego purificador y el animal envuelto en llamas evocan un
imaginario claramente sobrenatural.
Pactos, supersticiones y brujería ecuestre
La historia taurina no está
exenta de creencias mágicas. Algunos toreros afirman portar medallas
bendecidas, dientes de lobo, monedas antiguas o escapularios durante la corrida
como protección. En México, especialmente en relatos del siglo XVII ligados a
la charrería, se narran hechos insólitos como el del mulato vaquero que
introducía naranjas en los cuernos del toro y lo amansaba, algo que los
clérigos de la época atribuían a brujería. También se mencionan supuestos
pactos con entidades oscuras para obtener temple y coraje frente al toro, en
especial entre toreros gitanos.
Su gestión colectiva: la sugestión como motor del misterio
Muchos fenómenos atribuidos a lo
paranormal pueden tener explicación psicológica. La soledad de una plaza vacía,
el eco de los tendidos, los reflejos, la presión emocional del torero o la
mitología transmitida por generaciones generan condiciones perfectas para la
sugestión colectiva.
En entrevistas recogidas por
Toros y Faenas y Ovaciones, algunos profesionales del sector —desde
banderilleros hasta mozos de espadas— afirman haber sentido “una presencia”, o
experimentar frío repentino en pasillos donde no hay corriente de aire. En
algunos casos, incluso se han negado a regresar a ciertas zonas de la plaza.
De las ruinas a las redes: el nuevo altar del mito
Actualmente, las plazas en ruinas
o abandonadas se convierten en escenarios privilegiados para grabaciones
paranormales. Canales de YouTube e investigadores independientes realizan
“exploraciones nocturnas” en recintos como la vieja Plaza de Toros de San Roque
(Cádiz) o cosos rurales en desuso. Allí afirman captar psicofonías, luces
erráticas y movimientos sin explicación. Aunque estos contenidos no están
avalados por la ciencia, alimentan la expansión del mito en la era digital.
La mirada escéptica: entre lo creíble y lo creído
Expertos como José Francisco
Coello Ugalde, historiador taurino mexicano, señalan que muchas de estas
leyendas responden a una construcción social del miedo, el respeto y la muerte
en el toreo. Las figuras espectrales no buscan tanto ser verdaderas como
simbólicas: representan la carga emocional del oficio, la memoria colectiva de
los caídos, y el romanticismo fatal que rodea la figura del matador.
En este sentido, los fantasmas
taurinos no habitan tanto las plazas como la conciencia de quienes las aman.
Conclusión:
el tercer tercio del misterio
Lo paranormal en el mundo taurino
forma parte de su liturgia no oficial. Desde toros espectrales en videos
virales hasta olores premonitorios en la plaza, desde pactos oscuros hasta
sombras en los burladeros, este cúmulo de relatos constituye una suerte de
tercer tercio invisible, donde se enfrentan la razón y la emoción.
En un mundo tan arraigado a la
muerte y al rito como el taurino, no sorprende que lo sobrenatural se cuele
entre las tablas. Si hay fantasmas en las plazas, tal vez no sean más que
recuerdos —pero en la tauromaquia, los recuerdos se visten de luces y nunca se
van del todo.
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