domingo, 21 de abril de 2013



EL TORERO QUE TENIA NOMBRE DE MUJER




Rosario Olmos Caballero (1897-1966).

Matador de toros español, nacido en Valencia el 3 de octubre de 1897, y muerto en su ciudad natal el 24 de noviembre de 1966 (así llamado por haber nacido en Valencia un 3 de Octubre, festividad de la Virgen del Rosario) 
Era apenas un chaval cuando, en la pequeña localidad valenciana de Chelva, hizo el paseíllo vestido de luces para despachar al primer astado de su carrera. Cuentan las crónicas de entonces que sorprendió gratamente el desparpajo y la habilidad con que Rosario Olmos Caballero pasaportó a su primer enemigo, lo que le granjeó un cierto renombre y un firme salvoconducto para irse forjando como aprendiz de torero por las diversas ferias de su comarca. Así, en pocos años logró un notable dominio del oficio, que le permitió dar comienzo a la temporada de 1923 situado entre los puestos más destacados del escalafón novilleril.
El día 11 de mayo de aquella temporada atravesó el redondel de la plaza de toros de Valencia, dispuesto a ganarse la borla de doctor en tauromaquia. Venía apadrinado por el espada alcarreño Juan Sainz Martínez ("Saleri II"), quien, bajo la atenta mirada del famoso coletudo madrileño Marcial Lalanda del Pino, que comparecía en calidad de testigo, le cedió los trastos con los que había de dar lidia y muerte a estoque a un toro perteneciente a la ganadería de Concha y Sierra, que atendía a la voz de Gitano. El morlaco, que presentaba enormes dificultades para la lidia, acabó siendo sometido por el buen oficio de Rosario Olmos, quien también se lució aquella tarde frente al segundo enemigo de su lote.
Salió, pues, del siempre difícil compromiso de la toma de alternativa muy reforzado en su condición de torero inteligente y poderoso, lo que le abrió las puertas de no pocas ferias españolas e hispanoamericanas. Y así, tras dejar otra gratísima impresión en las arenas peruanas de Lima, regresó a España para afrontar en la temporada de 1924 la confirmación de su pertenencia al escalafón de los matadores de toros.
En efecto, el día 25 de mayo de la susodicha temporada hizo el paseíllo en las arenas de la Villa y Corte, flanqueado por el diestro bilbilitano Ricardo Anlló y Orrio ("Nacional I"), citado en calidad de padrino, y por el estoqueador madrileño José Roger Serrano ("Valencia"), que hacía las veces de testigo. Lidióse aquella tarde un encierro perteneciente a la ganadería de Conradi, y, aunque el ganado no fue especialmente apto para el lucimiento de los tres espadas, Rosario Olmos consiguió parar, templar y acabar dominando espléndidamente a su segundo enemigo. La afición levantina salió de la plaza alabando la enorme capacidad de su paisano a la hora de dar la lidia adecuada a los toros más complicados, virtud que venía a compensar el peor defecto que afeaba el toreo de Olmos Caballero: el no andar demasiado sobrado de valor.
Para desgracia del joven lidiador valenciano, su desconfianza ante la cara de los toros se acrecentó tras dos graves cornadas que marcaron, indudablemente, el comienzo del declive de su trayectoria taurina (una la recibió en el coso de Pamplona, y otra en el ruedo de la capital de España). Cuando el desánimo cobró más pujanza que sus deseos de seguir aspirando a convertirse en una gran figura del toreo, Rosario Olmos se retiró a su lugar de origen, en donde halló la muerte un 24 de noviembre de 1966.

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