Rafael El Gallo se abstraía de las pitadas y de los abucheos. De otro modo, no habría resistido tantos años en los ruedos, como él mismo decía irónicamente. Era un resistente y habría aprendido a relativizar las increpaciones y los almohadillazos. Su lema consistía en que una bronca dura cinco minutos y una cornada tres semanas.
Bien lo sabe un amigo aficionado que se encontró con el maestro en el tren de Córdoba a Sevilla. Había toreado El Gallo en el coso de los califas en competencia con Bombita, pero no anduvieron demasiado bien las cosas.
-"¿Entonces qué ha sucedido, Rafael?", inquirió el partidario.
-"Pues nada, división de opiniones".
-"¿Entre tú y Bombita?"
-"No, entre mi padre y mi madre. Unos se metían con él, otras con ella".
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