Un año, Ignacio Sánchez Mejías rompió sus conversaciones con la empresa de la plaza de Sevilla, en términos muy duros, tanto para el empresario, José Salgueiro, como para el torero. El origen de la discusión estaba en que Ignacio era entonces presidente de la Asociación de Matadores y no aceptaba la propuesta de contrato de los principales empresarios. Las negociaciones terminaron, como se dice por aquí, malamente. “Mientras yo mande en la empresa, tú no pisas el ruedo de esta plaza”. Dijo Salgueiro. A lo que Ignacio le contestó, crecido, que no pasaría la feria sin que le viera en el ruedo. Llegó la feria y empezaron los toros. Una tarde al tocar a banderillas y un vez puesto el primer par por los peones, saltó al ruedo un señor muy elegante, vestido de negro (según dice Corrochano) y con sombrero andaluz, que estaba en el burladero de los médicos de la plaza, al lado del doctor Sánchez Carrasco. Sorpresa en el público por ver a un espontáneo tan atípico. Pronto corrió por el tendido la voz de que se trataba de Sánchez Mejías. La gente empezó a aplaudir. Ignacio se acercó al espada de turno, que era Martín Agüero el gran estoqueador bilbaíno y con quien ya estaba de acuerdo y le pidió banderillas, que inmediatamente le dio. Con el par en una mano, el sombrero en la otra y acompañado de Agüero que así se lo indicó, pidió permiso a la presidencia para poner el par, apoyado por los aplausos del público y del Rey Alfonso XIII, que asistía al a corrida. El presidente dio su permiso. Sánchez Mejías que tenía una enorme personalidad banderilleó extraordinariamente poniendo tres pares. Contaba el Conde de Colombí, que el primero fue espectacular, sin terreno casi para salir de la suerte. El segundo, de dentro afuera, apoyando la espalda en los tableros de la barrera y, el tercero, cambiando el viaje en la cabeza del toro. Lo de este último par, lo cuenta, con más detalle Corrochano, quien dice que el toro se le arrancó, haciendo extraños, no se sabía por que lado venía. Sánchez Mejías, iniciado el viaje se paró, fijó al toro, que al verle a pie firme partió hacia el torero como una bala. Ignacio, le puso el par. Corrochano destaca el valor y la tranquilidad del torero para ver venir el toro. Lo que siempre ensalzaron las viejas tauromaquias (esto último lo digo yo). Cuando acabó de poner banderillas, había tanto estupor como entusiasmo, según nos dice el crítico. Finaliza Corrochano: “Ignacio Sánchez Mejías, se inclinó ante el Rey, saludó al Presidente, dio las gracias Agüero, se despidió del público desde el centro del ruedo y se fue al burladero del doctor Sánchez Carrasco, que en esta misma plaza, cuando empezaba de novillero, le había ligado la femoral. Pero de esto ya no se acordaba Sánchez Mejías”. Habría que añadir que al volver a su localidad y cuando pasaba frente al burladero del empresario, Ignacio le dijo: “Lo ve usted… piso este ruedo y me paseo por el albero de la Maestranza, cuando me da la gana, Don José”
martes, 12 de marzo de 2013
PISO ESTE RUEDO Y ME PASEO POR EL ALBERO DE LA MAESTRANZA CUANDO ME DA LA GANA¡¡¡
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