jueves, 14 de marzo de 2013

OJEDA EL FRANCISCANO
Paco Ojeda (Sanlúcar, 1954) se emociona todavía hoy cuando evoca la faena que instrumentó a un ejemplar de La Quinta en la feria de San Isidro de 1983. Salió el toro desparramando la vista. "A ver si te atreves conmigo", le decía a Ojeda con su arrogancia y con su violencia.
La quietud franciscana del maestro de Sanlúcar fue 'reduciendo' al animal, intimidándolo. Especialmente en el desenlace del último tercio, cuando las distancias del maestro y el toro desaparecieron completamente.
"Me miró de arriba abajo, me olfateó la taleguilla y con la punta del pitón me empujo los adornos de la chaquetilla. Lo hizo con tanto mimo y con tanta curiosidad que me estremezco al recordarlo", cuenta Paco Ojeda casi 30 años después.
La anécdota forma parte del misterio de la tauromaquia. Igual que las lágrimas de los toros. Dice Ojeda que las ha visto derramar en algunas reses sometidas y entregadas. Hay que ponerse muy cerca para asistir al fenómeno, hay que respetar la intimidad de la fiera.
Sabe Paco Ojeda de lo que habla. De otro modo no habría celebrado a su manera el triunfo sevillano que le abrió de par en par la puerta del Príncipe de Sevilla. Tenía todo el derecho de emborracharse, de abandonarse, pero el cuerpo, así lo recuerda él, le pidió coger el coche, marcharse a la marisma y torear unas vacas a la luz de la luna. Sin testigos ni aplausos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario