martes, 23 de abril de 2013

EL TOREO A CABALLO
Francisco Palha Sevilla, Abril 2013
Resurge vigoroso, potente, con todo el esplendor con que supieron enaltecerlo nuestros antepasados de los siglos XV y XVI.
Vuelve plasmado por el arte soberano de estos esforzados paladines del rejón, que saben rodearlo de la emoción y estética que el arte de Marialva posee y el buen aficionado saborea.
Sacado de la sima donde lo precipitaron los centauros actuales del castoreño, más atentos al lucro que al arte de montar a caballo; cual ave fénix que resurge de sus cenizas, retorna al coso taurino plasmado de una belleza única, remolcado por estos paladines del rejón.
llevan otra vez a la ginética a los tauródomos para demostrarnos, que el caballo en los toros es un elemento de primera necesidad; pues con su docilidad, agilidad manifiesta e instinto innato, conducido por esforzado, valiente y apuesto jinete, esculpe suerte emotivas, grupos escultóricos, capaces de atraer y absorber toda la atención de quien sea capaz de saborear e interpretar toda la majestuosidad y helénica belleza que cincelan, el rejoneador, el toro y el caballo; cuando este dirigido y mandado por hábiles manos que saben pulsar la brida como el bordón de una guitarra, le hace zigzaguear ante la impetuosa bravura del astado que en vano logra cornear al corcel, por sus bellas lanzadas y la manifiesta habilidad del jinete que lo manda.
La belleza del caballo bien embridado unida a la majestad manifiesta del mismo al acercarse braceando—, cual presumida andaluza—enhiestas las orejas, temblorosos los músculos, enervados los nervios, hacia la fiera astada que retadora espera la arrancada para hacer presa del caballo y del jinete; es de una intensidad tan emotiva, de una fuerza tan hipnótica y sugestiva, de una belleza tan hiperestésica, que cuando el jinete con su habilidad transmitida al corcel por su pericia de gran caballista obedece y burla al toro, este modesto y casi ignorado filósofo del tendido se encuentra trasportado en el aeroplano de su fantasía a remotas y casi fantásticas edades del ensueño, en las que multitudes —si queréis primitivas— ebrias de placer y amantes de belleza estética contemplaban y adoraban al equino como el más bello ejemplar zoológico para sus justas y torneos.
Hay que sentir aunque sea medianamente la afición a este noble bruto para poder comprender, y sentir toda la emoción y placer que experimenta el "dilettanti" al presenciar estos bellos cuadros que los actuales rejoneadores reverdecen en los cosos taurinos.
Simao da Veiga, Septiembre de 1926
Simao da Veiga banderilleando colosalmente a dos manos montando en su jaca "torera".

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