viernes, 20 de junio de 2014

VICENTE ROBERTO


Tarea algo difícil es la de escribir en tan poco espacio la biografía del aventajado diestro lusitano cuyo nombre encabeza estas líneas. Perteneciendo a una familia de toreros que en las antiguas plazas portuguesas dejaron apreciable nombre, Vicente Roberto quiso también dedicarse a la lidia de reses bravas, hacia la cual le llamaba una desmesurada afición, y aunque la voluntad paternal era contraria a los deseos del incipiente lidiador, nada pudo vencer la fuerza del muchacho, que sentía correr en sus venas la verdadera sangre torera. Fue en 28 de Octubre de 1835 y en Salvaterra de Magos, cuna de varios toreros y una de las poblaciones portuguesas más aficiona-das a las fiestas taurinas, que nació el que más tarde había de dejar en los anales taurómacos de Portugal un nombre que jamás se borrará de la memoria de nuestros aficionados. Hijo del notable banderillero Antonio Roberto da Fonseca, que fue uno do los más aplaudidos diestros de su tiempo, empezó toreando por los pueblos y así hizo su aprendizaje, resultando tan regulares sus primeros trabajos, que le sirvieron de mayor aliciente para seguir la arriesgada carrera que años después le había de otorgar uno de los primeros puestos entre la gente de montera. En 1849, es decir, cuando solamente había cumplido trece años, el noble y famoso rejoneador Conde de Vimioso, enterado de los hechos taurinos de Vicente, le invitó a torear en la plaza de Almada, y tan brillante fue el toreo del joven banderillero, que además de la gran cantidad de aplausos que cosechó en aquella tarde, el susodicho hidalgo le regaló un precioso traje de luces. 

Desde entonces el nombre de nuestro biografiado empezó a ser discutido entre la afición portuguesa, y las ovaciones que recibía en las plazas de provincias hicieron que la empresa de la antigua plaza de Campo de Sant'Anna contratara a Vicente Roberto, a quien el público de Lisboa tenía ganas de ver trabajar. La presentación del ya aplaudido banderillero en el coso lisbonense despertó gran interés entre los partidarios de tan sublime arte, que coronaron con pruebas de mucho agrado al estreno del joven torero en la capital, y Vicente empezó a ganar verdadero nombre de buen lidiador, hasta el punto de seguir tomando parte en todas las corridas, siempre a satisfacción de la concurrencia. Fue por ese tiempo que comenzó toreando en compañía de su hermano, el no menos notable banderillero Roberto da Fonseca. Los hermanos Robertos recibieron siempre, durante su larga y aplaudida carrera taurina, indiscutibles pruebas de cariño y amistad del público lusitano, que reconoció en tan buenos artistas un elemento indispensable para el mejor éxito de las corridas. La muerte del malogrado banderillero y el completo alejamiento de su hermano Roberto de los circos taurinos, representan para el arte una pérdida casi irreemplazable. Vicente toreó en todas las plazas de Portugal, y conociendo el arte como pocos, no confiaba al acaso el resultado de las suertes, antes las ejecutaba con una perfección de maestro que entusiasmaba a la muchedumbre. Banderillero de grandes facultades y aventajado peón de brega, lo mismo colgaba un par de rehiletes en los rubios, que defendía en oportunos y arriesgados quites al caballero en plaza de cualquier percance. 

Fueron muy notables los Robertos con las banderillas, poro en donde daban evidentes pruebas de toreros inteligentes, era en la manera superior y artística como ponían los toros en suerte para los rejoneadores. En esa parte de la tauromaquia portuguesa hasta hoy nadie ha suplantado a dichos artistas, y no hay aficionado que no recuerde con verdadero sentimiento el nombre de los renombrados toreros que durante tan largo número de años dieran con sus inmejorables faenas justo motivo a entusiastas ovaciones y que fueron digna representación del arte de los Romeros en Portugal. También se hizo notable Vicente Romero en las suertes de parear llamadas a la porta de gayola, que ejecutaba con indiscutible perfección, lo que le produjo siempre grandes ovaciones en todas plazas, causando dicho trabajo mucho entusiasmo en el público español, cuando nuestro biografiado, en compañía de su hermano, fue a Badajoz en 1865. La afición extremeña, enterada del nombre de los dos banderilleros que habían adquirido gran tronío en el país vecino, deseaba conocer también el toreo de los hermanos Robertos, y con ese motivo fueron nuestros paisanos contratados para dos corridas que se organizaron en la capital de la Extremadura española. 

La primera tuvo lugar en 9 de Mayo de dicho año, y aunque fue al estilo del país, el trabajo de los Robertos confirmó la fama que poseían de buenos diestros; pero en el segundo día, que la fiesta se celebró a la portuguesa, el toreo de Vicente y do su hermano mereció los más entusiásticos aplausos y vítores del público por la manera brillante y artística como ejecutaran su trabajo, oyendo grandes ovaciones de la extraordinaria concurrencia que llenaba la plaza. Vicente Roberto poseía un profundo conocimiento de los toros y del arte de sortearlos, llegando también algunas veces a lidiar a caballo. Compañero muy leal, de carácter bondadoso y siempre pronto a prestar su auxilio en fiestas de caridad, dejó un nombre inolvidable entre los toreros de su país, y lo mismo era apreciado por el público que estimado por los de su profesión, pues dio durante su brillante carrera apreciables pruebas de buen compañerismo. Después de sufrir larga y atroz enfermedad, falleció tan renombrado diestro en su casa de Salvaterra de Magos el 1 ° de Junio de 1896. Ante el duelo, que tuvo lugar en dicho pueblo, desfiló un inmenso gentío compuesto de personas de todas las clases sociales, que así quisieron prestar el último homenaje al artista pundonoroso e inolvidable banderillero, que con tan envidiables aptitudes fue una de las más legítimas glorias artísticas de la tauromaquia lusitana.

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