El día de San Andrés de 1893, la calle Arragüeta en Eibar veía nacer al que, sin duda, habrá sido, y será uno de los eibarreses más ilustres de toda la historia. En el número 6 veía la luz por primera vez el hijo de Emeterio Basauri y Romana Paguaga, el que a la sazón, levantaría pasiones en los tendidos más preciados del orbe taurino mundial, ese niño no era otro mas que Pedro Basauri Paguaga “Pedrucho de Eibar”.
Su infancia en Eibar fue corta, pues a los pocos años sus padres decidieron emigrar a Barcelona, donde su padre, maestro armero, trabajaría en la empresa “Schilling y Paguaga”, donde el hermano de su madre era socio.
Su vida como estudiante era ejemplar, pero pronto sus inclinaciones se dictaron a favor de los toros, afición que desde temprana edad hizo que sus padres intentaran quitarle sus ideas de la cabeza, pero los correctivos y castigos no hicieron mas que estimular aún mas la pasión que sentía por los toros.
Su primer contacto con un cornúpeta sucedió en la plaza de toros de la barceloneta, donde vestido de indio, participó en una mojiganga.
Su primer traje de luces lo vistió, como no podía ser de otra forma, en Eibar. Se celebraba una novillada sin picadores en la que actuaban los también eibarreses “Iluminadito” y “Armerito”, que gozaban de un gran cartel. Apenas había pisado la arena el primer novillo y Pedrucho, sin pedir permiso se fue a él, dando unos lances de tan bella factura que terminó saliendo a hombros en medio del entusiasmo general. Comenzaba a fraguarse un gran torero.
En 1915 torea con gran éxito novilladas económicas en Barcelona, siempre con gran éxito. En 1916 gana un concurso de noveles que le da acceso a debutar con caballos, hecho que acaeció el 1 de octubre de dicho año, en la plaza de las Arenas de Barcelona. Tan monumental fue la faena que le hiciera a un novillo de Pérez de la Concha, que al estoquear a su primer novillo la gente salta al ruedo para pasearlo a hombros con las dos orejas cortadas. Pedrucho ya destaca como el mejor novillero del momento.
Pero la apoteosis llegará en Sevilla. Pedrucho se presentaba para estoquear una novillada de Miura. La responsabilidad y también la expectación eran máximas. La plaza se quedaba pequeña para ver al nuevo fenómeno taurino que acababa de surgir. Pedrucho, enormemente inspirado creó una de las obras que más se recuerdan en el coso del Baratillo. La Maestranza no recordaba una faena de tal calibre en años. Pedrucho corta cuatro orejas a sus dos novillos. La Puerta del Príncipe se abre de par en par para el muchacho eibarrés, que alzado en hombros cruza victorioso el umbral más deseado por cualquier torero. Se calcula que unos seis mil aficionados acompañaron a Pedrucho en un peregrinar a hombros que le llevó izado por todo Sevilla. La crítica se deshace en halagos y los aficionados de más solera lo toman como referente indiscutible. Las plumas más autorizadas del periodismo taurino coinciden: “Con “Pedrucho de Eibar” llega el Mesias del Toreo”.
El esportón de Pedrucho se llena de grandes éxitos y las plazas más importantes se rinden ante sus dotes, plazas como El Chofre, en San Sebastián o Bilbao. El 20 de julio de 1920 Madrid le ve por primera vez. A pesar de la enorme responsabilidad obtiene otro rotundo éxito con novillos de Villamarta.
Los años siguientes goza de un enorme cartel y hasta 1923 actúa en numerosas ocasiones, conquistando el corazón de las aficiones más exigentes. Son numerosísimas las novilladas que llega a torear durante estos años.
El 2 de Septiembre de 1923 se doctora, por fin, de manos de “Saleri II” en la plaza de toros de San Sebastián. Al terminar la lidia del toro con el que se doctoró calló semejante tromba de agua que la corrida hubo de suspenderse, aunque Pedrucho ya había consumado en ese toro el primer éxito como matador.
En 1924 pasa casi toda la temporada en el extranjero. Torea en Roma, Budapest, Cagliari, Hungría, El Cairo....... Si el nombre de Eibar sonaba continuamente en toda la geografía estatal, ahora era en el extranjero donde Pedrucho llevaba el nombre de nuestro pueblo como el mejor de los embajadores. Al igual que en 1925, donde por todo el sur de América logra grandes éxitos, y lo que aún es más importante, gana importantes cantidades de dinero.
El 27 de Septiembre de 1927 confirma alternativa en Madrid de manos de “Torquito”, obteniendo un nuevo éxito. Incluso realiza gestas, como la protagonizada en Barcelona, donde se enfrenta a 6 toros de la ganadería de Nandín, terribles toros a los que cuaja igualmente enormes faenas, en el sexto resulta cogido leve y se gana las dos orejas y el rabo, que hicieron justicia a toda la tarde. Rozando lo imposible logró llevar más espectadores la Monumental de Barcelona que al campo de Fútbol de Les Cors, cuando al mismo tiempo se celebraba una final de copa entre el Futbol Club Barcelona y el Athletic de Bilbao.
Pero Pedrucho no solo saborea las mieles del toreo, ya que en su vida taurina también hubo de saborear la hiel más amarga. Así, su hermano Martín muere en la plaza francesa de Marsella tras ser cogido al poner un par de banderillas a un toro de la Camarga. Este hecho golpea duramente a Pedrucho. Era la otra cara del toreo, la del torero modesto, banderillero, que siempre fiel a las órdenes de su hermano encuentra la muerta en las astas de un toro. Pero él también sufrió la otra cara del triunfo, ya que un año después de la muerte de su hermano, en agosto de 1929, y en un festival benéfico en homenaje a éste, Pedrucho es cogido aparatosamente, teniéndole entre la vida o la muerte, muerte que no llega gracias a la intervención de un eminente cirujano francés que logra salvarle la vida.
Durante la guerra civil los espectáculos son menos frecuentes, lo cual provoca que el cartel de Pedrucho decaiga notablemente. Retirado a instancias de su mujer se recrea llevando el timón de la escuela taurina de Barcelona, donde alecciona a numerosos novilleros, a la postre grandes matadores.
Para el ilustre escritor taurino José María de Cossío, es incomprensible que Pedrucho no ocupase un puesto aún más distinguido en la tauromaquia ya que llegó a ser el diestro de mayor valor de la época, toreando de forma magistras tanto de capote como de muleta y siendo uno de los estoqueadores más puros de la historia, no en vano Rafael Ortega fue aleccionado en su día por Pedrucho, al que guardaba un profundo cariño.
Fallece en Barcelona el 21 de Septiembre de 1973. Atrás dejó un legado en forma de toreo. Su estela brilló e hizo brillar el nombre de Eibar por todo el mundo. Un Eibar al que recordaba en todo momento, y al que jamás desoyó sus peticiones para torear en los festivales benéficos que aquí se celebraron.Pueblo, que dicho sea de paso no correspondió tal y como debería a este hijo suyo, que con su simpatía y toreo hizo que su leyenda creciese como la espuma. Es más, en su herencia no se olvidó de Eibar, hasta el punto que la Residencia de San Andrés recibía una importante cantidad de millones a los 25 años de su fallecimiento, tal y como lo dispuso en su última voluntad. Su sonrisa, que jamás se borró de su rostro, nunca caerá en olvido los eibarreses, al igual que su toreo, siempre reflejo de lo que fue, y de lo que tuvo: alma torera.....y corazón eibarrés.
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